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Amor colonoscópico
San Valentín

Amor colonoscópico

A la última ·

Lo cierto es que, falacias políticas aparte, prefiero un ramo de flores. O de quesos y embutido, mejor

Domingo, 13 de febrero 2022, 06:20

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Los diamantes son los mejores amigos de una chica. Y de los raperos, que ya no solo se ponen pedruscos en las orejas, sino también en los dientes. Mira tú, la encrucijada: se les queda un trozo de hamburguesa metido entre los quilates y no saben si ir al odontólogo o al joyero. Pero yo, que hace tiempo que dejé de ser una chica y que nunca he sido rapera, no quiero diamantes. No los puedo lucir por la calle por si los menas. Y no los puedo guardar en mi casa por si la ocupan. Hay algunos que sólo quieren sacar votos (o votox) metiéndonos miedo en el cuerpo y fuego en la cabeza.

Lo cierto es que, falacias políticas aparte, prefiero un ramo de flores. O de quesos y embutido, mejor. O un beso por las mañanas. O unos pies calientes por la noche. O un café que aparece junto a mi ordenador. O una carantoña que me revuelve el pelo. O un silencio que respeta el mío. Es un amor colonoscópico, vale. Pero amor, al fin y al cabo. Y a prueba de la cursilería de San Valentín y sus escapadas románticas, su lencería sexy y sus cenas para dos. El amor vende porque nos gusta demostrar que estamos enamorados. Unos lo hacen con regalos pomposos, otros con discretos afectos cotidianos. Algunos, con la desmemoria: mientras esperaba en el médico, se sentaron a mi lado unos cincuentones que no podían quitarse las manos de encima. Tenían pinta de arrastrar una buena mochila a la espalda, pero se toqueteaban como si se hubieran olvidado de los fracasos anteriores, como si no hubieran perdido la capacidad de volver a arriesgarse, como si no tuvieran miedo a sufrir una nueva decepción. El amor no es privilegio de los jóvenes. También hay nuevos amantes que son viejos. Y viejos amantes silenciosos.

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