«Hay que preocuparse más por cómo viven y no por dónde rezan»
Ana López y su hermano, agricultores jumillanos, emplean a decenas de inmigrantes para sacar adelante la cosecha de fruta de hueso
Alberto Sánchez
Jumilla
Domingo, 10 de agosto 2025, 07:07
Ana y Antonio López son la tercera generación de una familia de agricultores de Jumilla que han pasado por todos los cultivos típicos del municipio. ... Ahora manejan alrededor de cien hectáreas de fruta de hueso y estos días recogen los últimos melocotones y paraguayos. Llegan a sacar dos millones de kilogramos por campaña y, en los picos de más trabajo, llegan a emplear a medio centenar de jornaleros. «Esto demanda mucha mano de obra aunque tecnifiques el campo, y se sostiene con la población inmigrante», comenta Ana a este periódico mientras revisa la fruta dañada por el granizo de las últimas semanas.
A los dos hermanos les acompañan desde bien temprano el pasado viernes una cuadrilla de 16 personas, todos de origen latino o africano. «Todos los años tramito permisos de trabajo», y en muchos casos es la vía para regularizar la situación legal en España. «Muchas de esas personas que trabajan ahora en la agricultura mandan gran parte de su salario a sus familias, que están en sus países de origen. Se levantan a las cuatro de la mañana, llegan a echar doce horas, cargando kilos y kilos», detalla, al tiempo que pide combatir la economía sumergida que impide cotizar a los inmigrantes.
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Ana marca muy bien los tiempos de trabajo para sus compañeros y evitar así la fatiga física. En el Ramadán, subraya, la jornada se adapta para hacerles llevaderos los días de ayuno. «Hay que poner más control a la droga», un problema creciente que ve en el municipio, «y preocuparse más por cómo viven, en qué condiciones y si tienen contrato. Y al final los problemas de la inmigración los atajas así, no diciéndole a la gente que no vaya a rezar al campo de fútbol».
Red de apoyo
Junto a ella, está Mahamadou Salou, 34 años y de Mali, quien llegó a España en 2018 y conoce a Ana de mucho tiempo trabajando juntos. «No me puedo quejar de nada, siempre he vivido del campo y ahora comparto una casa con varios compañeros», cuenta mientras descarga un capazo de paraguayos en una caja. «En las fiestas grandes de los musulmanes somos muchos, no cabemos en la mezquita, y por eso vamos a sitios más grandes».
Ana es tajante con esta situación: «Si no estuvieran ellos no podríamos cosechar. No se puede ser hipócrita, decir que no quieres inmigrantes pero sí que vengan a recoger la fruta». Ellos, añade, construyen una red de apoyo que terminan tejiendo para cubrir necesidades básicas como la vivienda o la búsqueda de empleo: «Se apoyan mucho entre ellos porque han pasado muchas calamidades. Pero si les fastidiamos con estas cosas, el problema lo vamos a tener todos cuando vayamos al supermercado y no haya nada».
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