El 30 de junio de 2017, al usuario asiático de X (antes twitter), @YungPakistani, se le ocurrió publicar una foto que mostraba una lata abierta de galletas 'del lazo amarillo', repleta de esas dulces delicatessen danesas, acompañadas de un café con leche y de un paquete de magdalenas. Escribiendo junto a dicha foto una sencilla frase, a la vez que chistosa: 'Why are the biscuits in the sewing kit?' ('¿por qué hay galletas en la lata de costura?').
La singular 'consulta popular' lanzada a la red desde Pakistán, generó un gran debate mundial, aún a pesar de tocar, en principio, un tema tan mundano como el de las galletas danesas. En pocas horas, el tweet en cuestión obtuvo más de 15 mil 'me gusta', y unos 12 mil reenvíos que, a su vez, alcanzaron a una comunidad ¡de más de 100.000 usuarios! Desde Pakistán y la India, hasta España, México o Colombia, pasando por Malasia.
Personas que, sin conocerse, poco menos que dieron pie a la primera conferencia internacional sobre las tan conocidas galletas. El mundo entero unido por la archiconocida lata redonda y azul «del lazo amarillo». Y, prácticamente, viniendo a confirmar esos miles de usuarios de internet que, en todas las casas del mundo, una vez vacía de galletas, la lata es utilizada como costurero oficial del reino de cada cual.
Hablando de galletas danesas y de turismo, ojo a la (galleta) que nos puede haber pegado, sin enterarnos, el actual gobierno danés al respecto de su propio plan para establecer un gravamen adicional a todos los vuelos nacionales e internacionales que despeguen desde su territorio, tal y como recogía recientemente el digital tourinews.es.
El referido plan, que venía trabajándose desde hacía aproximadamente un año, lleva por nombre Gron luftfahrt for alle' ('Aviación verde para todos', en su traducción del danés). Y una vez aprobado, va a suponer que progresivamente, de 2025 a 2030, en el caso, por ejemplo, de los vuelos hacia Canarias, a cada billete aéreo se le aplique progresivamente un recargo complementario por pasajero, que empezará por 9, y acabará suponiendo hasta 32 euros más de desembolso económico.
Cierto es que, de entre los mercados emisores internacionales de turistas que visitan nuestras islas, el mercado danés apenas alcanza el 2% del total de visitantes europeos que, anualmente, eligen Canarias como destino vacacional, tal y como también constatan los datos acumulados hasta el pasado mes de septiembre, con sólo 201.500 daneses recibidos, de entre los casi 10.200.000 turistas que han llegado a nuestras islas en este 2023.
Pero es, sin duda, un importante mensaje a navegantes institucionales y empresariales, de cara a estar vigilantes respecto a si pudieran producirse decisiones similares en cascada en otros de nuestros mercados emisores, principalmente en toda Escandinavia en su conjunto, donde la conciencia medioambiental e, incluso, el concepto de 'vergüenza a volar' (para no contaminar) está aún mucho más arraigado entre su ciudadanía.
Un mercado global, el escandinavo, que justo acaba de iniciar, de manera destacada, su regreso a Canarias, coincidiendo con el comienzo de la temporada alta de invierno. Y que, de sólo un 2% de representación danesa, pasa a representar casi un 10% del total de nuestros visitantes internacionales, léase, en torno a un millón de turistas escandinavos al año, con una destacada capacidad adquisitiva y de gasto en destino.
Y una decisión soberana, la de Dinamarca, al margen, como complemento o en contradicción jurídica comunitaria acerca de las tasas a la aviación de cuño propio de la UE ('tasa verde' o al queroseno; o previsibles impuestos vinculados al fin de la exención, para las líneas aéreas, de los derechos de emisión de CO2), y respecto a las cuales aún seguimos batallando con Bruselas en cuanto a su no aplicación en el caso del transporte aéreo hacia y desde las islas, dada nuestra total dependencia de la conectividad aérea como región ultraperiférica y archipielágica de Europa.
Mismo lazo amarillo, por cierto, utilizado por los principales líderes independentistas en sus solapas -empezando por el prófugo Puigdemont, antes de fugarse en el maletero de un coche- desde el momento en que la Justicia (española) ordenó la entrada en prisión de los presidentes de Òmnium Cultural y de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, respectivamente. Y como homenaje a los colectivos favorables al pròces, días después del intento de golpe de estado y declaración unilateral de independencia, del 1 de octubre de 2017. El mismo año de la consulta de las galletas.
Los Jordis de aquella ya 'mítica' imagen de ambos dos subidos a un coche de la Guardia Civil, dirigiéndose -megáfono en mano- a las huestes, en ocasión del registro judicial a la Consejería de Economía de la Generalitat catalana. Una imagen de ambos 'líderes', alentando a la rebelión civil de los más de 40.000 adeptos que les aclamaban. De las imágenes más utilizadas por los fiscales de Sala del Supremo como prueba de la violencia e intimidación desatada para mantener la acusación de rebelión contra ellos, aunque finalmente el Tribunal les condenara por sedición. A posteriori, como saben, derogado también ese delito por Sánchez.
Y mismo simbólico lazo amarillo -y galleta- con el que el presidente en funciones, ahora a investir, ha utilizado -para presentarnos enrollado de manera figurativa- a todos los españoles constitucionalistas, de uno u otro signo político, el pergamino del infame acuerdo con el prófugo por excelencia que una vez Sánchez prometió públicamente traer detenido de vuelta a España.
Acuerdo en torno al cual, los líderes independentistas de Junts están disfrutando ahora con las galletas verbales que nos están dando, de vuelta, a los españoles en general. «Nosotros no hemos renunciado a nada. El tema gordo para nosotros es el referéndum de autodeterminación por la indepedencia de Cataluña» (Jordi Turull). «El PSOE se ha movido, ha aceptado el relato» (Miriam Nogueras). «Implica reconocer la guerra sucia que el Estado ha utilizado para perseguir» (Laura Borrás, condenada a 4 años y medio de cárcel por corrupción por fraccionar contratos públicos para favorecer a un amigo).
La ignominia, o afrenta total, de un acuerdo entre dos fuerzas políticas -con mediador internacional 'acompañante' y todo-. O, más bien, de la cesión absoluta (por ahora, documental) de una fuerza, teóricamente de Estado, respecto a unas fuerzas independentistas desafiantes: Acuerdo que nos sitúa ante un delicado escenario, y que apunta, sigilosamente, al paulatino desmembramiento y desmantelamiento de los valores y pilares fundamentales de nuestro Estado de derecho constitucional y democrático. Tal y como incluso ha alertado el presidente socialista de Castilla La Mancha, Emiliano García Page.
Un nuevo Estado, parece, en el que, al prófugo más buscado, se le sacará del maletero para recibirle bajo palio; en el que los jueces tendrán que rendir cuentas y responder ante los delincuentes o políticos; donde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tendrán que perseguir a la buena gente, y no al maleante; donde el principio de solidaridad interterritorial pasará a ser unidireccional; donde las cesiones en competencias de todo tipo e índole que se nos niegan a la mayoría de regiones, serán moneda gratuita de cambio para aquellos que ridiculizan y humillan a España; y donde procesos y términos como referéndums e independencia serán objeto de barra libre. Entre otras cesiones.
Por siete singulares votos para una, democrática, sí, pero infame investidura contra esas costuras de nuestra moderna y consolidada España que tanto nos ha costado bordar durante décadas. Pero para la que, parece, ya no harán falta tantas latas de galletas, 'las azules del lazo amarillo', en las que guardar hilos, carretes, dedales, botones, tijeras y agujas.
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