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En busca de oportunidades
Tribuna libre

En busca de oportunidades

Que los niños migren ilegalmente no es la solución, pero ¿quién podría convencer a un pobre, que hace oídos sordos, a que no intente revertir la situación?

Assane Diop

Inmigrante senegalés

Jueves, 26 de octubre 2023, 19:42

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La inmigración hacia España existe desde hace muchos decenios. Pero llega a su cúspide en estos días, con las oleadas interminables procedentes del África francófona. El país que destaca entre todos es indiscutiblemente Senegal, donde se encadenan problemas preocupantes entre la pobreza, la carestía de la vida, el paro y una inestabilidad política sin precedentes.

Las zonas costeras de Senegal van repletas de cayucos en los que navegan, además de capitanes pescadores, muy conocedores del mar, muchos jóvenes, mujeres y niños indefensos.

¿Qué llevaría a seres humanos con familia y ambiciones a jugarse la vida en una travesía marítima que no garantiza las menores medidas de seguridad?

Si una persona decide entre acabar con la pobreza y acabar con su vida, estará pasando por pruebas tremendas. En un país donde el mercado es informal, no hay mucho control sobre las normas diseñadas por la ley, se puede incumplir el deber de pagar impuestos, cada uno se las tiene que arreglar como buenamente pueda.

En África, son muchas personas en busca de trabajo, y muy pocas que están oficialmente cualificadas, disponiendo de algún título que lo asevere. Todo se hace con voluntad y no con criterios preestablecidos de trabajo. Para llevar a cabo actividades fructíferas, los jóvenes están dotados, pero a los que son analfabetos no se les reconoce su mérito. Y para levantar cabeza, sólo se les proponen trabajos penosos.

Hablar su idioma materno en África y dominarlo a la perfección, así sea en lenguaje escrito como en lenguaje oral, no es sinónimo de tener estudios, ser intelectual ni mucho menos. El francés, el inglés y, en menor medida, el español y el portugués encabezan el sistema educativo africano. No viene mal que se estudien las lenguas extranjeras que dominan a escala mundial, es más bien una enorme ventaja. Pero tenían que ser un valor añadido al rico mosaico lingüístico africano.

No todos tenemos el mismo don de manejar cualquier idioma distinto al nuestro. Imponer al niño de unos seis años el aprendizaje de las asignaturas a través de otro idioma le supone un doble trabajo. El primero consiste en entender el significado del texto desde el punto de vista lingüístico; y el segundo, en procesar el propio mensaje que conlleva. Eso es la causante de que muchos alumnos, tras mucho tiempo librando batallas que se saldan con fracasos, tiran la toalla sin que se les ocurra más tarde recogerla.

Unos años después, no parece mentira que se conviertan en adultos desubicados dentro de una sociedad que prácticamente no les ofrece ninguna alternativa.

A eso se le tiene que sumar el hecho de imaginarse que Europa es un paraíso, pintado de rosa, donde el dinero cae de los árboles, y se atan los perros con longanizas. Hay que sumarle también la influencia de los que emprendieron el camino ilegal, sinuoso y más que arriesgado, pero que al final arribaron, obtuvieron la documentación y se realizaron.

¿Para qué le sirve a uno vivir si no sobrevive ni sobreviven los suyos? ¿Qué importa morir si la vida tortura más que la muerte?

La cuestión, para los inmigrantes ilegales, es cambiar su situación o dejar de vivirla entregando su alma al Dios en el que tanto creen y en el que depositan su entera confianza.

A los jóvenes africanos les hacen falta gobiernos dignos, honestos y preocupados por el mañana de sus países. Los recursos africanos están desaprovechados. El talento de las poblaciones también.

El visado para trasladarse debidamente desde África hacia Europa se concede a muy poca gente, la mayoría con el propósito de estudiar o con una fortuna que no tiene cualquiera. Al contrario, van europeos a África sin problemas mayores que cargar su maleta de ruedas para pisar la tierra africana un par de horas más tarde.

No es preferible que los niños migren ilegalmente, ¿pero quién podría convencer a un pobre, que hace oídos sordos, a que no intente revertir la mala situación?

¿Por qué les es tan difícil tanto ganarse la vida en su país de procedencia como acudir legalmente a su país de destino?

Un trato de igualdad entre géneros, gobiernos, países, razas, bajo el consentimiento de todos, tiene que dejar de ser sueño para hacerse realidad.

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