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En la semana entrante se cumplirá un año desde que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decidió hacer un alto en su actividad ... para tomarse cinco días de reflexión que tuvieron en vilo al país y a su partido. Tras aquel paréntesis, que fue toda una anormalidad democrática, la realidad es que España sigue esperando las respuestas que entonces no quiso ofrecer el jefe del Ejecutivo sobre la investigación judicial en torno a la actividad privada que ha desarrollado su esposa, Begoña Sánchez, y el uso de medios públicos para ello.
El juez Peinado continúa con la instrucción tras recibir el aval de la Audiencia Provincial de Madrid para ello -aunque limitando el alcance de la misma- y la estrategia de la defensa pasa básicamente por negar toda irregularidad y acogerse al derecho a no declarar cuando las preguntas no proceden del abogado de Begoña Gómez. Esa opción, que es tan legítima como la contraria, no es en todo caso un ejemplo de transparencia. Si nada hay que ocultar, ningún problema debe haber en contestar a todos los interrogantes y ofrecer con celeridad toda la documentación que se le requiere.
Pero más allá del derecho de cada investigado a defenderse como mejor considere, aquel parón presidencial dio al caso una dimensión política que precisa de reflexión un año después. Porque aquel paréntesis supuso en la práctica la politización del caso por parte del presidente y líder del PSOE. Es por ello que hoy, con la perspectiva del tiempo transcurrido, cabe preguntarse si Pedro Sánchez volverá a repetir esa especie de 'retiro' si el juez, cuando concluya su instrucción, mantiene la imputación de su esposa. Quien asume las máximas responsabilidades de gobierno tiene derecho a vacaciones, pero no a convertir un asunto judicial de su esposa en un problema de Estado. Sánchez pudo haber hecho un paréntesis en su agenda por motivos familiares; sin embargo, optó por someter al país a y su partido una especie de 'test de estrés' impropio de una democracia que tiene clara la división de poderes.
Tras aquello, nada ha cambiado en la rutina presidencial, que sigue abonada a la opacidad, acudiendo poco, tarde y a desgana a las Cortes a dar explicaciones. En clave de partido, el PSOE es hoy rehén más que nunca de un liderazgo absoluto que convierte al partido en una correa de transmisión de su secretario general.
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