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Conspiraciones

Del director ·

Lo de la expresidenta del Parlamento ya es capítulo aparte

Francisco Suárez Álamo

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 18 de agosto 2022

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El recuerdo del brutal atentado yihadista en Barcelona se vio empañado por la irrupción de un grupo pequeño, pero ruidoso, de personas que no respetó el minuto de silencio y que se dedicó a corear consignas a medio camino entre el independentismo, las teorías conspiratorias contra el Estado y, sobre todo, la falta de respeto. Y después está lo de la expresidenta del Parlamento catalán, Laura Borràs, que se puso del lado de ese grupo de descerebrados.

Vayamos por partes: lo primero no deja de ser anecdótico. Incómodo, innecesario, bochornoso y vergonzante, pero muy minoritario. Salvando la distancia siempre que se hace una comparación, es como el que salta desnudo en un partido de fútbol para acaparar la atención de las cámaras televisivas y que se le vea en todo el planeta: no se puede magnificar la tontería y lo que corresponde es hacer lo que ya ponen en práctica los equipos de realización televisiva, que no es otra cosa que no reírle la gracia al individuo, de manera que enfocan para donde no está el espontáneo.

Así las cosas, ¿se puede evitar que un grupo de iluminados quiebre un minuto de silencio en un país democrático? Pues no. ¿Se puede silenciar su voz sencillamente no dándole mayor relevancia mediática? Pues creo que sí. Una cosa es informar de su presencia, que es lo que corresponde, y otra darle el mismo espacio que al evento en sí y a la mayoría que acudió a las Ramblas de Barcelona para cumplir con el protocolo y, sobre todo, recordar a las víctimas y transmitir su cariño a familiares y amigos.

Lo de la expresidenta del Parlamento ya es capítulo aparte: lo suyo sí que hay que destacarlo porque siendo como es una persona con relevancia pública, es ella la que actúa de altavoz de ese grupo minoritario. Les da cancha, les confiere más protagonismo del que merecen y obliga a poner el foco en ella y, de paso, en la corte de conspiranoicos a los que exalta. Es ahí donde hay que cargar las tintas, centrar la mirada y no escatimar en la crítica y la exigencia de responsabilidades. Por suerte para la democracia y por desgracia para ella, su gesto se le ha vuelto en contra como un bumerán, de manera que el tiro creo que le ha salido por la culata.

Por último, una reflexión sobre el hecho de que en la protesta convivan seguidores de las teorías de la conspiración con fanáticos del independentismo: están cortados por el mismo patrón, pues los dos parten de presupuestos falsos y los elevan a categoría de verdad. De su verdad. O sea, de la mentira pura y dura.

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