Arancel, aranceles. La palabra más pronunciada en un espacio tan corto de tiempo, desde que el pasado día 2 de abril Trump mostrara al mundo ... su particular tabla de los mandamientos arancelarios. Esa en que aparecían hasta las islas Heard y Macdonald, una zona habitada tan solo por pingüinos y focas cerca de la Antártida, a 4.000 kilómetros al sur de Australia y accesibles tras un viaje en barco de siete días partiendo desde la ciudad de Perth.
Más allá de la sorna e ironía con que inicialmente los medios de comunicación y sociedad en general trataron, tratamos, este particular castigo impositivo a ese ínfimo territorio insular pingüinario del que nunca habíamos oído hablar, lo cierto es que hace unas fechas el Secretario de Comercio estadounidense explicaba que el motivo para señalar en el mapa arancelario a esas islitas pertenecientes a Australia desde 1947, era el de blindarse ante cualquier vacío legal que facilitara transacciones comerciales con origen o destino desde o hacia territorios, bien exentos de 'tariffs' (aranceles); bien desde los que Estados Unidos hubieran recibido en alguna ocasión que otra extraños cargamentos de mercancías.
Como así parece que sorprendentemente hubiera acontecido, cuando a las aduanas portuarias estadounidenses hubiese llegado hasta un cargamento de botas de la marca Timberland con sospechoso origen comercial en dichas islas, más apropiadas para una nueva entrega de Jurassic Park, El Deshielo, que de ser emplazamiento fehaciente de actividad industrial o comercial alguna sobre las mismas.
En cualquier caso, por aquello de unirme al colectivo internacional de analistas que estudia la afección al comercio mundial de la imposición de aranceles de entre el 10 y el 30% a Heard y Macdonald, personalmente mi teoría apunta a que, en este particular, creo que tuvimos suerte en Canarias (como 'islas') de no aparecer -al menos transcritas- en la tabla de marras. Porque, a mi entender, la verdadera intención trumpiana no era la de castigar económicamente con aranceles a los pingüinos y a las focas de Heard y Macdonald, sino a los del Loro Parque que, entre otros alimentos, se nutren de arenques.
Arenques y aranceles, o viceversa, que presentan un denominador común múltiple de sumo interés en el nuevo recorrido por el que pretende transitar la administración Trump: el de la sacudida al tablero de relaciones internacionales por todos durante las últimas décadas conocidas; y el de la configuración de un nuevo orden mundial basado en ese eslogan de 'Make America great again, y los demás en fila a besarme el culo'. No lo digo yo, sólo replico lo vulgarmente espetado por el supuesto líder del mundo libre.
Aranceles y arenques, ahora a la inversa, que en su caso permiten desvelar la x de la ecuación norteamericana: Dinamarca. Y para ser, más preciso, Groenlandia, la joya de la corona danesa, la auténtica obsesión territorial del momento de Donald Trump, junto a su sueño de convertir a Canadá en el estado número 51 de la Unión (no la europea, sino la estadounidense).
Y es que sólo en 2024, -a efectos del interés específico de las focas y pingüinos del reconocido zoológico y centro de conservación de especies del norte de Tenerife-, los pescadores daneses se apuntaron el excepcional dato de más de 96 mil toneladas de capturas de arenques por todo ese Mar del Norte, con un valor de mercado de unos 82 millones de euros. Si bien, más que arenques ('herrings' en inglés), a Trump lo que le interesa de Groenlandia son sus vastísimos recursos minerales, cada vez más 'a la vista' y al alcance de la mano extractiva debido al deshielo progresivo de su territorio.
Un proceso de deshielo consecuencia, sí, del calentamiento global, que viene siendo controlado y verificado por la NASA, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, que también mira p'abajo gracias a los miles de satélites que nos rodean, y que constatan que Groenlandia ha perdido más del 20% del hielo de los glaciares, vertiendo además agua dulce a las corrientes oceánicas y potenciando a medio y largo plazo el riesgo de colapso de la corriente del Atlántico Meridional de Convección (AMOC). Un colapso que mandaría a tomar por c…saco incluso a nuestros vientos alisios. Adiós, panza de burro.
Y un exabrupto que casi se me escapa en el párrafo anterior como consecuencia no sólo de tener muy presente la traducción al español del 'kiss my ass' que les narraba antes y saben soltó Trump durante su reciente discurso ante el Comité Nacional Republicano del Congreso.
Sino que siguiendo la estela de su P.O.T.U.S. (acrónimo o nombre en clave del President of The United States), su singular vicepresidente, JD Vance (el que también acorraló a Zelensky en aquella humillante encerrona en el Despacho Oval), lo primero que soltó delante de los soldados estadounidenses al aterrizar en la base norteamericana de Pituffik en Groenlandia fue lo de «aquí hace un frío que te cagas», dando muestras de que, efectivamente, su plan geoestratégico parece consistir en mandar todo a la mierda. Porque otra explicación no se le encuentra. U obsesión por lo escatológico, o vulgaridad institucional como marchamo de la casa. Blanca. Nada más y nada menos.
Una muy sui generis política punitiva arancelaria que, por cierto, por aquello de territorios próximos a nuestro archipiélago, ha resultado bastante condescendiente con Marruecos, país al que inicialmente sólo ha establecido un casi simbólico 10% de aranceles. Y con el regalo adicional de la reiteración y reconocimiento, por parte de Trump y de su administración, de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Manifestando el latino Secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, que Estados Unidos respalda «la propuesta seria, creíble y realista de Marruecos como única base para una solución justa y duradera a la disputa».
Que, cosas de la vida, es exactamente lo mismito que manifestó Sánchez en 2022, cuando calificó la propuesta marroquí como «la más seria, creíble y realista para resolver el conflicto». Y que, entre otras derivadas que podrían afectar a Canarias, en particular, y a nuestro país, en general, sería la de la cesión por España al reino alauita de la gestión del espacio aéreo del Sáhara Occidental que, desde 1976 y por mandato de Naciones Unidas y de la Organización de Aviación Civil Internacional, se gestiona desde el Centro de Control de Tránsito Aéreo de Canarias, con especial relevancia en la gestión y control de las rutas aéreas que conectan Europa con el continente sudamericano.
En un momento en que Estados Unidos ha desbancado a Francia como principal inversor en Marruecos. Y en que nuestro país vecino ha alcanzado, en los últimos cinco años, un promedio anual de 3.300 millones de euros en inversiones en distintos sectores económicos e industriales. Y con 2.500 millones de euros invertidos en los últimos diez años en el desarrollo turístico del, actualmente, país más visitado de África.
Un 'false friend' ('un falso amigo') es una palabra o término en inglés que fonética y/o gráficamente se parece mucho a una palabra española. 'Tariff' no significa tarifa, sino arancel, una especie de coste adicional o de recargo impositivo que determinan los importes a abonar por determinados servicios o actividades.
Viéndolas detenidamente venir por aquí y por allá, no es momento para jugar internamente con 'tariffs' generalistas respecto a nuestro turismo.
Y considerando que hasta hace muy bien poco, Estados Unidos era aliado estratégico y fundamental de Occidente, parece que ahora va camino de convertirse en un falso amigo, encantado incluso de que los demás vayamos a besarle el 'ass'.
No a esa persona que sobresale de manera notable en un ejercicio o profesión, como define la RAE el término 'as'. Sino su santa posadera, eufemismo de trasero. O de c…
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.