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Alberto Núñez Feijóo llega al Congreso junto a Cuca Gamarra.

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Alberto Núñez Feijóo llega al Congreso junto a Cuca Gamarra. ep

Los tres desafíos de un Feijóo a prueba

El dirigente gallego tiene ante sí el reto de formar un equipo que restañe las heridas internas, dar con el tono ganador de oposición a Sánchez y ensanchar su electorado para sacudirse la sombra de Vox

Jueves, 31 de marzo 2022

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Entre las faldas del distrito compostelano de Casas Novas donde se levanta el palacio de Monte Pío, residencia del presidente de la Xunta de Galicia, y la madrileña calle de Génova 13 de Madrid que aún alberga las fortalezas y las debilidades del PP median 600 kilómetros y un universo político. Alberto Núñez Feijóo conoce bien ese trayecto entre los aposentos domésticos del poder gallego y las tentadoras expectativas de la efervescente y recalentada capital madrileña, pero hasta hoy siempre lo había recorrido como un invitado. Con billete de vuelta.

Atrincherado en la seguridad de cuatro mayorías absolutas y pisando sobre un terreno –el país de los gallegos donde pesca votos con redes pelágicas- conocido al dedillo. Si todo líder político necesita que le quieran y le requieran, Feijóo se ha quedado sin excusas para renunciar al confort de la hegemonía gallega por la incertidumbre de si será capaz de devolver al PP «las mayorías amplias» que le catapulten de nuevo a la Moncloa. En pleno trauma por el venenoso pulso entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, el partido se ha convertido en un clamor para que el dirigente orensano, tan habituado a salir a hombros de las urnas, coja de una vez las riendas.

Pero la política –y singularmente la que se despliega en el asfalto madrileño- es especialista en transformar las lunas de miel en lunas de hiel. Y aunque Feijóo va a estrenar galones entronizado, sí, en el congreso extraordinario del PP que levanta hoy el telón en Sevilla, no deja de ser un liderazgo a prueba. A prueba de desafíos y de su propia capacidad para maniobrar en un ecosistema donde cae a plomo y no con las decenas de palabras gallegas que describen la lluvia.

La actual portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra.
La actual portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra. EP

1.

El nuevo equipo

La candidatura única y aclamada del todavía presidente de la Xunta ha tenido en estas semanas de transición un efecto balsámico inmediato: un PP a punto de fagocitarse carcomido por las disputas internas se ha apaciguado con el golpe de timón de los barones aupando a Feijóo. Y otros impactos cuya onda expansiva está por comprobar: la reivindicación de los cuadros curtidos en las responsabilidades de gobierno bajo los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy; la revancha más o menos explícita de quienes quedaron orillados o tuvieron que irse por las decisiones del tándem Pablo Casado-Teodoro García Egea; y la reactivación de los militantes que han copado los actos de Feijóo en su recorrido por la España autonómica de la que, según se jacta, el PP sería el máximo exponente. El homenaje al 'aznarismo' –que a Feijóo le sirve para barnizar este congreso de crisis con el brillo de las mayorías del pasado, lo mismo que a Casado le valió para hacerse con la presidencia prometiendo un partido sin complejos- y el rescate de figuras como Esteban González Pons o Teófila Martínez, a sus 74 años, apuntan a la determinación del nuevo líder de arraigar su proyecto con la historia; con la historia del PP ganador, el único que –por otra parte- él ha encarnado en Galicia. Lo que está por ver es cómo engarza Feijóo en su equipo ese elogio al pasado de gloria electoral con la savia nueva. A sus correligionarios que le son más afines con quienes han quedado defenestrados tras la forzosa salida de Casado y García Egea. La fulgurante elección, vía tuit, de Cuca Gamarra como nueva secretaria general da pistas de pragmatismo y conciliación. Pero también de cómo Feijóo manda -y mucho- desde la falsa leyenda del indeciso.

Pedro Sánchez saluda a Nuñez Feijóo durante la Conferencia de Presidentes celebrada en La Palma.
Pedro Sánchez saluda a Nuñez Feijóo durante la Conferencia de Presidentes celebrada en La Palma. R. C.

2.

