
Francisco, el papa de los migrantes
David Melián
Ex director del Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Canarias
Martes, 22 de abril 2025, 23:32
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David Melián
Ex director del Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Canarias
Martes, 22 de abril 2025, 23:32
Apenas han pasado 24 horas desde que conocíamos la noticia de la partida del papa Francisco a la casa del Padre y aún me cuesta ... creerlo. Eran las 09.02 cuando, en medio de una reunión de trabajo, recibí un mensaje de mi hermana informándome del fallecimiento del Santo Padre. Disimuladamente, tuve que desconectar la cámara para dejar salir las lágrimas.
Aunque físicamente débil, la entereza del Papa al impartir la bendición urbi et orbi y saludar a los fieles en el Vaticano el día en que los cristianos celebramos la Resurrección de Cristo, animaba a creer que seguiría capitaneando la barca de Pedro un tiempo más. Y precisamente sobre barcas, pateras y cayucos ha girado gran parte de su pontificado, porque si por algo ha destacado Francisco es por su defensa de las personas migrantes; los últimos, los preferidos de Dios.
Repetía incansablemente nuestro deber de acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y refugiadas. En la Iglesia -dijo- cabemos todos, todos, todos.
Desde Lampedusa en 2013, pasando por Lesbos, Malta y Marsella hasta el deseo de visitar Canarias, su voz profética no ha cesado de clamar justicia y dignidad para quienes, por distintos motivos, han dejado atrás su tierra para buscar refugio en Europa. Lo vimos rezando ante una cruz elaborada con restos de un naufragio, abrazando y consolando, escuchando y lavando los pies.
Francisco no era ajeno a la realidad migratoria de Canarias, me consta que estaba muy bien informado e incluso conoció y se preocupó por historias concretas, con nombres, con rostros.
En noviembre de 2023 dirigió una emotiva carta al Pueblo fiel de Dios que peregrina a este lado del Atlántico agradeciendo a los canarios su apertura de corazón y animándonos a seguir construyendo redes de amor y faros de esperanza. Con la humildad que le caracterizó, también pidió que no nos olvidáramos de rezar por él. Es de justicia que aceptemos el reto y sigamos haciendo de nuestro archipiélago una tierra generosa y acogedora.
Sin duda, la Iglesia ha perdido un buen pastor y el mundo al más férreo defensor de las causas justas, pero sus enseñanzas y su visión deben permanecer. La tristeza estos días resulta inevitable. Sin embargo, los cristianos creemos en un Dios de vivos (Mt 22:32) y mantenemos la esperanza que insistentemente nos inculcó Bergoglio.
Gracias por tanto, Francisco. Seguiremos haciendo lío.
Descansa en paz.
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