La basura sí es circular
Del director ·
No vale rasgarse las vestiduras por la basura en las playas
Tras las lluvias del fin de semana, todos hemos visto imágenes de playas bañadas en color chocolate con leche y repletas de basura. Como también hemos contemplado a personas que se movilizaban para la limpieza. Entre ellas, el caso de la windsurfista Daida Ruano, que se puso en plan activista y consiguió el apoyo de propios y extraños para esa limpieza por vía urgente en la zona donde reside.
Es otra de las lecciones que deja el ciclón reconvertido en tormenta: la basura sí es circular. Que las playas cambien durante unos días de color es inevitable pero lo de la basura sí merece una reflexión más profunda. Lo digo porque no vale rasgarse las vestiduras por ver garrafas, botellas, mascarillas, restos de obras y demás porquería en la arena de las playas, pues si ha llegado hasta ahí es porque previamente alguien la tiró en los barrancos. Como tampoco hay que indignarse porque reviente una alcantarilla si el motivo es que ha habido ciudadanos incívicos que tiran por el desagüe toallitas, aceites y demás residuos que no deberían estar en esos conductos.
La sostenibilidad medioambiental solo será posible cuando todos y cada uno tomemos conciencia y la asumamos como parte de nuestro día. Y en el caso de las administraciones, lo que hay que reclamarles es reglas del juego claras, que todos sepamos lo que se puede hacer y lo que no, y que los poderes públicos actúen con contundencia con quienes incumplen las normativas. Esa fiscalización es competencia de quien gobierna y hay que exigirla; es más, la única manera de garantizar el cumplimiento de las normas es contando con un marco sancionador claro y contundente. Lo digo pensando en ayuntamientos que todavía, por ejemplo, carecen de un marco sancionador en materia de vertidos, con lo que son las empresas encargadas de la gestión del ciclo del agua quienes tienen que lidiar después con las consecuencias.
Está muy bien enseñar a los niños en las aulas que hay que separar la basura y que los océanos no son el vertedero de los plásticos, pero tan o más importante es que los padres y las madres de esos niños no caigan en la tentación de utilizar el barranco más próximo como un basurero público. Y si lo hacen, que caiga sobre ellos el peso de la ley.
Riadas habrá más pronto que tarde, escorrentías también se producirán, pero no depende de la Aemet ni un dios religioso que junto al agua los barrancos arrastren material no orgánico. Eso es de seres humanos. Y de seres incívicos.
