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José Ibarrola
De Podemos a Yolanda Díaz

De Podemos a Yolanda Díaz

La líder de Sumar nada tiene que ver con el espíritu antisistema y el sectarismo de los morados. Pero le falta conjuntar espíritu reivindicativo y sentido común

Miércoles, 5 de abril 2023, 22:43

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Para entender lo que busca y lo que puede representar Yolanda Díaz con su «proyecto de país», es preciso volver la mirada hacia atrás y entender qué fue Podemos, la organización a la cual estuvo asociada durante su actuación política en Galicia y cuyo líder máximo la designó sucesora en 2021 cuando él abandonó la vicepresidencia del Gobierno.

Para empezar, conviene deshacer el error de que Podemos fue la expresión política del 15M y en gran medida dio forma a las aspiraciones y a los rechazos de aquella gran movilización política y social de 'indignados' españoles. En realidad, la minoría activa que inspira y organiza la triunfante candidatura europea de 2014 existe ya desde ocho años atrás bajo el rótulo de 'Contrapoder', invento de Juan Carlos Monedero, motor también del patronazgo ejercido por Chávez sobre este grupo de universitarios de Políticas en Madrid, herederos de una tradición de radicalismo comunista. Con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ya a la cabeza, patrocinados académicamente por Heriberto Cairo, poco conocido geógrafo y decano desde 2010, en su línea, más benevolencia del rector Berzosa, no hubo obstáculos para «organizar la rabia».

El primer acto de 'Contrapoder' fue de solidaridad con De Juana Chaos; siguieron los escraches contra el exministro Piqué y Rosa Díez en 2008 y 2010 -borrados hoy de la red-, escalones en la conquista de la facultad. El ejercicio de ese dominio del espacio descansaba sobre una concepción maniquea en la que el grupo se arrogaba la representación exclusiva del colectivo -«los estudiantes», como hoy Irene, Ione y Pam son «las mujeres»- y excluía mediante la violencia verbal y física al demócrata nombrado enemigo. El resto ya sabía a qué atenerse.

El 15M fue la gran ocasión, proporcionando la demanda social de un movimiento político alternativo. El ajuste no fue fácil: recuerdo a Monedero cargado de papeles en la Puerta del Sol durante la ocupación y criticando el exceso de democracia del 15M en la asamblea poselectoral de Abtao. Pero con el respaldo de la videocracia de origen chavista y un excelente manejo de la comunicación, Unidas Podemos pudo lograr el apoyo de millones de votantes y la adhesión de movimientos periféricos. En una nueva democracia donde todos participaban, pero solo uno decidía, Iglesias impuso su «leninismo amable» (Monedero).

El juego pendular entre oportunismo y espíritu antisistema, vocación democrática y caudillismo acabó produciendo el inevitable desgaste en militancia y adhesiones. También virajes en profundidad como el ahora representado por Yolanda Díaz, en la estela del uso comunista de rebelión del designado contra quien lo nombró como prevista marioneta suya.

A la luz del discurso del Magariños y de su ejecutoria en el Gobierno, Yolanda es ciertamente una rebelde, y en sus sueños una revolucionaria, lo que viene bien para devolver entusiasmo a sus seguidores, aunque nada tiene que ver con el espíritu antisistema y el sectarismo de Podemos. Enlaza con la tradición reformadora que hizo de Comisiones Obreras una pieza clave del avance económico y político de los trabajadores (ahora llamados «la gente») y, en consecuencia, de la Transición democrática.

Yolanda olvida cautelosamente la Constitución de 1978, lo mismo que el nombre de Errejón, pero su proyecto se ofrece como punto de llegada de una larga trayectoria de lucha del pueblo, con la Constitución de 1812 como punto de arranque. Después de celebrar por la mañana la presencia de un retrato de Francisco Giner de los Ríos en el Prado, fue una satisfacción para mí oír a Yolanda Díaz destacar a Pi y Margall y al federalismo, al lado de la inevitable Rosalía de Castro, cuando rememora la historia de nuestra democracia. Y sin renunciar al estandarte del feminismo, ni a las posiciones de vanguardia en el aborto y la ley trans, buscar apoyo en la figura al tiempo trágica y ejemplar de María Lejárraga como ejemplo de la mujer explotada y humillada que apunta sin reservas al objetivo de liberación (entre líneas, la figura de la madre está siempre ahí en el discurso de Yolanda, sin provocar repliegue alguno a su feminismo).

Siempre pensando en el antecedente histórico de CC OO, le falta a Yolanda Díaz la feliz conjunción que se dio en los años 70 entre la tenacidad, el espíritu reivindicativo y el sentido común que caracterizaron, pienso yo, a Marcelino Camacho, y el rigor analítico con que contribuyó Nicolás Sartorius. Todas las necesidades sociales y económicas enunciadas por Yolanda Díaz son válidas, solo que es insuficiente con sumar: hay que conjugar, fijar prioridades y atender a los equilibrios del sistema (pensemos en los Pactos de La Moncloa). Critica frontalmente al PP y nada dice ahora -lo dijo en el Congreso con elogio abierto- de la política de Pedro Sánchez en todos sus aspectos. Como decía una canción humorística de aquella época, «si todo va bien (con Sánchez), ¿para qué cambiar?». ¿Para qué querer ser presidenta? No basta solo con sumar.

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