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Draghi o el plato de calamares

Martes, 1 de agosto 2017, 13:29

Hace tan solo unos veranos estábamos pendientes de la troika. En función de cómo aumentaba día a día la prima de riesgo, temíamos que en cualquier instante llegase esa intervención que secuestrase la soberanía nacional. Casi nadie manejaba eso de la prima de riesgo por lo que de la noche a la mañana no le quedó otra al españolito medio que amoldarse a la jerga y a las más variopintas magnitudes macroeconómicas. Por unas jornadas, y solo por unas jornadas, en la barra del bar se hablaba de los hombres de negro y no de los fichajes futboleros o de esa caña bien fría que uno se tomaría con una buena ración de calamares en una terraza viendo la orilla del mar.

«Mario Draghi era el hombre del momento, el más esnob a la luz de esa España achicada a las que otros nos habían abocado. Éramos los campeones de la deuda privada (empresas y familias)».

Mario Draghi era el hombre del momento, el más esnob a la luz de esa España achicada a las que otros nos habían abocado. Éramos los campeones de la deuda privada (empresas y familias) cuando creíamos que estábamos por encima del bien y del mal. José María Aznar venía a decir que este país hacía un tiempo que a efectos prácticos estaba intervenido. Y no mucho antes, José Luis Rodríguez Zapatero presumía de una economía española a la altura de la vanguardia europea. Aquello fue de locos, tanto que aún lo estamos pagando. Algunos dirán que vamos curados de espanto. Puede ser. Pero casi mejor que cuando un político al uso lanza unas declaraciones de andar por casa sobre cómo nos va, échense a temblar o pónganse a cubierto debajo de la mesa de ese mismo bar que otorga refugio cotidiano. No es de extrañar, por tanto, que el afán hispano esté abonado al pesimismo histórico de los últimos siglos.

Para Mariano Rajoy ya somos otros. Hay crecimiento económico y bien que lo luce el Gobierno, aunque no todo sea mérito suyo. Ay, la globalización. Por lo que usted puede olvidarse de tormentos de antaño, sacar la tarjeta de crédito para comprar lo que se tercie y vaya pensando en uno, dos o tres platos de calamares para este agosto en la playa. Otra cosa es que no todos puedan irse de crucero y que los bancos del parque del barrio sea la última frontera para estos meses calurosos. Qué sería de nosotros sin la política monetaria ultraexpansiva del Banco Central Europeo, el bajo precio del crudo o de nuestro tejido productivo asentado en la hostelería donde se da trabajo a una legión presta a la precariedad. Pero olvídese de todo. Que ya está bien de preocuparse durante el año. Y tómese su caña con sus calamares. Y brinde por Aznar, Zapatero y Rajoy (y, de paso, por su suegra) mientras intente relegar en su mente cuándo este país se fue al carajo.

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