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Fue, sin duda, uno de los personajes claves para acabar de apagar los últimos rescoldos del golpismo en las Fuerzas Armadas que amenazaban la estabilidad de la joven democracia española. La fecha de su nombramiento como ministro de Defensa lo dice casi todo: el 26 de febrero de 1981, solo tres días después del asalto al Congreso de los Diputados. En vísperas del 40 aniversario del 23-F, falleció esta madrugada a los 92 años Alberto Oliart Saussol, solo unos días después de ingresar en el hospital tras infectarse de covid.
La pandemia se ha llevado por delante a este merideño de origen catalán que aceptó sin titubear el encargo del recién investido Leopoldo Calvo Sotelo de meter en cintura a los uniformados que horas antes, algunos desde la sombra y otros de manera más clara, habían apoyado a los golpistas que habían tomado el palacio de la Carrera de San Jerónimo. Dicen los que le conocieron que aquellos días fue, ante todo, pragmático y ordenó dirigir el proceso por el 23-F solo contra los cabecillas para evitar así una escabechina que podría haber acabado con millares de mandos y soldados imputados, creando un caldo de cultivo ideal para que los mandos más involucionistas siguieran enredando en las Fuerzas Armadas.
Durante meses el ministro de la UCD tuvo que maniobrar para evitar que la entrada en prisión de los cabecillas del golpe, el procesamiento de 33 mandos o la condena en junio de 1982 de 30 de esos militares no desembocara en un nuevo alzamiento o, al menos en una nueva conspiración. Suyo –dicen- fue el mérito de embridar a parte de una cúpula militar que no ocultaba su falta de sintonía con la recién estrenada democracia española, hasta el punto de que en diciembre de 1981 un nutrido grupo de mandos en activo público el llamado 'manifiesto de los 100', expresando sus simpatías por los golpistas que iban a ser juzgados semanas después por el Consejo Supremo de Justicia Militar.
Buena parte del acierto de Oliart en su lucha contra los recalcitrantes en el Ejercito fue el nombramiento el 22 de mayo de 1981, solo tres meses después del golpe, del teniente coronel Emilio Alonso Manglano al frente de los servicios secretos, entonces Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa). Manglano en solo unos meses consiguió convertir el espionaje franquista en un moderno servicio de inteligencia de corte democrático que poco después fue clave para descubrir otra intentona golpista, el conocido como 27-O o 'golpe de los coroneles' otra conspiración para una nueva asonada militar en la víspera de las Elecciones Generales del 28 de octubre de 1982 que ganaría por mayoría absoluta Felipe González. Un plan que consistía en varios atentados contra políticos progresistas o autonomistas y la posterior voladura de un bloque de viviendas militares en Madrid para culpar a ETA con el fin de se justificar una intervención del Ejército.
Con la llegada del Gobierno socialista, Oliart, que antes de ministro de Defensa había ocupado con Adolfo Suárez las carteras de Industria y Sanidad y Seguridad Social, desapareció de la escena política, dejando como legado unas Fuerzas Armadas en las que los involucionistas habían quedado prácticamente relegados y la entrada de España en la OTAN en mayo de 1982, una misión en la que también se empleó a fondo.
Alberto Oliart, a pesar de ser cortejado durante años por diversos partidos solo aceptó volver a la primera línea en noviembre 2009, cuando dijo sí a la propuesta de José Luis Rodríguez Zapatero de presidir RTVE. Oliart dejó el ente en julio de 2011 y durante la última década había vivido totalmente apartado de los focos.
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