Un cura sin cura
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«Al padre Báez se le ha ido el baifo y la Diócesis de Canarias debe poner fin a tanta machangada sin más dilación»Cuando aún seguimos inmersos en el asombro de lo sucedido en Tenerife con las pequeñas Anna y Olivia, con nuestros corazones llenos de rabia e impotencia tras un hecho desgarrador y brutal, aparece sin venir a cuento el padre Báez con unas declaraciones impresentables que han provocado sonrojo, incredulidad, vómito y rechazo, y que necesitan una respuesta inmediata de la Diócesis de Canarias, así como de otras instancias.
La sociedad no está ya para más machangadas y el padre Báez se ha pasado de frenada en este asunto. Al cura se le ha ido el baifo con un tema de enorme delicadeza y estas desafortunadas palabras deben tener consecuencias inmediatas. En la iglesia «como en todas las familias los hay más listos, más tontos y más atrevidos», como indicó ayer José Mazuelos, obispo de la Diócesis de Canarias, pero lo sucedido con el padre Báez debe tener una reacción inmediata, sin más dilación.
Riscarse por un sendero, abanderar plataformas, creerse un influencer o ser el cura díscolo de boina amarilla puede tener un pase, pero lo que manifestó en relación a la muerte de Anna y Olivia produce escalofrío. Las machangadas del representante religioso deben frenarse tras estas manifestaciones y la Diócesis de Canarias debe actuar con ejemplaridad y acercándose al sentir de la sociedad.
Canarias, en general, y Tenerife, en particular, ha estado y sigue estando a diario presente en todos los medios de comunicación a raíz de un suceso que nos ha dejado tocados. Pero que de esta tragedia salga un sacerdote grancanario a la palestra para tomar un protagonismo que alarma no debe permitirse y la Iglesia no puede ser cómplice de ello ni un día más, porque al margen de rechazar lo impresentable de sus manifestaciones es hora de actuar, y no dejar pasar el tiempo. Representar a la Iglesia y subirse a un púlpito tiene una responsabilidad. Las bufonadas no deben admitirse.
Este cura a día de hoy no tiene cura, porque siempre ha sido un alma díscola e histriónica, pero es hora de hacerle entender que hoy en día no todo vale, y menos en asuntos de tanta sensibilidad social. Confío y mantengo la esperanza de que la cicatriz que ha generado el padre Báez entre todos nosotros e incluso en la propia Iglesia suponga un antes y un después de un personaje al que ya no hay que reírle las gracias. La Diócesis no debe poner más paños calientes e intervenir, porque lo dicho por el padre Báez no hay doctrina que lo sostenga.
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