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Democracia o barbarie

Por los temas que parecen preocupar a los líderes de las distintas formaciones, da la impresión de que estuviéramos en una campaña de los años 80 y no del siglo XXI.

Domingo, 7 de abril 2019, 06:00

Quedan varios días para que, de forma oficial, comience la campaña electoral. Ese momento es el que se ha saltado la diputada de CC, Ana Oramas, adelantándose a pedir directamente el voto para su grupo, la única restricción que tiene la clase política antes de la tradicional «pegada de carteles». ¿Ignorancia o desesperación? Quizá ambas.

Lo cierto es que estamos inmersos en una batalla que parece, al menos por el nerviosismo de buena parte de los candidatos, más reñida que nunca. No obstante, al ver algunos de los temas que parecen preocupar a los líderes de las distintas formaciones, da la impresión de que estuviéramos más en una campaña de los años 80 que en una del ya bien entrado siglo XXI. Así, salen al debate político temas como la ley de plazos del aborto y los derechos de las personas LGTBI a los que la ciudadanía no presta atención por superados, por mucho que la Iglesia católica, mayoritaria en España en número de fieles, pretenda problematizarlos de manera periódica. Con escaso éxito, por cierto.

Conciliación, derechos laborales (paro, precariedad, personas empleadas y que no salen de la pobreza) y pensiones son los retos que tenemos ante nosotros y a los cuales buena parte de la clase política no sabe dar respuesta, por lo que prefiere enfangarnos en estupideces varias. Es más, el PP, por ejemplo, ha «resumido» su «programa electoral» en «echar a Sánchez». Como propuesta política no solo causa vergüenza, sino que corrobora la ausencia de un proyecto estructurado de cara al futuro. O si lo tiene, no lo revela.

Claro que del grupo que presuntamente reforzó la llamada «policía política» no cabe esperar nada más. Un asunto gravísimo que los medios de comunicación no hemos tratado con la profundidad que merece dada su importancia para la convivencia democrática.

Creíamos haber dejado atrás los años oscuros del terrorismo de Estado, pero hemos pasado a la época de las cloacas jaleadas por esa parte de la prensa que ejerce de sicario mediático. Si lo primero nos avergonzó lo suficiente para mandar al carajo al Gobierno de González, lo segundo debería empujarnos a hacer lo posible para que sujetos de esa catadura moral y política no vuelvan a ponerse al frente de ninguna institución estatal. Por suerte, eso depende de todos nosotros y de la papeleta que metamos en las urnas el próximo 28A. Democracia o barbarie camuflada con amor a España. De eso se trata.

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