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Reflexiones tras la cumbre de la OTAN

Reflexiones tras la cumbre de la OTAN

La cumbre de la Alianza Atlántica en Madrid termina con una nueva estrategia, en la que España ha logrado que se entienda que nuestros problemas no solo vienen del este y que hay que estar muy atentos a África

José segura clavell

Las Palmas de Gran Canaroa

Domingo, 3 de julio 2022, 10:59

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Qué semana tan intensa termina, y qué importante ha sido para nuestro país la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid. No cabe duda que el resultado de esta experiencia es altamente positivo, un éxito sin precedentes, no solo en términos de imagen internacional, sino también en los resultados directos para nuestra política exterior y, en definitiva, para nuestro posicionamiento en el mundo. Permítanme hoy compartir, cuando las delegaciones oficiales casi justo han abandonado nuestro país, unas primeras reflexiones sobre lo que ha supuesto esta cumbre, especialmente desde nuestra perspectiva española, canaria y, por la parte que me toca, analizadas desde Casa África.

Una imagen extraordinaria

La complejísima organización de esta cumbre y la imagen internacional que hemos proyectado deberían hacernos sentir muy orgullosos por la proyección que esto supone a nivel global. Desde la recepción del rey Felipe VI, en su primera conversación con Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, al le dijo «Tenéis que mirar más hacia el Sur», comenzamos a ver la aparición de una nueva línea estratégica. Sugerencia que se vio continuada por otras que expresaron públicamente el ministro de Asuntos Exteriores y el presidente del Gobierno.

Las imágenes del Palacio Real o las de la visita al Museo del Prado tienen también una componente extraordinaria desde la perspectiva de la llamada imagen-país. Creo que es muy pertinente felicitar inequívocamente al presidente Pedro Sánchez y a todos los equipos de los ministerios de Defensa y de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación que ha coordinado los trabajos previos y la celebración de esta Cumbre: el nivel de la organización no ha recibido ni una sola crítica. Que una banderita puesta al revés o que hubiese ensaladilla rusa en el restaurante de los periodistas sean las anécdotas más comentadas en una reunión con tantos jefes de Estado juntos es señal de que España ha logrado la matrícula de honor a los ojos del mundo.

África: visión 360º y flanco sur

Respecto al contenido, creo que para España y concretamente para Canarias, por todo lo que nos jugamos, la cumbre arroja un resultado muy positivo. El nuevo concepto estratégico de la OTAN ha incluido la petición española de que contemplemos los riesgos que vienen del Sur, especialmente los del Sahel, de los que les he hablado en multitud de ocasiones en precedentes artículos, recogidos en mis dos últimos libros, titulados Tiempo de África. Creo que es más que pertinente reproducir una de las conclusiones de la cumbre:

«Los conflictos, la fragilidad y la inestabilidad en África y Oriente Medio afectan directamente a nuestra seguridad y a la de nuestros socios. La vecindad meridional de la OTAN, en particular las regiones de Oriente Medio, África del Norte y el Sahel, se enfrenta a retos interconectados de seguridad, demográficos, económicos y políticos. Estos se ven agravados por el impacto del cambio climático, la fragilidad de las instituciones, las emergencias sanitarias y la inseguridad alimentaria. Esta situación proporciona un terreno fértil para la proliferación de grupos armados no estatales, incluidas las organizaciones terroristas. También permite la interferencia desestabilizadora y coercitiva por parte de competidores estratégicos».

Del texto quiero llamarles la atención en dos cosas: una, que la OTAN es plenamente consciente del conjunto de problemas que se están superponiendo en el continente africano, desde el terrorismo a la fragilidad de los gobiernos, el impacto de la covid y las hambrunas que se están declarando. Y dos, que esta situación tan inestable permite «la interferencia desestabilizadora», en una clara alusión en estos momentos a la presencia rusa en el Sahel, tanto en acciones diplomáticas como con la financiación del grupo Wagner, una cuestión que debe preocuparnos y ocuparnos. Es el momento de Europa para apoyar con firmeza, sensibilidad y mucha empatía a países como Níger, Burkina Faso o Mauritania, país que ha estado muy presente en esta cumbre y con el que se ha anunciado una alianza especial en el marco de esta visión periférica que propone la Alianza.

