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Para la reciente huelga en el sector de la hostelería y turismo de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, el Gobierno de Canarias autorizó ... la participación en la misma de máximos de hasta un 85% del total de la plantilla de profesionales de los establecimientos alojativos de las islas occidentales.
Ahondando en el máximo porcentual de plantilla autorizada para participar en esa democrática y reivindicativa convocatoria, para las áreas hoteleras de recepción-conserjería y de matenimiento-servicio técnico, el porcentaje facultado a participar en la huelga fue de un 75%. Mientras que en el caso de las áreas de pisos, cocina y restaurante-bares, lo fue de hasta un 85%.
Así, por ejemplo, en un establecimiento que contara con una plantilla de 150 profesionales, hasta 120 trabajadoras y trabajadores podían de media secundar la acción sindical acontecida los pasados Jueves y Viernes Santo en Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma. Mientras que, en uno con 300 profesionales, la cifra máxima autorizada a la huelga era de unas 240 personas.
Dadas sorprendentes intervenciones políticas acontecidas tras esas pacíficas manifestaciones, se deben resaltar las cifras expuestas y destacar la amplitud de miras del gobierno canario para facilitar la máxima participación posible en la huelga. A la vez que su coherencia y rigurosidad al fijar un mínimo retén de servicio (de media, un 20% de la plantilla) para atender los servicios fundamentales de seguridad, salubridad y manutención básica de los huéspedes de los complejos alojativos, con ocupaciones turísticas superiores incluso al 90% al coincidir la huelga con Semana Santa.
En el respetable, democrático y constitucional rol de representatividad sindical, hasta cierto punto resulta lógico que las fuerzas sindicales referentes en el sector manifiesten su desacuerdo y contrariedad acerca de los servicios mínimos establecidos por la Comunidad Autónoma, siendo siempre lícita la aspiración de cualquier organización y en cualquier ámbito de 'ganar por goleada'. Pero en el fondo conocedoras todas ellas –también los sindicatos- tanto de las reglas y niveles de funcionamiento mínimos a observar, como de las capacidades y logros máximos a obtener.
Si hay organizaciones que se preocupan y colaboran en el aspecto fundamental de la prevención de riesgos (también laborales) en el día a día de las empresas, esas son precisamente los sindicatos. Lo digo, y agradezco una vez más, con profundo conocimiento de causa. Una prevención de riesgos que, en el caso de alojamientos turísticos, contempla y abarca a todas las personas sin excepción, ya sean los profesionales (el 'cliente interno') o los huéspedes (el 'cliente externo').
Empresas alojativas en las que la seguridad de las personas es lo primero (incluso con responsabilidades penales en caso de siniestros con daños a las mismas), y a las que también se exige legalmente la constitución de los denominados comités de seguridad y salud en el trabajo, con el foco puesto especialmente en toda actuación preventiva posible, en lo humano y en lo material.
Al igual que también se conforman los llamados equipos de emergencia y se elaboran los preceptivos manuales de auto-protección, elemento crucial los primeros para garantizar la seguridad y el bienestar de trabajadores y huéspedes. Y documentos descriptivos estratégicos, los segundos, de planos, equipos, procedimientos y dispositivos de seguridad y atención sanitaria básica con los que cuentan las instalaciones. Útil además todo ello para los servicios de emergencias, y especialmente para el cuerpo de bomberos de la localidad o territorio turístico correspondiente.
Equipos de emergencia configurados por personal del propio hotel, formado y capacitado éste para actuar, por ejemplo, en niveles básicos o intermedios en caso de incendio; o hasta para el uso de un desfibrilador para reanimación cardiopulmonar en caso de infartos. Con una estructura que va desde una jefatura de emergencias, hasta equipos de primera y de segunda intervención, guías de evacuación del establecimiento o personal preparado para prestar primeros auxilios básicos. O hasta para el empleo de megáfonos en caso de tener que transmitir alertas en varios idiomas, como acontecido al decretarse el estado de emergencia por la pandemia (cómo olvidar la fantástica actuación integral de la plantilla de profesionales del hotel H10 Costa Adeje Palace cuando se confinó al mismo).
