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Constitución inmóvil

Del director ·

Seguimos teniendo una Constitución que fija la primacía del varón en la sucesión al trono

Lunes, 6 de diciembre 2021, 07:49

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Llega otro aniversario de la Constitución y sigo sin entender el miedo a abordar su reforma. Ya sé que abrir un melón como ese es una invitación a un lío político y social de gran calado, pero hay melones que acaban pudriéndose sencillamente porque se les coloca en la despensa y nos olvidamos de que siguen allí. Por ese camino creo que va la Constitución y costó tanto sacarla adelante en la España de la Transición, que aquel esfuerzo no merece este inmovilismo. Si pudo conseguirse su aprobación en una España que salía de cuarenta años de dictadura, con actores políticos que habían estado en las trincheras enfrentadas de la Guerra Civil y con ETA sembrando cada semana con algún atentado mortal, creo que lo de ahora, siendo difícil, no debe ser visto como un imposible.

Es más, cuando ha habido necesidad se ha retocado el texto constitucional. Incluso se ha hecho de tapadillo, que es algo inadmisible teniendo en cuenta que se trata de la piedra angular de nuestro ordenamiento. E incluso se ha cambiado cuando la necesidad era ciertamente discutible: lo digo por los cambios que vinieron impuestos desde Bruselas tras la crisis de 2008, en un episodio de cesión de soberanía política que creo que entra en los anales de la vergüenza como país.

Así las cosas, seguimos teniendo una Constitución que fija la primacía del varón en la sucesión al trono. Y que tampoco pone límites legales a la actividad de los miembros de la Familia Real. La realidad se ha encargado tristemente de alertarnos sobre la gravedad de esto último y pienso que la Corona, si quisiera de verdad garantizar la continuidad a largo plazo del sistema de monarquía parlamentaria, debería ser la primera en sugerir que ya es hora de actualizar ese apartado constitucional.

Es evidente que los temores a una reforma se centran en el modelo de país único pero con un sistema autonómico. En su día fue novedoso y tuvo sus aciertos pero también cerró en falso algunas heridas y se produjeron apaños no excesivamente afortunados. Uno de ellos lo padeció Canarias, con un sistema de aumento de competencias por la vía de transferencias que fue un remedio un tanto chapucero. Y hablando de las islas, todavía tiene mejor anclaje la singularidad derivada de la lejanía y la insularidad en el Tratado de la Unión Europea que en la propia Constitución de 1978.

El aniversario que hoy se celebra sería una buena excusa para anunciar una revisión a fondo. Pero para eso hace falta valentía y sentido de Estado.

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