Recordemos, y esto tiene que quedar bien claro, que el hecho de que la OTAN mire hacia África no supone que mañana estén llegando tropas, sino que la estructura de esta Alianza tenga un ojo puesto ahí y ponga medios de vigilancia a lo que está sucediendo para tener bien clara la evolución.

Y sigo pensando que, desde Casa África, hemos acertado al poner en los últimos años nuestra atención para que la ciudadanía conozca y entienda la dimensión de lo que está pasando en el Sahel. Es fundamental conocer la realidad y complejidad de esta región para que puedan arbitrarse las soluciones necesarias (hasta ahora, sinceramente, poco efectivas) para evitar que este enorme espacio tan próximo siga en su preocupante deriva de violencia e inestabilidad.

El cambio climático

Uno de los aspectos que no ha rehuido esta cumbre ha sido la alusión a la extrema importancia del cambio climático para el escenario securitario que vive el mundo en estos momentos. No podría ser de otra forma, ya que el cambio climático, según recoge el Concepto Estratégico, es «un multiplicador de las crisis y las amenazas».

En el Sahel lo estamos viendo, dado que las temperaturas extremas fuerzan movimientos de población, enconan las tensiones entre pastores nómadas y agricultores sedentarios y obviamente, incrementan la inseguridad alimentaria, disparando la falta de expectativas económicas y de empleo, quizás una fuente que favorece el reclutamiento de nuevos activos por las fuerzas yihadistas que controlan amplias zonas de la región. La figura del refugiado climático ya no es una suposición. Existe. Y no está de más recordar, una vez más, que el mayor impacto del cambio climático lo están sufriendo los africanos, los que menos contaminan.

Migraciones

Ya que hablábamos de refugiados climáticos, siento que no puedo cerrar este artículo sin dejar patente la profunda tristeza e indignación que me produjeron las noticias sobre el fallecimiento de esas 23 personas (las ongs lo elevan a 37) que intentaban cruzar la valla de Melilla para alcanzar el territorio español.

Espero y confío que la investigación anunciada tanto por la Fiscalía española como por el Defensor del Pueblo arrojen luz sobre los trágicos sucesos ocurridos, porque el objetivo de una investigación es precisamente saber lo qué falló para que no vuelva a suceder.

Ya el Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, ha lamentado que a día de hoy Europa no tenga aún una política migratoria y de asilo común, una reclamación que aparece en algunos de nuestros artículos y que considero necesario debatir con valentía en el Parlamento Europeo.

Borrell puso el acento en el hecho de que, a la espera de un acuerdo entre los socios comunitarios que permita la apertura de vías legales y seguras para la emigración desde África, se produzcan tragedias como éstas o que la gente siga muriendo en el mar intentando la travesía para lograr alcanzar una vida mejor.

«Necesitamos inmigrantes, cada vez más. En Europa hay penuria y falta de mano de obra en muchos sectores. Éste sí es un fracaso europeo, el no tener una política de inmigración y asilo común», sostuvo Borrell. De nuevo, me viene a la cabeza la comparación entre el trato dispensado a los refugiados de Ucrania y la realidad de cómo tienen que malvivir en los montes cercanos a Melilla refugiados de otros países africanos, que huyen de territorios en guerra como Sudán (varias víctimas de Melilla eran sudanesas).

Insisto en pedir que no veamos la inmigración como una amenaza, que no 'compremos' los discursos con los que ha avanzado por todo el mundo la extrema derecha y que exijamos de verdad y de una vez que se arbitren medidas para que la gente que huye de un conflicto o simplemente para mejorar su vida pueda venir, trabajar y aportar a nuestra sociedad lo que en muchas ocasiones nos quejamos de que nos falta.

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