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Madrid, al límite

Madrid, al límite

Las imágenes de la trágica situación de la capital empiezan en las colapsadas Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales y finalizan en las listas de espera de los crematorios.

Doménico Chiappe / Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Las 1.396 camas de sábanas blancas, un delgado colchón, carentes de un cabecero, se esparcen en línea y bien separados sobre la moqueta gris de tres de los pabellones gigantescos y anodinos de la Feria de Madrid (el antiguo Ifema), los número cinco, siete y nueve, donde en otras ocasiones se han celebrado citas como la Cumbre del Clima. Ahora solo hay espacio libre como barrera a un virus que dicen no puede saltar más de dos metros, mientras empiezan a trasladarse a este extraño hospital de emergencia los primeros pacientes.

Las circunstancias al límite que vive Madrid obliga a la improvisación, para poder acostar a las miles de personas (unos 9.000 contagios según el último recuento) que cada día acuden a los hospitales de la ciudad. La Consejería de Sanidad asegura que podrá doblar su capacidad, si «la situación lo requiere». Incluso podría llegar a las 5.000 camas. Ya se ha comenzado con el traslado de enfermos leves. En una hora, más de cien.

Con más de 1.700 contagiados y 1.900 altas, la Comunidad de Madrid ha encargado, en paralelo al Gobierno central, 300 respiradores, miles de test y miles batas y mascarillas desechables, asegura Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad desde su reclusión por COVID-19. «Sin este material las UCI podrían colapsar», dice en una entrevista al canal regional. «Seguimos adelante medicalizando hoteles para pacientes y personal".

Los madrileños se han volcado a responder a la emergencia. Unos 7.400 voluntarios, junto a 90 ONG y otras entidades se apuntaron en 24 horas en el registro de la Comunidad, según la Consejería de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad.

El gigantesco hospital del Ifema, reconvertido en 18 horas, cuenta con casi 100 camas en una desmontable Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), que comenzará a llenarse. Las UCI de la región están funcionando al doble de su capacidad. En situación de colapso, como las definió Ricard Ferrán, presidente de la Sociedad Española de Medicina Crítica e Intensiva. Entre todas las UCI de Madrid hay casi 800 camas y se podría llegar hasta las mil, ocupando espacios «no idóneos», según establece el Plan de Contingencia.

En Madrid ya han muerto 1021 personas por COVID-19. «Una avalancha» de tragedia, dice Sánchez. Los servicios trabajan hombro con hombro. Hay 1.300 pacientes en los hospitales privados de Madrid, trasladados por los servicios públicos. Los centros médicos privados pueden sumar hasta 6.000 camas en hospitalización y UCI. Susana Díez, supervisora de la UCI del Gregorio Marañón se baja la mascarilla para decir: «Con este bicho, podemos», en un mensaje grabado. Se busca reemplazar al personal contagiado entre los 14.000 médicos y enfermeros que se han jubilados en los últimos años en España.

Drama en Urgencias

Entre tanta desolación, un poco de esperanza. «Raúl, te vamos a quitar este tubo que tienes en la boca», le dice el doctor a su paciente en la UCI. Tres personas hacen maniobras, según se ve en el vídeo. «Ahora respira tranquilo», le dice como última recomendación el doctor. Las enfermeras aplauden. «¡Ese equipo de UCI!». Es el primer paciente 'extubado'. Hay emoción, sonrisas detrás de los tapabocas. Es la hora de los sanitarios.

El 12% de los infectados en España pertenece al sector sanitario, según cifras de Fernando Simón, director de Emergencias de Ministerio de Sanidad. Desde el inicio los sanitarios han reclamado más protección. Las mascarillas quirúrgicas, dicen sus delegados sindicales, no son suficiente protección. «Necesitamos mascarillas FP2 y FP3». También requieren botellas de agua, pues los trajes y las mascarillas generan deshidratación. «Situación desesperada», dice en el Hospital Príncipe de Asturias, con más de mil pacientes ingresados por coronavirus y todavía más de media centena pendiente de ingreso. Solicitan EPI y respiradores.

En los servicios de Urgencias se agolpan los pacientes en camas en los pasillos o en las sillas de las salas de espera, como se aprecia en dos vídeos distintos del Severo Ochoa. Se cuentan respiradores artificiales libres, que hay reunidos en donde quepan, listos para quienes los necesiten. Se escuchan toses. Las enfermeras cruzan a un ritmo de marcha olímpica. Los pacientes en Urgencias esperan hasta 30 horas, según fuentes sindicales en Leganés.

