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En medio de un reportaje sobre educación de mayores. Arcadio Suárez
Buenas personas

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40 aniversario ·

Ejercer el periodismo con honestidad y no defraudar la valentía de quienes ponen sus historias y un momento de sus vidas en nuestras manos es una magnífica razón para dar sentido a lo que hacemos

Teresa Artiles

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 6 de noviembre 2022, 23:56

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Llevo días dándole vueltas a qué escribir sobre periodismo y futuro. ¿Hablo de la frecuente frustración por no disponer del tiempo y la reflexión necesarios para lograr un texto que contribuya a explicar y contextualizar un tema en estos tiempos marcados por la inmediatez?

Echo de menos a grandes compañeras y compañeros que se han quedado en el camino víctimas de sucesivos ERE y decido poner el foco en la pérdida de esas firmas, en las redacciones diezmadas por las encadenadas crisis de los medios de comunicación, donde debe residir un exigible espíritu crítico y fiscalizador del poder, y eso me dibuja una profesión cada vez más precarizada.

Puedo apelar también a quienes de forma injusta generalizan y hablan de medios tendenciosos, porque seguramente formarán parte de la legión que cree que la información de profesionales que se lanza por las webs de las cabeceras debe ser gratis, lo que deja a las empresas donde trabajamos más a merced de los intereses y ansias de manipulación de terceros.

Pero no, para dar a estas líneas un aire más ligero sopeso pedir perdón por los errores que cometemos (y cometeremos) en esta vorágine diaria, compartiendo el sonrojo de memorables erratas o preguntas idiotas, como ese titular que hablaba de «infectados de VHS» en tiempos de cintas de vídeo y cruel embestida de la epidemia del sida.

Si nos situamos en el presente y el futuro concluyo, sin embargo, que es mucho más pertinente hilar la posverdad, las redes sociales, los bulos, las medias verdades siempre intencionadas y la desinformación para desarrollar por qué este oficio es hoy más necesario que nunca.

Y me asalta la reivindicación del periodismo especializado, de profesionales con la suficiente formación en áreas específicas para separar el grano de la paja, verificar, detectar la noticia, aportar rigor y crítica para, entre todos y todas, intentar completar el complejo puzle de la realidad. De adentrarnos en el metaverso, por supuesto, ni hablamos.

Sería imperdonable no mencionar que aplicar la perspectiva de género en nuestras informaciones es hacer mejor periodismo, o el reto de aprender las nuevas narrativas que impone lo online, y hacer bandera de los contenidos locales y de cercanía, esos que nos arraigan, dan sentido de pertenencia o sacan a la luz las injusticias que sufren quienes comparten calle o isla con usted.

Me sacan de este abigarrado viaje mental sobre mi profesión dos hombres y una mujer que se sientan en la mesa de al lado de la terraza de Las Canteras donde desayuno. Uno de ellos, con síndrome de Down, disfruta de su primera salida en bici por la playa con dos personas voluntarias que dedican parte de su tiempo libre a acompañar a quienes viven en soledad no deseada o tienen alguna discapacidad motora severa. A pocos centímetros una historia que merece ser contada. Y hay tantas.

Me ayudan a hablar del periodismo como un oficio donde intentamos contar a la gente lo que le pasa a la gente, lo que le afecta en su día a día o le marcará su futuro. Saber dónde poner el foco, qué rincón de la realidad alumbrar, a veces depende de un golpe de suerte ante el que hay que estar con los ojos abiertos y la curiosidad encendida, pero normalmente hay que pensar antes para encontrar a las personas que laten detrás de las frías estadísticas o de enconados debates sobre leyes, nos ayudan a poner rostros y explicar lo importante. Y, más allá de convocatorias oficiales, es esa agenda propia llena de esas voces la que nos hace sentirnos útiles. Huyendo, además, de un periodismo homogéneo en los medios.

En 'Los cínicos no sirven para este oficio', el fallecido Ryszard Kapuściński sostiene que para ejercer esta profesión hay que ser, por encima de todo, buenos seres humanos: «La malas personas no pueden ser buenos periodistas, porque solo así se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses , sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, en parte de su destino. Porque solo desde la empatía se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás».

Y sin equidistancias. Porque, siguiendo con Kapuściński , «el verdadero periodismo es intencional, aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio», que no puede ser otro que contribuir a mejorar el mundo que habitamos, ejerciendo nuestro trabajo con responsabilidad social. Solo los que pretenden que nada cambie intentarán convencernos de lo inútil de este propósito.

Amplificar la voz de quienes no suelen ser escuchados y escuchadas es una de las grandes motivaciones de un oficio en plena transformación y crisis cuya esencia se mantiene. Encararlo con honestidad para no defraudar la valentía de quienes ponen sus historias y un momento de sus vidas en nuestras manos es una magnífica razón para dar sentido a lo que hacemos.

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