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El sabor del ron

El sabor del ron

Jueves, 1 de enero 1970

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La moderación y el disfrute de los placeres están casi siempre unidos a la madurez y al desarrollo personal. Si no saboreamos los días o los vinos, las comidas o los momentos, viviremos siempre en un continuo hartazgo o en una búsqueda imposible después de empacharnos sin saber siquiera lo que estábamos probando o lo que estábamos viviendo. Detener el tiempo, bajar el ritmo cuando todo es ruido y movimiento trepidante, buscar el sosiego, e incluso acallar el coro de voces que a veces nos confunde, es una manera de vivir con más fundamento, con más jeito y con más conciencia de lo que lo hacemos habitualmente. El placer es siempre sagrado y sublime. Si no aprendemos a valorarlo, solo nos proporcionará una efímera y casi inapreciable sensación que apenas logrará asir la mano del recuerdo o de la memoria.

Estos días se ha editado un libro titulado El sabor del ron. Lo escribe Alfredo Martín Amador, dueño del Gabinete Gastronómico y uno de los más sabios, conspicuos e inteligentes sibaritas que yo conozco. Alfredo es hijo de uno de los impulsores del ron Arehucas y llevaba mucho tiempo tratando de sacar adelante ese proyecto editorial, justo desde que publicó hace unos años Jaque al ron. En una comida que tuvimos el otro día para hablar del libro, Alfredo nos contó que una media copa pequeña de ron le duraba toda una tarde. Busca aromas, maderas, texturas (masticaba el ron, eso fue lo que nos dijo exactamente) y tonos nuevos en el color, o percibe la variación del sabor al contacto con el aire o con la copa para que cada sorbo sea siempre un festín inolvidable. El libro, que cuenta con 191 páginas exquisitamente maquetadas, y que está ilustrado con unas magníficas fotografías de Leandro Betancor Fajardo, no es ajeno a la polémica a la hora de ilustrarnos sobre el contenido real del azúcar, la pureza y los procesos de fabricación de muchas marcas conocidas. No creo que haya muchas personas en estas islas que sepan e investiguen tanto sobre el ron como Alfredo. Y es que más allá de las explicaciones técnicas, de los datos historiográficos o de los falsos mitos de esta bebida de bucaneros y de esclavos, y también de aristócratas y de hedonistas, Alfredo se adentra en la literatura del ron, en lo que está un poco más allá de las evidencias. En esa comida nos dio a probar un ron de la isla de Guadalupe, y ahí fue cuando los comensales nos dimos cuenta de que todo lo que aparece en ese libro contiene la sabiduría que solo regala la cata sabia y pausada de quien lo ha escrito, como si en su propia escritura se hubiera seguido un proceso semejante a la destilación del ron. Cuando se acerquen a este libro sabrán un poco más de ese ron que creíamos que solo era una bebida para el trago corto o para los combinados que alargaron la euforia de algunas noches inolvidables.

CICLOTIMIAS

No hay amanecer que no sea importante para quien sabe mirarse.

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