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La europeización del viejo instituto Pérez Galdós

Voces, palabras ·

«Había dejado de ser un instituto provinciano para convertirse, junto a otros pocos, en la vanguardia de la rigurosa formación ajena a marcadores de signos ideológicos»

Nicolás Guerra Aguiar

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 5 de julio 2021, 07:21

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El jueves anterior tuve la grandísima satisfacción de recuperar -aunque por suerte no soy el primero- la memoria de varios profesores del instituto Pérez Galdós represaliados desde 1937 por sus ideas políticas, racionalistas, de la vanguardia literaria, revolucionariamente pedagógicas o científicamente demostradas... pero no admitidas por ciertos sectores ultraconservadores. La inauguración (1916) del Pérez Galdós fue mérito compartido, es de justicia pregonarlo: cuando dominan las Ideas para el bien de la sociedad, los planteamientos políticos deben ser coincidentes a pesar de discrepancias ideológicas. Pues Leopoldo Matos Massieu, político de la derecha canaria asesinado (1936) por algún comité revolucionario, había colaborado con don Benito (años antes diputado a Cortes por la Conjunción Republicano-Socialista) para la consecución de este Instituto de Segunda Enseñanza. Primera lección magistral, pues, del Pérez Galdós: antagónicas filosofías políticas unen sus fuerzas para traer educación y saber a Las Palmas. ¡Y de esto hace ya ciento cinco años! (Tomen nota, porfa, quienes han hecho de la cosa pública su profesión, así va a veces la cosa pública.) En el centro presenté 'La represión franquista sobre Gonzalo Pérez Casanova' (Mercurio Editorial) acompañado por sesenta personas (el aforo impuso condicionantes), entre las que se encontraban familiares del protagonista, catedrático. Me arroparon entrañablemente doña Carmen Martín Afonso (directora: dio a conocer el Palmeral Premios Nobel); don Christian Cerpa Espino (exalumno); el historiador don Jorge Liria Rodríguez y el periodista don Francisco Suárez Álamo.No es el mismo edificio de antaño, hoy rectorado sito en Vegueta. Pero el actual simboliza todo lo que desde su fundación y el año de la represión contra el profesorado fue el viejo Instituto. Y aúna en sí, gracias al actual equipo directivo, la renovadora visión pedagógica sembrada cien años antes tras algunas etapas de silencios y oscurantismos.Sí, solo era posible la presentación en el instituto Pérez Galdós. La ubicación geográfica o que el edificio sea solo mediosiglero nada importan. A fin de cuentas los centros de educación serán tales en cuanto que en ellos se hable de libertad, pacífica convivencia, máximo respeto a las ideas ajenas y cultura, mucha cultura relacionada con pensamientos, razonamientos, visiones desapasionadas para la formación del alumnado... Porque fanatismos, integrismos o yijadismos son exactamente lo contrario a la Ciencia y el Pensamiento, al Racionalismo. Lo que nunca puede admitirse es «la mordacidad de la ignorancia cuando pretende calumniar a la Ciencia». Tal escribió don Gregorio Chil y Naranjo, fundador del Museo Canario, cuando el Obispado de Canarias arremetió contra él desde 1876 por su defensa del evolucionismo darwinista, planteamiento científico estudiado en París durante sus estudios universitarios. (Por cierto: la Comisión Depuradora C de Las Palmas acusará a Gonzalo Pérez Casanova de explicar a Darwin en clase… «con documentos». Les adelanto que don Gonzalo era catedrático de Historia Natural y Fisiología e Higiene.) Por tanto aquella Ciencia se explicó en el Instituto de Segunda Enseñanza Pérez Galdós desde los años 20 y los seis primeros del tercer decenio, siglo pasado. Los principios de la Institución Libre de Enseñanza -todas las explicaciones deben estar por encima de dogmas oficiales en materia religiosa, política o moral- se impusieron por algunos docentes, cuya idea era revolucionaria: formar para educar en libertad. No debe extrañarnos, entonces, que el represaliado catedrático de Matemáticas fuera especialista en Cervantes. O que el reprimido catedrático de Filosofía lo fuera posteriormente de Geografía. Y que marchara a La Sorbona becado por la Junta de Ampliación de Estudios para aprender en el departamento de Psicología Fisiológica las escalas métricas de los test de Binet Simon, cuya aplicación se