Dos años
El ataque del 7 de octubre fue una barbarie terrorista; lo que vino después, también merece la condena
Dos años han pasado del brutal ataque terrorista que segó la vida de más de un millar de personas en Israel y acabó con dos ... centenares de rehenes. Sucedió en la zona que conecta suelo israelí con la Franja de Gaza y la autoría fue de Hamás, con la colaboración más que imprescindible de otras facciones y seguramente de Irán. Todo ello acompañado de un clamoroso fallo de seguridad atribuible al Ejército, la Inteligencia y el Gobierno de Israel, que presumían de eficacia pero que evidentemente no estuvieron a la altura del desafío que supone vivir en un casi permanente estado de guerra.
La responsabilidad de lo ocurrido está, por supuesto, exclusivamente en el bando atacante. Y ahí no caben disculpas: Hamás cometió un acto terrorista, que fue brutal por su dimensión y por la barbaridad de los actos, con víctimas de todo género y edad. Tampoco cabe la ambigüedad a la hora de señalar esa responsabilidad: no vale mirar hacia otro lado o tratar de disculpar a Hamás con la presión de Israel a quienes habitan en Gaza. Cuando hablamos de derechos humanos y de vidas, una barbaridad no disculpa otra.
Dicho lo anterior, lo que vino después en forma de reacción del Gobierno de Israel también merece la condena. Los países que han sufrido el azote del terrorismo, ya sea de índole religioso o político, saben lo complicado que es calibrar la respuesta. Pero de un Estado democrático se esperan reacciones igualmente democráticas, esto es, respetuosas con la legalidad (la propia y la internacional) y, sobre todo, con los derechos humanos. De lo contrario, estaremos volviendo al ojo por ojo que acaba dando la razón a la tesis de que el hombre es un lobo que devora a los de su especie. Y así como hay lobos terroristas, la especie humana no debe convertirse en un animal para combatirlos.
Las cifras de las víctimas hace dos años y las derivadas de la ofensiva en Gaza hablan por sí solas. Pero no es solo una cuestión matemática: no hay defensa alguna para las acciones militares que han tenido como objetivo centros sanitarios, población que buscaba alimentos o periodistas. Como tampoco para los bombardeos indiscriminados de los pocos núcleos residenciales que quedan en pie en Gaza.
Ahora parece que se abre una ventana de paz. Ojalá no se cierre de forma apresurada y lo fácil es que eso ocurra, porque en un lado sigue habiendo terroristas y en el otro un Gobierno instalado en el odio y la fuerza bruta. Pero al pie de esa ventana hay hombres, mujeres y niños. Como los había hace dos años y no merecieron lo que les pasó. Pues de aquel día para acá, lo mismo.
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