En un gesto de supuesta dignidad política y de cierto aroma a heroicidad del general que pierde en batalla y se despide entre honores de su tropa, el que fuera presidente del Cabildo tinerfeño, Carlos Alonso, afirmó públicamente a finales de 2018 que si no conseguía salir reelegido se iría para su casa tranquilamente, dejando atrás la vida pública en primera línea.
El que fuera delfín de Ricardo Melchior, con el que acabó mal cuando dejó de hacerle caso y no descolgarle el teléfono, no es precisamente un político carismático. Es más bien todo lo contrario. Serio, forzosamente simpático, sonriente a ratos. Se hizo nacionalista después de viejo, cuando se dio cuenta que en el PP no llegaría muy lejos. Y ahí lo esperaba Melchior, que lo impulsó como una mente brillante que haría historia en la política insular y lo dejó colocado como presidente antes de acabar la legislatura. Tras su paso por la presidencia del Cabildo de Tenerife, y tras caer derrotado al no conseguir pactar para gobernar, Alonso, el héroe que se había despedido en caso de no triunfar, sigue ahí.
Coalición Canaria, que a estas alturas de la película todavía no tiene claro quién va a liderar la candidatura a uno de sus bastiones históricos, sigue esperando por Alonso, que ahora, y a pesar de todo lo dicho, se lo está pensando. Muchos de sus compañeros, y que también están en la carrera para la valiosa candidatura, todavía no se lo creen. «Estamos preparados porque si un titular sale, en el banquillo tenemos a personas preparadas», decía Linares, líder de CC en Tenerife. El problema es que en el banquillo hace mucho frío y en CC no están para inventos.