trasladaría posteriormente a España, asignatura de Ciencias Sociales. Tampoco parece extraño que el castigado catedrático de Literatura escribiera, entonces, la novela Crimen, una de las más importantes narraciones de las vanguardias españolas. O que a los 18 años el futuro represaliado catedrático Gonzalo Pérez Casanova emprendiera viaje a Ginebra desde la Residencia de Estudiantes para hacer estudios de Metodología de las Ciencias Naturales e implantar sus experiencias en institutos españoles… El Pérez Galdós, pues, se europeizaba y entraba en los años veinte por la puerta grande del saber universal. Había dejado de ser un instituto provinciano para convertirse, junto a otros pocos, en la vanguardia de la rigurosa formación ajena a marcadores de signos ideológicos. Fueron dieciséis Años de Oro robados en nombre de la intolerancia y la fuerza bruta. Porque la barbarie de quienes habían detenido su visión de la historia en el Imperio de los Austrias los persiguió con saña hasta conseguir su expulsión del aula: dicen que pervertían mentes y pensamientos de jóvenes canarios, ¿Y cómo pervertían? Para la Asociación Católica de Padres de Alumnos, algunos educadores denunciantes y la Comisión Depuradora, lo hacían desde sus planteamientos ideológicos, científicos, estéticos. Por eso llamaron «socialista acérrimo» a Pérez Casanova por su condición de concejal ( PSOE, 1931), y encasillaron como «masón», «extremista peligroso», «perverso», «naturalista e inmoral», «muy peligroso»... a varios de los restantes. ¿Otro delito más? La libertad de cátedra, presente desde 1931 en la democrática Constitución republicana, «queda reconocida y garantizada». (Por cierto: la misma libertad de cátedra amparada por la actual Constitución. Hoy es derecho constitucional contra el que casi nadie -casi nadie- levanta la voz. Pero hoy no es mañana. Y como en el Pérez Galdós se explicó Ciencia ajena a supersticiones por el catedrático Pérez Casanova parece que hados, sinos o destinos enviaron al patio aledaño (1993) a nueve premios nobel de Medicina con la noble intención de homenajearlo iniciando el Palmeral Premios Nobel encabezados por don Severo Ochoa, compañero de laboratorio de nuestro catedrático en la Residencia de Estudiantes. Quizás el doctor Ochoa, aquel día de 1993, llevó a su recuerdo las estancias madrileñas donde ambos investigaban antes de ser enviado por la Junta de Ampliación de Estudios a universidades londinenses mientras la institución dirigía los pasos de Pérez Casanova a una universidad ginebrina... Tiempos aquellos de enseñanza que contrastan con los vacíos intelectuales de hoy impuestos desde arriba, más arriba, con volátiles ideas, casi como empeñados en desintelectualizar a los noveles aprendices del saber: se puede ser bachiller de letras sin tener idea del principio de Arquímides o de nuestra constitución ósea y, a la par, bachiller de ciencias sin haber leído a los poetas románticos canarios o razonado filosóficamente entre el ser y la nada...Sí: en las aulas del Pérez Galdós los sabios profesores, pedagogos, catedráticos y auxiliares de los años estudiados introdujeron la razón frente al fanatismo, la rigidez del pensamiento en oposición a supersticiones e intolerancias. Así, el espíritu científico e intelectual de don Gonzalo se reencontró el jueves con sus compañeros de antaño. Todos ellos docentes del Centro represaliados cuando las negras sombras del oscurantismo mancillaron el sagrado lugar. Me satisfizo expresar mi grandísima complacencia tras haber llegado a tal momento de público reconocimiento a quien -a quienes- practicaron Ciencia, Razón y desapasionamiento en las aulas del Pérez Galdós para cumplir con la muy noble tarea de llevar a los alumnos voces y enseñanzas cargadas de verdades indestructibles, realidades muy por encima de supersticiones e intolerancias. A don Gonzalo Pérez Casanova, en quien centro el trabajo; a don José Chacón de La Aldea, don Edgar Agostini Banús, don Demófilo Mederos Pérez, don Juan Millares Carló, don Eduardo Nicol Francisca y don Agustín Espinosa García, enseñantes del Pérez Galdós en 1937, represaliados también por sus ideas antifascistas y a quienes les pasaron el infierno por sus vidas. Vaya pues, con este libro, mi homenaje. Tardío, bien es cierto. Pero ya lo dice el refranero popular: «Más vale tarde que nunca».

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