Megáfonos que, por cierto, sepan ustedes están reconocidos oficialmente como dispositivos de comunicación en caso de evacuaciones, siniestros, catástrofes, o en caso de…apagones de luz. Y un equipo humano de emergencia que, de media, se configura en base a una relación de entre un 5 y un 8% de la plantilla por cada 100 personas por las que velar en materia de seguridad en los momentos de mayor concentración humana y actividad en los establecimientos.
En Canarias contamos con zonas turísticas muy apreciadas por los turistas, especialmente mayores de edad o por familias con niños, tipologías de turistas con necesidades especiales de accesibilidad, de movilidad y de mayor seguridad. Como el caso de Los Cristianos, en Arona, destino atractivo para turistas que requieren de sillas de ruedas, andadores o bastones para poder pasear, ya que el municipio pone a disposición de los mismos en su litoral infraestructuras y servicios públicos varios que facilitan la adaptación de sus discapacidades al mejor disfrute posible de sus vacaciones.
Mismas adaptaciones y facilidades físicas para personas con cualquier tipo de discapacidad o necesidad con las que cuentan todos los establecimientos alojativos de nuestro archipiélago, tanto en sus espacios comunes de restauración, ocio y esparcimiento, como en las propias habitaciones. Además del añadido excelente servicio humano que se les presta por parte de los miles y miles de grandes profesionales con los que cuenta nuestro motor económico en las islas.
Pero, ¡oigan!, por lo escuchado durante la última sesión plenaria del Parlamento de Canarias, debe ser que en determinados entornos familiares y de amistades de algunos y algunas representantes políticos, el único estereotipo presente es el de persona en plenitud de facultades físicas y mentales que se vale por sí misma para cualquier acción o actuación o ante cualquier necesidad humana perentoria.Su señoría, doña Patricia Hernández, diputada del grupo Socialista a la señora consejera de Turismo y Empleo, doña Jessica de León: (sic) «¿No tenemos manitas los turistas para hacernos nuestras mismas camas? ¿No pueden ir los turistas al supermercado fuera del hotel a comprarse la comida?».
Su señoría, doña Natalia Santana, diputada del grupo de Nueva Canarias, a la misma señora consejera: (sic) «La reputación del sector turístico no puede estar por encima del derecho fundamental de huelga. Designar servicios mínimos de entre un 15 y un 25% es favorecer la actividad normal de los hoteles, no para hacer prevalecer la seguridad».
Sublime la réplica de mi compañera y magnífica consejera, Jessica De León, en respuesta a unas señorías que singularmente le recriminaban haber decretado los referidos servicios mínimos durante la huelga: «Cuando uno espera más de la política, tenemos que asistir a intervenciones como la suya».
Pensando en los millones de turistas que depositan en Canarias su bienestar vacacional y su seguridad –especialmente aquellos mayores de edad con movilidad reducida u otros con discapacidades varias (también invidentes); o en familias con bebés-, queda claro que hay quienes políticamente, con tal de congraciarse sin fundamento con la parroquia de turno, son capaces de anteponer irresponsabilidad verbal a prudencia organizacional. Capaces en una huelga de vaciar los hoteles de personal, sin permitir una mínima plantilla de seguridad y servicios básicos, por ejemplo, para este tipo de clientela.
Evangelistas coyunturales de un irresponsable populismo, que igual que se atreven a proclamar lo de «que hagan las camas con sus manitas», «que vayan al súper a comprar comida» o «la prioridad no es la seguridad, sino el derecho a huelga», capaces serían también –a saber- de dejar una nota escrita en las habitaciones de estos clientes más vulnerables diciéndoles: «Estamos de huelga. En caso de incendio, escapen como puedan. Y el último en salir, que apague la luz».
¡Ah, no, que la luz se va sola en España, sin explicación real ni rendición presidencial de cuentas!
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