'Brexit', divorcio por accidente
José M. de Areilza Carvajal
Jueves, 31 de diciembre 2020, 09:37
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José M. de Areilza Carvajal
Jueves, 31 de diciembre 2020, 09:37
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Hay matrimonios basados en el interés que duran mucho más que algunos fundados en el amor. Este razonamiento explicaba la participación británica en la integración europea cuando se cumplían cuarenta años del primer referéndum sobre su salida. En Bruselas, el Reino Unido no buscaba dejar atrás a los demonios del pasado, como Alemania o España. Su objetivo era lograr más influencia al estar dentro en vez de fuera, y gestionar mejor una creciente interdependencia política y económica con el continente. Aportaban a la Unión una defensa firme del Estado nación y del mercado, capacidades militares esenciales para el futuro y una visión global y abierta. Hacia 2015 la diplomacia británica llegó a ser más respetada que cualquiera otra en las instituciones comunitarias: había conseguido todos los objetivos estratégicos planteados a lo largo de varias décadas. La UE no se había convertido en un super-Estado, se había completado la gran ampliación al Este, el mercado interior era el proyecto principal y el más exitoso, el comercio exterior se desarrollaba bajo una gran influencia de Londres y, por voluntad propia, se mantenían al margen de la moneda común y la libre circulación de personas, dos proyectos con problemas. A mis amigos ingleses les digo que, en vez de convocar un nuevo referéndum, deberían haber organizado una fiesta para celebrar su victoria. Pero un primer ministro frívolo y desganado, un ludópata no diagnosticado a tiempo, decidió jugarse el futuro del Reino Unido tirando una moneda al aire. En vez del duro trabajo de gestionar un debate recurrente en el seno del partido conservador sobre Europa, decidió solucionarlo sin mucho esfuerzo con una consulta. Daba igual que la inmensa mayoría de la población no cuestionase la integración, poner en peligro la unidad del reino y debilitar la democracia representativa, en horas bajas en todo Occidente. Una Unión apenas recuperada de la crisis del euro y paralizada por la inmigración descontrolada, fue también responsable, porque no hizo lo suficiente para ayudar a retener a un socio tan importante.
Cuatro años y medio después, los británicos han encontrado la puerta de salida de la Unión, en medio de la pandemia, y con muchas dificultades. Tantas que hubiera sido posible revertir el despropósito, si en vez de un laborista anti-europeista como Jeremyn Corbyn el principal partido de la oposición hubiera tenido un líder pragmático, capaz de aprovechar los enfrentamientos entre conservadores. No es nada fácil convertirse en antiguo Estado miembro y pactar un acuerdo que al mantenga conectada la segunda economía europea con su mercado natural y respete la nueva autonomía estratégica y regulatoria adquirida. La primera ministra Theresa May estuvo cerca de cuadrar el círculo, pero pudo con ella la ola populista que ha convertido a la venerable formación conservadora en el partido nacionalista inglés. Boris Johnson, formidable a la hora de ganar elecciones y sin afición alguna hacia el oficio de gobernar, ha elegido salir con un acuerdo de mínimos, un Brexit semi-duro. El pacto, alcanzado justo antes de que terminara el período transitorio de 2020, mantiene la libre circulación en la isla de Irlanda a costa de crear una frontera intra-británica con el Ulster y da nuevas alas al independentismo escocés. Somete a la mayor parte del tráfico de mercancías a fricciones y controles costosos y deja pendiente de un hilo la libre prestación de servicios, el 80% de su economía. Como ha escrito Hugo Dixon, el Reino Unido recupera soberanía a costa de perder poder. La buena noticia es que este divorcio por accidente, que no tenía que haberse producido, ha fortalecido la cohesión interna de la UE. El 'brexit' ha sido el primer caso de populismo en Europa y demostrará hasta qué punto es muy mal negocio encontrar soluciones sencillas a problemas muy complejos. Será más difícil culpar a un enemigo externo cuando no funcionen los emocionantes eslóganes del 'brexit'.
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