El modelo de oposición

Obligado a tener que exponerse más de lo habitual y en un terreno que no es puramente el de gestor, Feijóo empezó con un acuerdo de mínimos con el Gobierno de Pedro Sánchez en la Conferencia de Presidentes de La Palma, que cada interlocutor interpretó a su manera: el dirigente socialista se aferró a la unidad de circunstancias para obviar los escollos con que iba a toparse por el impacto socioeconómico de la guerra de Ucrania; y el líder gallego se quedó con la –vaga- promesa de rebajas fiscales para decirse ahora «engañado» por el inquilino de la Moncloa. Vestido con la prestancia de la política de toda la vida frente a un Sánchez una década más joven que él y tras desalojar a un Casado que parecía imberbe comparado con los trienios en el poder del presidente de la Xunta, Feijóo ha comenzado a trazar un modelo de oposición que va a tropezar con el hecho de que él no es diputado para poder darle la réplica a Sánchez sesión a sesión de control. Un modelo que se distancia en las formas más acres del 'casadismo', no tanto en su trasfondo combativo. El mismo Feijóo que se ha ofrecido para pactos de Estado desde «el constitucionalismo, el europeísmo y el atlantismo», felicitándose de ser más leal al Gobierno que Unidas Podemos como socios de Sánchez, ha acusado al Ejecutivo de «forrarse» con los impuestos pese a la parte que cosechan autonomías como la que él aún encabeza; de ser la «peor» dirección posible para España desde el restablecimiento de la democracia; y de estar comandado por un presidente «déspota» y «autista», descripción esta última que le acarreó la protesta de una asociación que vela por quienes sufren esa patología. Al Feijóo recién elegido líder del PP le esperan en la esquina la convalidación del decreto de medidas de choque contra la crisis inflacionista agudizada por la guerra y el giro en la histórica posición de España sobre Marruecos. Sánchez, según el dirigente popular, le ha puesto «muy difícil» el 'sí' al plan de emergencia. Pero es que él tiene casi imposible dar el 'no' a un paquete de iniciativas que alivia a sus votantes y al conjunto de la ciudadanía. Feijóo luce la aureola del moderado pactista. En realidad, sus cuatro mayorías absolutas en Galicia han hecho que él no se haya visto forzado nunca a aliarse ni a ceder ante nadie.

Mañueco estrecha la mano a Juan García-Gallardo (Vox) tras el acuerdo de gobierno en Castilla y León.
Mañueco estrecha la mano a Juan García-Gallardo (Vox) tras el acuerdo de gobierno en Castilla y León. EP

3.

La relación con Vox

Lo que le sirve a Feijóo para Sánchez –«no vengo a insultarle, vengo a ganarle»-, también podría hacerlo con Vox. Cada vez que le interpelan por la formación de ultraderecha, el mandatario gallego se afana en trazar una línea entre la sigla –de la que se aleja- y sus militantes, filtrados muchos de ellos de las filas del PP como se escapa el agua de un grifo estropeado. Está por reconstruir con exactitud el papel del líder de la Xunta en las negociaciones que han desembocado en la entrada inaugural de Vox en el Gobierno de Castilla y Léon, severamente cuestionada en el seno de los populares europeos a los que el partido se ha trabajado después para contar con algunos de sus rostros más visibles –Weber, Metsola y Schinas- en el congreso de Sevilla. Pero si algo ha querido evidenciar es que ha sido la mano de Alfonso Fernández Mañueco, no la suya, la que ha mecido la coalición con los de Santiago Abascal, que están haciendo de rogar la investidura del presidente castellanoleonés. «A veces es mejor perder el gobierno que ganarlo desde el populismo», proclamó Feijóo horas después de tragarse el sapo del primer ejecutivo compartido con la derecha extrema en la historia democrática española. Pero hoy por hoy, las cuentas no dan para alcanzar en solitario la Moncloa. Y está por ver si el nuevo presidente del PP conseguirá galvanizar al electorado a su favor en las dos direcciones que ha explicitado en los mítines de su campaña interna: recuperar a los votantes que han hecho perder al partido su condición de estandarte de las mayorías sociales –parte de los mismos se han ido a Vox, pero no todos-; y atraer a los socialistas clásicos, de orden, que se habrían alejado del «Partido Sanchista». Anclarse en el centro –o en la democracia cristiana y el liberalismo templado- para desde ahí expandirse a derecha e izquierda constituye un reto mayúsculo para un Feijóo que, no obstante, parece haber dado con la fórmula en Galicia a tenor de su cadena de mayorías absolutas. Pero por de pronto, ahí está el interrogante sobre si estrenará su flamante mandato fotografiándose en la investidura de Mañueco codo con codo con Vox y su desprecio a «la derechita cobarde».

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