Cuenta la tradición cristiana que el mártir Cristóforo asistió a un niño desconocido que le pedía ayuda para cruzar un río cuya crecida hacía cada vez más arriesgado sortearlo. Y que una vez atravesado éste, no sin dificultades dada también la sensación de peso extremo ... que le producía cargar con el pequeño, ya en la otra orilla el niño se le reveló como Jesucristo.
«Tú no sólo has tenido en tus hombros el peso del mundo, sino al Hombre que lo creó. Yo soy Cristo, tu Rey, a quien has servido en este oficio», le manifestó el pequeño antes de desvanecerse. Momento desde el cual dicha tradición configura simbólicamente a San Cristóbal como patrón de viajeros y transportistas de toda índole y condición. Y especialmente de marineros.
Aquí en Gran Canaria, en nuestra capital, el popularmente conocido como 'Castillo de San Cristóbal' (¡cuya denominación real es la de Torreón de San Pedro Mártir!) fue edificado en 1578, casi un siglo después de que hubiera acabado la conquista de nuestra isla por parte de la Corona de Castilla. Construcción que correspondía a un plan integral de fortificación de la ciudad a instancias del Rey Felipe II de España, conocido como 'el Prudente'.
Destacando como hitos que pusieron en valor arquitectónico, funcional e histórico dicha instalación militar los ataques repelidos a piratas, corsarios, ejércitos enemigos y de «otros visitantes no deseados», durante sus intentos de asalto y saqueo a la ciudad, como por ejemplo los del británico Francis Drake (en 1595); o sólo cuatro años más tarde, por el holandés Pieter van der Does. Ambos, de facto, de los primeros 'turistas' internacionales quizás que arribaron a nuestras costas, aunque por otros intereses y motivaciones.
Un Castillo de San Cristóbal, Monumento Histórico Artístico desde hace 75 años y protegido -supuestamente- gracias a la ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español que, sin embargo, sufrió un ataque muy reciente en ocasión de los duros embates de un bravío Atlántico que, en abril del pasado año, generó numerosos destrozos e inundaciones tanto en el frontispicio marítimo de nuestro popular barrio marinero como en los hogares de un buen número de vecinos. Con imágenes de olas que superaban las alturas de las viviendas y negocios del barrio; con adoquines del paseo y piedras de la playa que salían despedidas cual mariposas de papel; y con una subida del nivel del mar que, durante horas, convirtió a San Cristóbal en la plaza inundada de San Marcos en Venecia.
San Cristóbal ya existía muchísimo antes de que la autovía GC-1 empezara a asfixiar, lateral y literalmente, desde finales de los 60 del siglo pasado a nuestro popular barrio costero. De hecho, su nacimiento casi vendría a coincidir con el momento en que, en 1878 (trescientos años después de su construcción), el ejército desistiera para siempre de seguir utilizando la histórica guarnición militar marina.
Por lo que, en lógica preservación de uno de nuestros enclaves más populares, en todo momento debiera velarse desde las diferentes administraciones públicas no sólo por un continuado mantenimiento y conservación de dicho enclave y de su entorno. Sino, sobremanera, acudir con prontitud en caso de fenómeno o circunstancia adversa tanto para recuperar las infraestructuras afectadas como a la vez aportar mejoras a las mismas con el objetivo de elevar su grado de protección ante, en este caso, unos fenómenos de la naturaleza cada vez más frecuentes como consecuencia de los efectos que el cambio climático está generando en la naturaleza. En el caso de Canarias, desde la subida progresiva del nivel del mar, hasta la reiteración a lo largo de todo el año de calimas y más calimas. Entre otras derivadas en nuestro archipiélago de dicho cambio climático.
Con prontitud -tras las fuertes pleamares de ese abril de 2024- por supuesto visitó la zona afectada la actual señora alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, como no podía ser menos tratándose de la máxima autoridad de la primera institución responsable de cualquier barrio capitalino. Más una posterior reunión en Madrid con el Secretario de Estado de Medio Ambiente a fin supuestamente de (sic, cojan aire) «…iniciar la tramitación de un encargo al Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas para un estudio de posibles medidas de prevención en el marco de las estrategias de adaptación al cambio climático y tratar la afectación de fenómenos extremos marinos al barrio marinero de San Cristóbal…», yuossss. Mayo de 2024.