Ante la crisis, el Ayuntamiento ha habilitado un polideportivo en dos horas, con 70 camas, gracias a Protección Civil y Médicos Sin Fronteras. Aunque no es sólo cuestión de colchones separados metro y medio, y de una desinfección: se instalan duchas y servicios para personas con discapacidad física. «Podemos llegar a 160 camas si fuera necesario», dice Teodoro Becedas, el coordinador jefe de Protección Civil de Leganés. Todavía no se han utilizado. «Que no nos pille a la carrera».

En el hospital Infanta Leonor los pacientes se acuestan en el suelo, sobre una sábana, dos con mascarillas, uno con respirador. Otros se encorvan en las sillas. Los sanitarios con trajes de protección los sortean como pueden. El Hospital de La Paz ha alargado sus Urgencias a una carpa anexa, blanca en las inmediaciones.

Ciudad de bulos y hoteles

Los bulos corren en unos ciudadanos encerrados y desprotegidos de su propia desinformación. Incluso aparecen supuestos médicos que envían desesperados mensajes de voz. El jefe de Servicio de las UCI de la Fundación Jiménez Díaz desmiente ciertos datos infundados. Reconoce la necesidad de respiradores. Van llegando a medida que se requieren. Aún hay para todos los pacientes. Los planes de contingencia han ampliado las camas a los rincones disponibles. El estado de emergencia impide que los profesionales pierdan energía en desmentidos constantes.

Los bulos han llegado a puntos de gravedad en Madrid. Una usuaria denunciaba en Twitter que en los hospitales de la Comunidad dejaba morir a los mayores de 65 años: «los sedan y utilizan los respiradores para personas más jóvenes». A lo que le responde una sanitaria del Gregorio Marañón: «No se deja morir a nadie. Se muere gente, sí, pero no por falta de medios». Desde el días 20 en ese hospital sólo se atienden urgencias.

A pesar de las calles vacías de Madrid, la ciudad sigue una inercia que no la ha inmovilizado completamente, tampoco a su inquina política. Siguen los obreros de las obras levantando edificios y haciendo reformas mientras un extremo político desempolva en redes sociales los convenios de la era de Esperanza Aguirre y el cierre de un hospital público para dar peso a su modelo de una sanidad concertada, y el otro extremo incita caceroladas a las nueve de la noche contra la gestión del Gobierno. Ruido de fondo no tan pírrico.

No se detiene tampoco uno de los mercados centrales más grandes del mundo. De madrugada los 200.000 metros cuadrados de Mercamadrid han sido desinfectados por 40 efectivos de la UME.

Los hoteles se desocupan de turistas y se llenan de pacientes y personal sanitario. Hay 334 habitaciones en distintos establecimientos como el B&B Aeropuerto y el Room Mate Mario, cercanos a los hospitales Príncipe de Asturias, Henares, Torrejón, Infanta Sofía, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Clínico, 12 de Octubre, Fundación Jiménez Díaz, Infanta Leonor, Sanchinarro, La Princesa y Santa Cristina. Ahí sus médicos, enfermeras y personal sanitario redoblan las guardias. Temen llegar a casa y abrazar a los suyos.

Últimos momentos

En el hospital San Carlos, tras su puerta de Urgencias, un hombre esperaba a tener noticias de su padre, de «85 años y con demencia». Afirma que la doctora que le atendió, con cara de preocupación, le dijo que todavía está vivo. Ni siquiera eso sabía antes de llegar.

En las residencias de personas mayores y dependientes no se reponen las bajas de la trabajadoras contagiadas. «Los centros que se medicalizan no cuentan con los refuerzos sanitarios que se precisan», dice Rosa Cuadrado, secretaria general de CCOO Sanidad Madrid. La Unidad Militar de Emergencias (UME) desinfecta los centros de ancianos, mientras dentro se instalan incluso salas similares a una UCI.

Lo más difícil es ese momento de la muerte. Muerte solitaria en una cama de hospital de Madrid. No se permite la entrada de familiares en los hospitales. «Nosotros informamos a la familia», ratifica Natalia Gil García, en mensaje. «Ellos saben que los estamos cuidando pero ahora somos invisibles», dice Cristina Díez.

Los crematorios trabajan 24 horas, la lista de espera demora cuatro días. Una mujer que era residente del centro Monte Hermoso, que falleció en el hospital después de la alarma, tardó dos días en ingresar en el crematorio, mientras sus familiares aguardaban, primero, una respuesta sobre su estado, y después un aviso de acudir a recoger los restos. No hay despedidas, ni siquiera cuando, como ellos, no pudieron acompañarla en sus últimos momentos. Los servicios funerarios, incluso los privados, restringen el acceso.

Frente a la muerte, la vida. En Madrid unas 50 mujeres han dado a luz con coronavirus. Afirman los expertos que pueden amamantar a sus hijos sin riesgo.

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