Verano del 25: Houston, tenemos un problema
Pero una luna que, en tiempos recientes y en lo que a nuestro país se refiere, sí ha sido o está siendo testigo visual de, entre otros, dos nefastos acontecimientos acontecidos en España: el gran apagón lumínico y energético del pasado mes de abril
David Morales Déniz
Diputado autonómico del Partido Popular de Canarias. Director de empresas y organizaciones turísticas
Sábado, 16 de agosto 2025, 22:50
Se acaban los héroes. No los de comics, capas y súper-poderes. Sino los terrenales, los de andar por casa. Esos que, en silencio, sin ... algarabías ni estridencias, han escrito hazañas inimaginables o han ido aportando a lo largo de la historia soluciones y logros de toda índole en cualquier campo o rama de actividad, para bien de la raza humana. Como Katalin Karikó y Drew Weissman, artífices de las primeras vacunas contra la Covid-19, y Premio Nobel de Medicina (ambos) en 2023.
Y es que ha fallecido a los 97 años de edad el único hombre que ha ido a la luna en dos ocasiones, pero que sin embargo nunca tuvo la oportunidad de poder pisarla finalmente. Ha muerto James Arthur Lovell. Ha muerto el astronauta que dio pie a una de las frases más celebre y conocida: Houston, tenemos un problema ('Houston, we have had a problem').
11 de abril de 1970. Con su propio lema «Ex luna, scientia» («De la luna, conocimiento»), despega la misión Apolo 13 con James Lovell como comandante. Objetivo: repetir el éxito del Apolo 11 que, en julio de 1969, había posibilitado por primera vez que el hombre dejara su huella sobre la superficie lunar. La huella de Neil Armstrong. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad. Con la 'Canary Station' (así bautizada por la NASA) de Maspalomas como enlace clave de comunicación y seguimiento entre Houston y todos aquellos héroes legendarios.
Muy a su pesar, dos días después del despegue y cuando la nave se encontraba ya a más de 320.000 kilómetros de distancia de la Tierra, la explosión de uno de los tanques de oxígeno de la nave deja a ésta sin energía, ni agua ni calefacción. Del sueño de Lovell de poder pisar la luna, al dolor de tener que verla por la ventanilla a escasos metros, y a la pesadilla de cómo sobrevivir junto a sus compañeros de viaje en ese accidentado escenario y en esas pésimas condiciones infrahumanas y técnicas.
Tras la explosión, y desechada la idea del alunizaje previsto, una vez resuelto en el módulo lunar de la nave el hándicap de la aminoración de oxígeno y de falta de energía, Lovell se valió de su experiencia en navegación estelar para, cual avezado marinero de la antigüedad, corregir el rumbo de la nave y aprovechar la fuerza gravitatoria de la luna para rodearla y poder así regresar a casa, con apoyo también de los ingenieros de la NASA. Revivan esta fascinante historia a través de la interpretación, entre otros, de Tom Hanks como el comandante Lovell en la película 'Apolo 13'.
Aunque parezca mentira, hace ya más de cincuenta años que el hombre no ha vuelto a la luna. Estimándose en estos momentos que no será al menos hasta 2027, en el marco del nuevo programa Artemis de la NASA, cuando un pie humano vuelva a pisar el suelo de rocas, polvo mineral y partículas finas que recubre nuestro único satélite natural. Hacia el cual, por cierto, parece se dirige ahora el meteorito 2024 YR4, de unos 60 metros de diámetro y ya con un 4,3% de probabilidad de chocar contra la superficie lunar.
Pudiendo llegar a generar el impacto sobre la luna no sólo un cráter de unos dos kilómetros de diámetro; sino también la expulsión hacia el espacio de escombros minerales lunares que podrían llegar a la Tierra como lluvia 'de estrellas', con el añadido del riesgo para los satélites artificiales que orbitan nuestro planeta. Y con ello apuesten que a un seguro caos en términos de telecomunicaciones. Y de apagones de todo tipo. Kit de emergencia, sí o sí. No sea incluso el meteorito desvíe el rumbo y…nos acabe pasando lo que a los dinosaurios.
Una luna, por cierto, de la que decae esa leyenda urbana que refiere que la única construcción del hombre sobre la Tierra que es visible desde la misma es la gran muralla china. Una leyenda originada allá por 1754 por el médico, ilustrador y anticuario inglés, William Stukeley, que así lo refirió de pasada en una de sus cartas fechada en aquel año. Lo cual nadie pudo desmentir…hasta la llegada del hombre a la luna más de doscientos años después.
