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Hospitales de campaña en tiempos de paz

Hospitales de campaña en tiempos de paz

En pleno siglo XXI, nadie en España podía imaginar que el Ejército volvería a las calles y que las grandes superficies albergarían hospitales de campaña. Tampoco que se convertiría en ciudadano de en un país receptor de ayuda humanitaria, una situación excepcional que no se vivía desde la Guerra Civil (1936-1939).

Alida Juliani / Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Con 6.528 fallecidos, 78.797 casos registrados y 4.907 pacientes en cuidados intensivos, según los últimos datos oficiales, y con el «pico de la curva» aproximándose en el horizonte, las hospitalizaciones aumentan exponencialmente y se suman a las que ya existen, con el riesgo de colapso que estos supone para el sistema.

Desde grandes ciudades como Madrid o Barcelona, hasta la pequeña Segovia, próxima a la capital española, están recurriendo a los hospitales de campaña (más de una docena hasta ahora por todo el país) para descongestionar a los centros sanitarios, que están al límite de sus capacidades.

Madrid, con 22.677 contagios y 1.429 en cuidados intensivos, fue la región que primero asumió el reto de levantar un hospital de campaña dado el elevado número de afectados por la Covid-19, que en apenas unos días amenazó con colapsar sus hospitales.

En 48 horas, el Ejército lo organizó en el enorme recinto internacional de ferias y congresos, con capacidad, si llegara el caso, para 5.500 pacientes, aunque por ahora se usarán solo 1.300 plazas.

Muchos pacientes ya empezaron a recibir el alta de esa instalación, los más leves, mientras se han terminado de acondicionar las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) para atender a los graves.

Un trabajo rápido y solidario que se completó con la instalación y dotación en apenas cinco días de los circuitos de oxígeno, en la que han colaborado entre 40 y 50 personas entre personal autónomo, desempleados y bomberos que se unen a las más de 300 que de forma altruista hacen cola cada día para que se les asigne una tarea.

«Comenzamos con turnos de atención a pacientes de 7 horas, pero ahora se han reducido a 4, principalmente porque los trajes con los que entramos a atender a los enfermos, similares a los de los buzos, son muy pesados, incómodos y dan mucho calor», explica Andrés uno de los 400 médicos que trabajan en ese hospital de campaña, junto con auxiliares, enfermeros, supervisores, celadores y personal de limpieza.

«Los pacientes están tranquilos y se les nota agradecidos. El estar aquí les hace sentirse protegidos. Al término de mi tercer día, tengo la sensación de que este recinto se está preparando para una avalancha de enfermos que todavía no ha llegado», asegura.

Emergencia Sanitaria

La ONG Médicos Sin Fronteras también abrió dos hospitales de campaña en pabellones de dos de los ciudades más afectadas de la región de Madrid, Leganés y Alcalá de Henares, con una capacidad conjunta de más de 200 camas.

«La gestión de la epidemia requiere una mentalidad de emergencia humanitaria para buscar soluciones fuera de lo habitual, con el objetivo de aumentar la capacidad de manejo de casos, reducir la mortalidad y frenar el contagio», señaló el doctor David Noguera, presidente de MSF España.

El objetivo de estas estructuras de apoyo es, según la doctora Paula Farias, coordinadora de MSF en Madrid, «descongestionar los servicios de urgencias atendiendo los casos menos graves, para que estos hospitales puedan concentrarse en atender a los enfermos con Covid-19 más graves». A su vez se remitirán a los hospitales los casos que requieran ingreso en UCI.

Otro problema de tiempos de guerra que ha surgido es la acumulación de cadáveres. Ante el atasco de los servicios funerarios por el elevado número de fallecimientos y la falta de protección de los trabajadores de este sector, la capital española ha tenido que habilitar dos morgues provisionales, una en la pista de hielo de un centro comercial, para almacenar temporalmente algunos cuerpos.

País receptor de ayuda

Unicef llegó a España en los años 50 del pasado siglo para paliar el hambre infantil tras la Guerra Civil y una Segunda Guerra Mundial que le impidió recibir ayuda. «El estado de alarma declarado nos sitúa de nuevo como país receptor de ayuda», confirmó Javier Martos, director ejecutivo de esta agencia de la ONU en este país.

A lo largo de esta semana llegarán a España los suministros encargados por UNICEF. En total, la organización aportará al sistema de salud 400.000 mascarillas, 100.000 kits de detección del virus, 1.000 equipos de protección para los trabajadores sanitarios y gel hidroalcohólico para desinfectar las manos.

«Se trata de un momento histórico para la sociedad», advirtió Martos.

No solo hacen falta camas de hospital, sino también sanitarios, y para tratar de superar esta carencia el Gobierno ha anunciado la contratación extraordinaria de 200 profesionales sanitarios extranjeros residentes en el país que cuentan con la autorización precisa.

Las autoridades se afanan también en recopilar material sanitario y de protección para profesionales y pacientes, lo que les ha llevado a la compra desesperada de estos productos.

Mientras, empresas de todos los sectores, e incluso ciudadanos en sus viviendas, se han lanzado a una frenética carrera para producir material sanitario, desde ancianas que elaboran mascarillas con viejas máquinas de coser hasta técnicos que producen piezas de respiradores con sofisticadas impresoras 3D.

A esto se unen iniciativas y donaciones de otras compañías, desde ropa de cama para los hospitales de campaña a botas para los militares que colaboran en la lucha contra el coronavirus; por toda España se multiplican las iniciativas de solidaridad, una ola extraña en tiempos de paz.

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