Algo falla en este país
Un martes cualquiera ·
Tal y como entiendo la vida, es difícil no cogerle afecto a Alberto Rodríguez en el retrato que Salvados le hizo aprovechando que el tinerfeño volvía a la fábrica tras su forzosa marcha de Madrid. Estaba más que justificada la motivación del programa de La Sexta, que saca tajada del revuelo de una inhabilitación que ya forma parte de la historia democrática de nuestro país y que, al mismo tiempo, marca un peligroso precedente en torno a la separación de poderes.
Para sus detractores todo el reportaje habrá sido simple parafernalia. Una actuación preparada al milímetro con la que lavar su imagen. Pero a medida que avanza la entrevista, va costando cada vez más mantener esa tesis. Con su camiseta de Abubukaka y una leche con gofio se presenta ante España entera y, a partir de ahí, comienza un relato con el que cientos de miles de vecinos de a pie, esos que pensamos que en el sistema algo falla, nos sentimos identificados. Las imágenes del juicio en las que el agente que denunció la supuesta agresión del exdiputado afirma que las consecuencias de la patada fueron un enrojecimiento de la zona -por la noche ya había desaparecido-, o la del jefe de los antidisturbios reconociendo no haber visto a Rodríguez aquel día por la zona -con sus rastas y casi dos metros de altura-, no hacen sino aumentar la impotencia por el robo que la justicia ha perpetrado a los 64.000 canarios que le votaron.
Porque aunque la sentencia solo le impide volver a presentarse para un cargo público durante 45 días, el resultado es el que es, y el grito que a diario tenía que aguantar en el Congreso de «¡fuera de aquí!» se cristaliza como una prueba más de las reglas de este país. Él se va, renunciando, por cierto, a los 18.000 euros que le correspondían de indemnización, y se quedan los de siempre, los que piensan que de noche la energía solar no funciona. Definitivamente, algo falla en este país.