Pero una luna que, en tiempos recientes y en lo que a nuestro país se refiere, sí ha sido o está siendo testigo visual de, entre otros, dos nefastos acontecimientos acontecidos en España: el gran apagón lumínico y energético del pasado mes de abril. Y en estas tristes fechas actuales, las llamaradas enfurecidas que están devorando miles y miles de hectáreas de parajes y monumentos naturales; pueblos y caseríos; y, mucho peor aún, vidas de agentes forestales y de voluntarios en la tragedia.
Un gran apagón eléctrico ('blackout' en inglés) que afectó a servicios esenciales (caso de los hospitalarios), a las telecomunicaciones, a los transportes, a la actividad comercial, etc., y del que aún el gobierno central sigue sin dar respuesta acerca de la verdadera causa del mismo.
Y unos actuales incendios que arrasan nuestro país, de norte a sur, y de este a oeste, varios de ellos incomprensible e intencionadamente provocados por pirómanos 'de serie' o por egoístas buscavidas profesionales. Con el impresionante dato de que, desde el pasado 01 de junio, la Guardia Civil ha detenido ya a más de 30 personas por su presunta implicación en fuegos forestales. «Tenemos una legislación que favorece los incendios», argumentan los expertos. Y los delitos en general, podríamos añadir.
Un gran apagón energético que también en estos días tiene su paralelismo en ese otro gran apagón que sufre ahora España, el de su irrelevancia como actor internacional de referencia. Con el presidente Sánchez excluido de las recientes reuniones de primer nivel respecto a la guerra de Ucrania entre Donald Trump, el propio Zelenski y los principales líderes europeos (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Polonia, Finlandia, además de las presidentes de la Comisión y del Consejo europeo, y del jefe de la OTAN), previo al encuentro previsto en Alaska entre Trump y Putin. Consecuencia ello quizás de lo acontecido durante la reunión de la OTAN en La Haya el pasado mes de junio cuando se debatía la exigencia estadounidense del incremento del gasto militar por parte de los aliados.
Un gasto militar -en estos tiempos de tantísima inestabilidad geoestratégica mundial- que, en términos básicos, está suponiendo por ejemplo que, en Polonia, el país más invadido de la historia, las licencias de armas para civiles se hayan cuadriplicado en los últimos cuatro años ante el temor de que Rusia señale a Varsovia como uno de sus siguientes objetivos. En una suerte también de paralelismo con lo ocurrido en los prolegómenos de la II Guerra Mundial y los conocidos afanes expansionistas de la Alemania nazi.
Y un gran apagón en lo que a nuestra actual relevancia internacional se refiere (en una suerte de excepción ibérica en absoluto conveniente), que también va sufriendo sus pequeñas réplicas en el progresivo desmoronamiento de nuestros valores y configuración democrática larga y duramente conseguida. Ante lo cual la sociedad española en su totalidad, sin excepciones y con independencia del posicionamiento y opinión socio-política de cada ciudadana, de cada ciudadano, no puede permanecer impasible como si la peligrosa (y a veces imperceptible) erosión de nuestra hasta ahora sólida estructura constitucional representara tan sólo una ínfima brizna de polvo lunar que se despega de la superficie por el efecto arrastre del meteorito de turno.
Se trata tan sólo de levantar la cabeza, situarse respecto a las estrellas, y fijarse bien en el actual rumbo errático de nuestra gran nave nodriza. Para actuar democráticamente en consecuencia. Todos a una como si fuéramos Lovell. Para evitar por todos los medios el otro y metafórico gran 'blackout' de nuestro país. Porque, Houston, de verdad que tenemos un problema.
Tras salvar su vida y la de su equipo logrando la proeza de sobrevivir en el espacio infinito y regresar a la Tierra, Lovell declaró: «Hay personas que logran que ocurran cosas; hay otras que se limitan a observar lo que ocurre; y otras que simplemente preguntan qué ocurrió. Para tener éxito hay que lograr que ocurran cosas». Y mejor aún -añado yo- si lo hacemos como sociedad en conjunto.
Lovell murió en día de luna llena. E imaginaba a su alma viajando al encuentro de esa luna que nunca llegó a poder pisar, mientras de fondo sonaba el réquiem 'Ex luna, scientia' del pianista y compositor Max Richter. Un réquiem que no queremos para España.
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