¿Han tenido oportunidad de visitar, de ir a comer, a pescar o a coger olas recientemente en San Cristóbal? Las deficiencias perennes vía obras paradas y medio abandonadas un año después; la nueva singular colonia de gatos residencializada al cobijo de una ya gigante y herrumbrosa cola de ballena (y seguro que de algún que 'otro visitante no deseado' como contaba un vecino); y las vallas, basura y restos de 'albañilería' allí observables son tan largas como el pomposo y presuntuoso epígrafe enunciado entre comillas en el párrafo anterior. Y créanme que cualquier parecido con la realidad de cualquier otro barrio de nuestra ciudad capital, novena ciudad de España, es…real y auténtico. ¿O no?
Una presuntuosidad impropia e inadmisible para cualquier administración pública. Mucho menos para aquella que es a la que primero acude la vecindad. En una inmerecida y ya cronificada situación de afección social colectiva que hunde sin remedio a nuestra capital, ya sea en términos de infraestructuras medio derruidas o a medio hacer sin visos de culminación (ahí están las continuas devoluciones de fondos y subvenciones a los organismos otorgantes); ya sea en términos de caos organizativo y reclamaciones de colectivos profesionales municipales; o términos, también, de caos viario, de insalubridad, de inseguridad, o de desapego a nuestros elementos históricos y culturales de referencia. Como el Castillo de San Cristóbal y su barrio marinero. Por ejemplo.
En una ciudad que aspira -dicen- a ser Capital Europea de la Cultura en 2031 (en el vericueto textual de «primera ciudad insular española»), pero que también hace escasamente un año -casi con la pleamar de San Cristóbal- tuvo que devolver al Gobierno de Canarias una subvención de 15.000€ que no supo destinar para la adquisición de libros para las bibliotecas de la ciudad.
Y una ciudad -mejor dicho, un actual Ayuntamiento- que sigue sin atender a la absoluta predisposición de la actual Consejería de Transición Ecológica de nuestra Comunidad Autónoma que, con Mariano Hernández Zapata al frente de un excepcional equipo de técnicos especialistas, ha elaborado y ha presentado a los vecinos un proyecto básico de hasta cuatro alternativas para salvar San Cristóbal, compatibles e integrables entre sí: ampliación del paseo, mejora del malecón, habilitar una nueva escollera e implantar un dique semi-sumergido. En lo que ha sido su segunda visita y atención a los vecinos en poco más de medio año, aun no teniendo 'competencias vecinales' para poder efectuar un inmediata y directa intervención en las zonas e infraestructuras afectadas.
Con el excepcional añadido político -se debe recalcar y aplaudir- de también contar dicha Consejería regional con una proactiva y positiva correspondencia y predisposición institucional, por su parte y aun no tratándose de la misma organización política, de la Consejería de Medioambiente, Clima, Energía y Conocimiento del Cabildo Insular de Gran Canaria. Tal y como, en solo cuarenta y ocho horas, tanto se ha demostrado y manifestado públicamente tanto durante esa presentación del proyecto a los vecinos; como a su vez ha quedado claramente constatado durante la celebración en Infecar del Foro Internacional Ecoislas desarrollado estos últimos días.
Cuestión de valores y de principios que anteponen el interés presente y futuro de nuestra sociedad y ciudadanía en general. O cuestión de valores e intereses políticos tacticistas aderezados con actitudes estilo yo-me-mi-conmigo que lo que anteponen es el interés del singular cartel electoral individualista de turno. Esa es la cuestión. Y la elección.
Oremos, pues, a y por San Cristóbal, patrón de viajeros. Y ya de paso, visto lo sufrido en estas últimas legislaturas municipales capitalinas, preguntémosle aquello de «¿en manos de quién estamos?». A la vez que pidámosle por un plan integral de salvación de nuestra capital. Y roguémosle para que nos ayude a cruzar este río de tamaños despropósitos.
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