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El ron está viniendo bueno

«‘El sabor del ron, una experiencia sensorial’, o la puesta en valor de una de las bebidas más nobles y antiguas»

Sábado, 20 de octubre 2018, 12:41

Seguro que recuerdan aquel cuento en el que Pepito Monagas andaba en Teror por las fiestas del Pino, con ánimo de cumplir una promesa y en el camino a la iglesia, deslumbrado ante tanto ventorrillo y parranda, se tropezó con un amigo que le animó a echarse un pizco. Tras el primer macanazo mi hombre exclamó: «¡Buen ron! ¿De dónde dijo que era?» Y el cuento sigue. La historia también. Igualmente tendrán presente esa expresión tan común en las jaranas isleñas cuando el ánimo se entona: «¡El ron está viniendo bueno!». De lo que se concluye, a vuela pluma, que este producto está claramente ensolerado en nuestra cultura.

Alfredo Martín, un estudioso y entusiasta de este destilado publicó en 2009 Jaque al ron. Una tradición canaria despreciada, libro que recibió el premio Gourmand World Cook-Book en la categoría Mejor libro sobre espirituosos para profesionales editado en España, en el que desmenuzó su significado histórico en las islas, ahora vuelve con El sabor del ron, una experiencia sensorial, un nuevo paso en su empeño de poner en valor una de las bebidas más nobles y antiguas, en la que el protagonismo de las islas es de gran relevancia. Los isleños somos los principales productores de España y aquí está, en Arucas, la más importante destilería, de ahí que merezca aún más atención esta publicación.

En el prólogo Jesús Solana Murillo, experto eno-gastronómico, define en pocas líneas este ímprobo trabajo de Alfredo Martín: una invitación a reconocer el ron, los rones, pues su identidad es múltiple, sentir el ron desde lo mítico a lo terrenal y apostatar del cubalibre. Y aquí volvemos a la tradición y copla insular. «¡A mi me gusta el ron, pero sin rebajar; porque si lo rebajas, me puedo emborrachar». Porque el ron, aconseja el autor, hay que «masticarlo», «el alcoholismo es un castigo al mal beber», nos dice, y los abuelos sentenciaban: «El que no sepa beber, que no beba!».

Estamos hablando de una bebida con más de cinco siglos de historia, uno de los destilados más ricos y el único cuya paleta de colores va desde la ausencia de color, el mal llamado blanco, a los pajizos, pálidos, amarillo-oro, dorados, ambarinos, pardos, oscuros o negros; con 497 aromas identificados, frente a los 269 del elitista güisqui y, sin embargo, ha sido un producto denostado, ¿triste sino de esta tierra? La armada británica llevaba en las bodegas barriles de ron para la marinería y de güisqui para la oficialidad.

El sabor del ron, una experiencia sensorial es un margullo por el complejo mundo, por todo el mundo, de esta bebida y es también, blandiendo la variedad, el conocimiento y la moderación, un canto a la autoestima insular, a la vista del papel desempeñado por estos peñascos y sus gentes en la historia de este destilado.

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