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El cuadro del rey

Psicografía ·

Se terminó la imagen de aquel monarca que parecía que nos había regalado una Democracia. Ahora queda como otro Borbón más que sale de España con el rabo entre las piernas

Lunes, 3 de agosto 2020

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Mi generación vivió el paso de la Dictadura a la Democracia con el cambio de un cuadro en las aulas. Desapareció la imagen de Franco y apareció la de un señor joven que no daba tanto miedo como el otro, y además, con ese cambio, los profesores empezaron a gritar menos y ya no nos hacían desfilar militarmente en las clases de gimnasia.

También recuerdo aquel último mensaje de Franco y el nuevo mensaje de Juan Carlos que estaba enmarcado en muchos lugares, como si fuera un país de santos, de creencias esotéricas y de necesidad de seres iluminados, casi mesiánicos. El nuevo Rey aparecía en los sellos, en las monedas y antes de comernos el turrón en Nochebuena. En aquellas noches casi parecía el padre perfecto de aquellas muñecas de Famosa que se dirigían al portal. Y lo dejamos estar, y llegó el 82 y el PSOE, y entramos en Europa, y tuvimos un Mundial y unas Olimpiadas, y parecía que la Monarquía estaba ahí sin molestar, haciendo gestiones internacionales, decían, abriendo la puerta a nuevas inversiones y garantizando la Democracia. Lo del 23F nunca estuvo claro, y al final parece que fue el pirómano y el bombero al mismo tiempo, pero bien estuvo lo que terminó bien o lo que no colocó de nuevo otro cuadro de un dictador junto a las pizarras.

Y así hemos ido pasando los años, Juan Carlos haciéndose abuelo y nosotros padres, y poco a poco ya fuimos descubriendo las tramas de Urdangarin, los despilfarros de Marichalar y la sucesión de amantes y de silencios comprados para no comprometer al Emérito. Hoy se va de España, justo cuando España puede estar viviendo uno de los peores momentos de su historia, con millones de ciudadanos que no saben ni qué comer mañana, ni dónde van a encontrar un puesto de trabajo. Y no se pueden ir porque esta vez no hay lugares donde aten los perros con longanizas o donde el dinero caiga como llovido del cielo. No creo que el campechano se vaya a un piso pequeño en Estoril o en Estocolmo. No era el momento para la huida como tampoco debió ser nunca el momento para las comisiones, las cacerías y las amantes. Soy republicano y ansío una España laica y sin gobernantes elegidos desde la cuna; pero no era este el momento para complicarnos aún más la vida diaria y los desencantos. No quedará bien a los ojos de la historia. Se terminó la imagen de aquel monarca que parecía que nos había regalado una Democracia. Olvidamos entonces las fotos en el yate del dictador y las carantoñas con el sátrapa. Ahora queda como otro Borbón más que sale de España con el rabo entre las piernas.

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