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Durante apenas una semana se produjo mucho ruido mediático y en redes sociales sobre el presumible desembarco de las huestes de Iñigo Errejón en las Islas. Desde las maniobras orquestales de José Manuel Corrales y su Más Canarias, inmediatamente desautorizadas desde la sede central de Más Madrid/Más País, hasta los deseos de alianza expresados por Antonio Morales («Me gusta la música de Errejón») y los Canaristas. Estos últimos expresaron en Twitter que consideraban que la mejor opción «hubiese sido la de haber aceptado la propuesta de acuerdo de @MasPais_es y formar parte de una coalición electoral confederal». A la que alguno de sus referentes califica como un proyecto «ilusionante, fresco y nuevo».
A partir de ahí, durante unos pocos días, surgieron distintos nombres de mujeres y hombres que podían encabezar las planchas de Más País en su versión canaria, en concreto respecto a la circunscripción de Las Palmas. Desde algún neocanario o neocanaria disconforme con la alianza electoral establecida por Nueva Canarias con Coalición Canaria para los comicios del 10N hasta algún militante canarista muy próximo a Juanma Brito, elegido consejero de Podemos en el Cabildo Insular de Gran Canaria en 2015, posteriormente expulsado de la formación morada. Y que ha jugado un papel relevante tanto en Canaristas -pequeño grupo que en los últimos años ha pasado por Sí Se Puede, Podemos y Nueva Canarias- como en el espacio sociocultural La Colectiva.
La decisión final del grupo de Errejón ha sido, como se hizo público el pasado jueves 3, bien distinta. Y, si me permiten, sorprendente respecto a la hoja de ruta que algunos se habían trazado y que anunciaba un panorama de otras características. Han elegido a una persona, sin duda cualificada y con una breve experiencia institucional, que disgusta profundamente tanto a Canaristas como al grupo de Morales: Ylenia Pulido. Exconsejera del Cabildo, responsable de su área de Vivienda y Arquitectura entre 2015 y 2017, que, junto a Miguel Montero (hoy director general de Dependencia y Discapacidad en el Gobierno de Canarias), fue cesada por Morales en beneficio de María Nebot y el grupo de Brito cuando se produjo la crisis de Podemos en la corporación insular.
Una decisión que generó fuertes fricciones. Podemos mostró su enorme malestar con Morales por «pactar con tránsfugas» en lugar de con los legítimos representantes de la marca morada. Una decisión que enturbió, sin duda, las posteriores relaciones entre las izquierdas en el seno de la corporación insular. La ahora candidata de Más País Equo llegó a acusar a Morales de «envolverse en la bandera de Gran Canaria al más puro estilo José Miguel Bravo de Laguna». Señalando en sus declaraciones que con la Comisión para estudiar los desequilibrios entre islas impulsada por la corporación grancanaria se habían puesto los recursos públicos «a merced de los intereses insularistas de Antonio Morales».
Cabe preguntarse si Errejón (el que afirmó que «la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales») y su núcleo duro conocían estas circunstancias en el momento en que decidieron designar a Pulido como número 1 de su lista al Congreso por las islas orientales. Es posible que tuvieran insuficiente información sobre el asunto, Canarias suele quedar muy lejos de las direcciones estatales de los partidos, incluso de los de más reciente creación. Aunque también cabe descartar que decisiones tan relevantes se tomen a la ligera, sin conocer el perfil y la historia de los candidatos y su relación con las otras organizaciones. Sería poco responsable para un partido en pleno proceso de construcción.
Pensemos en la otra hipótesis. Que Errejón supiera como están las cosas en las Islas, tal y como se pudo constatar en su inmediata reacción ante la operación Corrales, desarticulada desde el minuto uno sin miramiento alguno. Que la decisión de situar a Ylenia Pulido al frente de la plancha al Congreso por Las Palmas haya sido más que meditada. Y que se lleva a cabo por parte de los errejonistas de la metrópoli con pleno conocimiento y consciencia de las desconfianzas y molestias que puede causar en otros ámbitos de las izquierdas, justamente los más propensos a entenderse con Más País.
El tema tiene sus variadas lecturas. No parece, como ya hemos visto, una decisión para ampliar amigos y alianzas por estas insulas; todo lo contrario: se vuelan puentes con aquellos que habían manifestado públicamente un elevado deseo de encuentro. Pero sí es la más inteligente si lo que se pretende, no lo descartemos, es hacer el mayor daño posible a Unidas Podemos. Presentando a alguien que hasta hace muy poco pertenecía a sus filas y que puede quitarle votos, impidiendo que salgan dos diputadas, como en abril, aunque las posibilidades de acta para Pulido sean bien escasas.
Queda todo esto muy lejos, eso sí, de aquella colaboración virtuosa entre las izquierdas que pregonara Iñigo Errejón. Y, también, de ese discurso reiterado en las últimas fechas que insistía en que solo se presentarían en estas generales del próximo 10 de noviembre en aquellas circunscripciones donde no se reste al bloque de izquierdas. En la de Las Palmas, al menos, se va directamente al cuello de Unidas Podemos. Morir matando.
Se añade otro factor al complejo y polémico proceso. En algunos círculos se apunta a las más que tormentosas relaciones de los Canaristas con personas muy próximas a Errejón, que pudieron disuadirle de un entendimiento con aquellos. Y recuerdan que Acción en Red Canarias, el antecedente de La Colectiva, fue apartada hace pocos años, en 2016, por su organización estatal, que criticó algunas decisiones tomadas en las Islas, aunque nunca quedaron del todo clara las razones profundas que llevaron a la brusca ruptura. ¿Desconocían este dato los actores favorables al acuerdo con Más País? ¿Valoraron su importancia?
En cualquier caso, la entrada de Errejón en las Islas ha convulsionado aún más a unas izquierdas acostumbradas, lamentablemente, a perder tiempo y esfuerzos en las pugnas internas. Lo que no resulta muy modélico. El resultado, me temo, va a ser un desastre. Por los daños colaterales a las otras izquierdas y por las escasas expectativas de éxito. No descarten que esta propuesta, con inicial apoyo mediático, pueda terminar como la del Partido Reformista Democrático en la segunda mitad de los años ochenta, la denominada Operación Roca que, tras mucho fuego de artificio y un elevado gasto en campaña, obtuvo un fracaso rotundo en las urnas. Apunten: tres actas en Madrid y una en la Comunidad de Valencia. Nos vemos en noviembre.
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