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Ala inmensa mayoría de las personas les gusta enterarse de todo lo que ocurre a su alrededor, siempre y cuando lo que se difunda no les afecte de forma negativa en primera persona. Es decir, saber todo lo de los demás pero a mí que me dejen tranquilo. Este es un comentario simple y sin mayor argumentación, lo reconozco, pero que utilizaré para ilustrar una reflexión que podría titularse 'lo que no se cuenta, no existe'.
Nosotros, los periodistas, estamos entrenados para informar a la sociedad del qué, quién, dónde, cómo, cuándo y por qué de las cosas, sean de la temática que sean y el linaje de sus protagonistas. Y en un área tan sensible como es el periodismo de tribunales, en el que yo buceo a diario, además nos topamos con situaciones de todo tipo. Verdaderos dramas humanos, miembros de organizaciones criminales, políticos o empresarios que roban y se corrompen, listos que usan la fuerza para robar o agredir, depredadores sexuales, maltratadores mezquinos y, por otra parte, tratamos también con jueces trabajan por una sociedad mejor y con más derechos dictando sentencias innovadoras. Gracias a Dios. Pero, ¿qué se cuenta y de qué manera?
Prácticamente, todo lo que ocurre en un juzgado es de interés, bien para las partes, o para los usuarios de un medio de comunicación y la labor de los redactores es, primero enterarnos de lo que ocurre, para luego aplicar criterio periodístico y discernir si es noticia o no y de qué manera tiene que contarse. Pero una cosa está clara: si es de interés, la información tiene que publicarse, sea quien sea y le guste a quien le guste.
Porque los que se sientan en el banquillo de los acusados o son simplemente investigados, tienen un derecho inquebrantable como es de la presunción de inocencia, pero los medios de comunicación también están amparados por otro derecho fundamental, íntimamente ligado a la libertad de expresión y que es garante de cualquier sistema democrático. Está recogido en el Título I de la Constitución Española y es el derecho a la información.
Sin ser muy cansino, determina que los periodistas pueden (y deben) comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión, que estamos amparados por el secreto profesional en el ejercicio de estas libertades y que, sobre todo, estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
La única censura -por llamarlo de alguna manera- que debemos aplicar los periodistas en nuestras informaciones es la que nos dicta la ética y el sentido común, sobre todo en un área tan sensible como es la de tribunales. Porque hablamos de personas y, sobre todo, víctimas que han sufrido alguna situación traumática. Pero, como dije en el primer párrafo, lo que no se cuenta, no existe para la sociedad.
Por eso, defiendo aquel periodismo que visibiliza, no solo el suceso, sino también la persecución del delito por parte de aquellas instituciones que velan por nuestro estado de Derecho. La prensa debe de contar lo que pasa en nuestros barrios, con detalle y rigor y, sobre todo, la labor de aquellos que trabajan por protegernos.
Los policías que investigan y persiguen el delito y detienen a aquellos que los cometen y luego, los fiscales y abogados que acusan y defienden para terminar con los jueces que dictan sentencias. Todos ellos apoyados por el personal de la Administración de Justicia.
Es decir, los periodistas tenemos en nuestras manos una herramienta valiosísima que es concienciar a nuestra sociedad y a aquellos que pretenden atentar contra su buen funcionamiento, que el delito se persigue, juzga y condena.
Por eso, escribir de sucesos o de tribunales es tan importante. Para que todos sepamos lo que ocurre y tengamos conciencia de aquellas situaciones a las que estamos expuestos. Que se sepa lo que es ilegal y las consecuencias que conlleva el traspasar esa barrera que a más de uno pone de patitas en un centro penitenciario.
Para ello necesitamos que se ejerza con más fuerza que nunca ese derecho a la información que nos parapeta ante aquellos que prefieren una sociedad llena de censuras y anonimatos. Suelen ser, casual y mayoritariamente, los que más tienen que esconder...
En estos 40 años de CANARIAS7 se han contado muchas historias, pero también noticias. Y aquí seguiremos, al menos unos cuantos más, en esa preciosa tarea de informar. Guste o no guste.
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