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En el frente de batalla

Lunes, 1 de octubre 2018, 11:06

No se ha arreglado ni se arreglará. Ni siquiera ha tenido que pasar un curso para entender que lo de Cataluña permanece como problema. Es más, ahora está enquistado y corre el riesgo incluso de petrificarse (como si fuera, salvando las distancias, el sistema electoral canario encerrado en la Disposición Transitoria Primera del Estatuto de Autonomía). Lo suyo es que ahora hubiera estado de algún modo subsanado y sirviera este año para hacer balance sobre algo pasado que realmente sigue siendo todo el presente político. Triste España en la que el modelo territorial es terreno de conflicto permanente, trifulca entre el bipartidismo y los nacionalismos periféricos y letanía de la nostalgia nacional desde 1898.

El Tribunal Constitucional ha sido el gran sacrificado. El que ha cumplido con la penitencia de que el poder constituyente en su día dejase el título VIII (modelo territorial) de la Constitución abierto, indefinido y capaz de albergar una cosa como la contraria. Fue efectivo políticamente en su momento pero ha supuesto una laguna de un alto coste en las últimas décadas. Tanto el PSOE como el PP dejaron en manos del Alto Tribunal la papa caliente de decidir lo que el legislativo no hizo por no molestar a los nacionalismos periféricos (Cataluña y País Vasco principalmente). Un órgano sometido al fuego cruzado sobredimensionado de socialistas y populares que pensaban que dejando pasar el tiempo todo se solucionaría sin más. Y, al final, ambos tuvieron que aplicar de la mano (porque correspondía) el precepto 155 de la Constitución.

La falta de oxígeno intelectual dentro de los partidos castiga las posibles enmiendas a la problemática. Lo de Cataluña no se adereza con argumentarios al uso que mandan las centrales a los afiliados a modo de munición para tertulias con los vecinos en la acera o en los bares de la esquina. Es la podredumbre que ha descapitalizado a las formaciones políticas, la falta de cuadros, que antes o después estallará porque los problemas capitales siguen latentes y la ciudadanía exige con razón que se solventen. ¿Acaso la primera o segunda guerra mundial no tuvieron como antesala líderes políticos ineptos y fanáticos a los que les faltó prudencia y conocimientos?

Pedro Sánchez si convoca elecciones anticipadas, escenario cada vez más probable en aras de evitar un desgaste mayor, blandirá como motivo la situación catalana. De hecho, es lo que dio a entender estos días a raíz de si prima o no la colaboración sobre el conflicto. No es así. El conflicto ya está y seguirá. El frente de batalla real es cómo están los diversos partidos en Madrid. La disputa entre la izquierda y la derecha es a cara de perro. Todo o nada. Parlamentarismo de balacera. El mal nacional, otra vez, que ya advertimos en el siglo XIX entre liberales y conservadores. Nada nuevo.

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