Está extendida la teoría de que Pablo Iglesias tragará con todo (contradicciones en política económica se entiende) por aquello de mantenerse en el poder.
Rafael Álvarez Gil
Sábado, 25 de julio 2020, 09:50
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Toda la tensión política acumulada en los últimos meses se desatará a la vuelta del verano a cuenta de la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado; seguimos aún con los últimos de Cristóbal Montoro que datan de 2018 y que se han estirado amén de la prórroga. El Gobierno de coalición estuvo hasta justo antes de la irrupción del coronavirus sujeto a ERC y a la mesa de negociación sobre el conflicto catalán; el inesperado giro de Ciudadanos, sabedor de que la foto de la plaza de Colón de las derechas jugaba en su contra, ha dado un respiro a Pedro Sánchez al que se le sumó este semana el endeudamiento masivo de la Unión Europea como respuesta distinta a la actual crisis. Ahora bien, no está tan claro que Inés Arrimadas mantenga ese posibilismo por tan largo tiempo y puede, en cualquier instante, retomar la escalada dialéctica que caracteriza al PP y Vox. Es verdad que a Ciudadanos no le interesa ir, otra vez, a elecciones generales pues no tiene nada que ganar y mucho que perder. Pero todo dependerá de su tira y afloja con Podemos en el que está en medio el PSOE.
Está extendida la teoría de que Pablo Iglesias tragará con todo (contradicciones en política económica se entiende) por aquello de mantenerse en el poder. Y es así; la formación morada, que surgió al calor del 15M, ha tocado diferentes ministerios y eso vale su peso en oro. Sin embargo, tampoco lo explica en su integridad pues, bien mirado, asimismo a Iglesias y sus correligionarios les conviene, y mucho, salvaguardar vivo el proyecto para las siguientes citas con las urnas. Una cosa es tener cintura y otra bien diferente comulgar de una tacada con todo el programa neoliberal y recentralizador de Ciudadanos que, para nada, se acerca a la izquierda.
En función de cómo el PSOE sea capaz de hacer estos malabarismos y contentar a todos al tiempo (si es que es viable) la legislatura aguantará hasta 2023 o se esfumará en solo unos meses. El riesgo de disolver las Cortes Generales e ir a las urnas a comienzos de 2021 existe y es probable, no es ninguna quimera. La duda estriba en si el ciclo próximo de Sánchez será similar a la última etapa de José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa, abocando al desgaste irreversible del centroizquierda, o saldrá relativamente intacto gracias a la reacción europea que, se supone, conlleva una condicionalidad en la deuda laxa o casi inexistente. Esa letra pequeña no está despejada del todo y procede esperar. Aunque la batalla política estatal prosigue y tiene su cita en breve: antes del 30 de septiembre el Ejecutivo tiene que haber registrado el proyecto de las cuentas para iniciarse el procedimiento parlamentario. Ciertamente, si estalla el mandato y vamos a unos comicios puede ser una catarsis de impensables consecuencias en estos momentos. El PSOE sale en los sondeos, por lo general, ocupando la primera posición pero de poco le valdría si se plasma un batacazo de Podemos. Es lo que tiene la política en bloques: al final, conviene que a tu socio más probable le vaya razonablemente bien. Paradojas del multipartidismo.
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