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Contagios

Lunes, 2 de marzo 2020, 11:35

La zona donde se produce el miedo fue la primera en evolucionar en los animales, hace unos cien millones de años. La evolución humana se encargó de fabricar otro recipiente donde almacenar temores, entre complejas conexiones neuronales. El cruce de los caminos que salen del cerebro es un espacio físico que regula todas las variedades del miedo; desde las simple reacción hasta las emociones más complejas. El mapa de los recuerdos se guarda en una amígdala protegida entre la masa cerebral y el tronco encefálico, y sobre esos tres ejes se establece la supervivencia de la especie.

Las glándulas se encargan de segregar en dosis adecuadas las hormonas que protegen de cada amenaza. Según la necesidad se activa la precaución o el ataque, gracias a la información procesada. Es una operación de piezas diminutas la que sostiene el imperio humano. Maravilla de la comunicación; el cuerpo convierte información en acciones a partir de reacciones químicas.

Dicen los científicos que este sistema defensivo elaborado con la paciencia de los milenios está prácticamente agotado. El modo de vida contemporáneo facilita el desarrollo de otras zonas del cerebro, donde los temores que surgen en la parte antigua se soslayan. Son las que permiten imaginar alternativas a los problemas, serenar los ánimos ante las adversidades, y en ocasiones generar espejismos imposibles. Luchas que conducen a la nada.

El equilibrio es delicado; cuando se rompe, no sólo se desajusta todo el sistema. Algunas mutaciones impiden el retorno al pasado, otras perpetúan los daños. Por eso cuando se impone el miedo, los avances conseguidos suelen destruirse y olvidarse. Hay un peligro obvio en ciertos contagios, pero es más agresivo el virus de los sembradores de falsedades.

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