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Fervor

Fervor

Jueves, 1 de enero 1970

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A pesar de las horas que mi abuela dedicó a enseñarme a persignarme, los únicos fervores que heredé de niño fueron la emoción ante las carreras de Daniel Pollo Vidal en las bandas del Estadio Insular y el amor por los recopilatorios rojo y azul de los Beatles.

Aunque lo religioso no me ocupe ni tiempo ni lugar puedo llegar a entender las costumbres de fe que son hábito en muchas personas. Muchas de ellas confinadas de pie tras las vallas en la pasada Romería del Pino mientras que políticos y otros VIP ocupaban asientos reservados o tenían el privilegio de desfilar tras la talla de la virgen.

La imagen no es inocente. Ni siquiera en estos días en los que nos movemos en las aguas de lo laico. Sigue mostrando una diferencia de clases injusta y tribal. Rozando lo extravagante al ver a muchos cargos públicos de la isla, de ideologías y creencias probablemente muy alejadas de la devoción, mostrando palmito y hasta presumiendo de outfit en el último Pino antes de las próximas elecciones autonómicas.

Muchos de esos admiradores de la palabra tampoco tienen acceso al templo en el día grande, mientras que los denominados servidores de lo público gozan de entrada gratis y en primera fila del espectáculo.

El resto, el pueblo, queda apretado contra la verja como animales en el matadero. Al sol incandescente de septiembre.

Lo más curioso de la estampa es que es simple populismo, un término proscrito entre los políticos contemporáneos. No se trata de representación popular, porque yo –ni usted– he votado a nadie para que se vista de canario y se vaya de romería mientras la gente de la calle es alejada del centro de la fiesta. Les he votado para que me representen con una gestión honrada y atenta a los problemas de la tierra.

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