A ustedes, que nos regalan sin contraprestación sus historias, vivencias, preocupaciones y alegrías, millones de gracias. Porque sin su generosidad no tendríamos nada que contar más allá de las agendas oficiales
Veinticuatro años dan para escribir mucho. Y más en un periódico. Tirando por lo bajo han sido 8.544 noticias, como mínimo, si calculamos una información por edición. Pero el número es irrelevante. Lo que realmente ha merecido la pena en este viaje es que, ustedes, los que están al otro lado del papel o la web, me hayan permitido poner nombre y cara a las injusticias, a la intolerancia, a los prejuicios, a la discriminación, a la marginación, al miedo, a la incertidumbre, a la enfermedad, al dolor... Y frente a todo esto, como contraposición, a la solidaridad, la igualdad, la interculturalidad o los derechos humanos.
A ustedes, que nos regalan sin contraprestación algunas de sus vivencias, preocupaciones y alegrías, millones de gracias. Porque sin ustedes, no tendríamos nada que contar más allá de las agendas oficiales. Gracias por dejarnos ser útiles, por aportar nuestro granito de arena en mejorar esta sociedad, muchas veces mezquina, egoísta, intransigente e injusta.
Créanme que no ha sido fácil. En ocasiones, ha sido hasta turbador afrontar una página en blanco para relatar qué historias. La periodista que escribe estas líneas se ha bregado durante dos décadas en el ámbito sanitario, al lado de pacientes y familias que se han visto y se ven afectados por enfermedades crónicas, enfermedades raras, desórdenes graves, enfermedades terminales, desamparados por la administración, olvidados en una lista que no justifica una espera tan prolongada, un público roto, desesperado y deseoso de que se le escuche, de cualquier ayuda o facilidad que se le pueda ofrecer aunque les llegue, como último remedio, de la mano de un medio de comunicación. Porque, sinceramente, visto desde el otro lado de la barrera, no es agradable hacer públicas nuestras miserias al resto del mundo, ¿no creen?
Pero también, he sido testigo de la lucha de los profesionales sanitarios y no sanitarios obligados a vivir desde hace años una situación de inestabilidad laboral severa que no termina de corregirse, que sufren a diario una elevada presión asistencial, que se enfrentan al deterioro progresivo de la actividad asistencial y a un modelo de gestión sanitaria caduco y aún así, seguir al frente del cañón cada nuevo día. Trabajadores que reclaman una mayor inversión para Primaria, más recursos en los servicios de Urgencias, más minutos para atender con calidad a los pacientes. Sí, esos mismos que han terminado por colapsar, personal y profesionalmente, durante la pandemia del coronavirus.
Amplificar la voz de los que no suelen ser escuchados es, quizás, lo más enriquecedor de este oficio porque con cada historia contamos a la gente lo que le pasa a otra gente. El célebre periodista Ryszard Kapuscinski decía, no sin razón, que «la cualidad principal del buen reportero es la empatía, porque la fuente principal del conocimiento periodístico son los otros. Hay que intentar comprender a los demás, sus intenciones, sus dificultades, sus tragedias; hablar con personas que no conocemos, preguntarles cosas sobre las que quizás no tengan deseos de hablar. Y convertirse en parte de sus destinos».
Incluso cuando la pandemia de la covid-19 nos obligó a transformar nuestra forma de trabajar, al confinamiento en nuestras casas, a reducir las interacciones sociales, el centro del interés periodístico continuó siempre siendo las personas. 2020 fue, sin duda, un año en el que se produjeron cambios significativos en todos nosotros.
Fueron momentos de confusión. Nos enfrentábamos a lo desconocido. Las ruedas de prensa, entrevistas y los encuentros con las fuentes ya no eran posibles tal y como se habían hecho hasta entonces. La no presencialidad fue un obstáculo a superar con la ayuda de las nuevas tecnologías. Casi nos tuvimos que reinventar, pero aún así, en uno de los momentos en los que trabajar como periodista era más difícil que nunca, continuamos dando a conocer sus historias.
Creo que todos los que estamos en periodismo lo hacemos porque pensamos que es un oficio noble esto de contar historias. Mucho más de lo que muchos consideran. Y a mí, me reconforta pensar que con mi trabajo he podido ayudar aunque sea un poquito a esas personas que han puesto sus historias en mis manos. Y en este 40 aniversario de CANARIAS7 no puedo dejar pasar la ocasión de agradecerles, una vez más, haberme permitido formar parte de sus vidas, aunque solo haya sido por unos minutos.
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