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Xi Jinping durante la apertura del XX Congreso del Partido Comunista de China EFE
El Partido Comunista de China proyecta unidad para perpetuar a Xi Jinping en el poder

El Partido Comunista de China proyecta unidad para perpetuar a Xi Jinping en el poder

Con advertencias a Taiwán y reafirmando su política de Covid 0, el secretario general y presidente del país inaugura este cónclave, en el que romperá la norma de retirarse tras diez años de mandato

PABLO M. DÍEZ

Domingo, 16 de octubre 2022, 08:17

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En un Pekín blindado por la seguridad y los controles anti-Covid, que han paralizado la ciudad y restringido las llegadas desde otros lugares, el XX Congreso del Partido Comunista de China ha arrancado este domingo para perpetuar a su secretario general y presidente del país, Xi Jinping. Para este cónclave histórico, que supone un cambio radical con respecto a las dos décadas anteriores, el régimen ha intentado proyectar una imagen de unidad en torno a Xi, quien rompe así la norma de retirarse tras sendos mandatos de cinco años, como hicieron sus antecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao.

Con este propósito, tanto Hu Jintao, de 79 años, como quien fuera su primer ministro, Wen Jiabao, de 80, acompañaron a Xi Jinping en el estrado del Gran Palacio del Pueblo. Pero faltaron otros dirigentes históricos de peso como el expresidente Jiang Zemin y el ex primer ministro Zhu Rongji, que tienen 96 y 94 años respectivamente y están delicados de salud. Ya sea por este motivo o por su supuesta oposición a los planes de Xi, que algunos expertos han apuntado, su ausencia quedó compensada con el centenario Song Ping, un revolucionario del ala dura firme defensor de la represión en Tiananmen en 1989.

Con la cúpula del régimen sin mascarilla y el resto de casi 2.300 delegados con ella, Xi Jinping inauguró el Congreso leyendo el informe de estos últimos cinco años elaborado por el Comité Permanente del Politburó saliente. En su alocución, de una hora y tres cuartos, empezó enumerando los logros económicos de la segunda potencia mundial y ensalzó la erradicación de la pobreza absoluta de la que presume la propaganda como el principal objetivo del Partido Comunista en su siglo de vida. «Esto se recordará para siempre en la historia de la nación china e influirá profundamente en el mundo», aseguró mientras los delegados rompían a aplaudir.

Aunque Xi mostró su adhesión al marxismo-leninismo, insistió en sus características chinas. «Para construir una gran nación socialista, debemos perseguir el crecimiento de alta calidad. El desarrollo es la principal prioridad del Partido para gobernar y rejuvenecer China (…). Por eso, tenemos que aplicar la nueva filosofía para resolver nuestros problemas y continuar las reformas para desarrollar una economía de mercado socialista», abogó antes de insistir en su política de «circulación dual». «Debemos promover una apertura de altos estándares y un nuevo patrón de crecimiento que incluya flujos domésticos e internacionales», dijo para calmar los miedos que han surgido en otros países a que vuelva a una economía estatal con menos peso del sector privado.

A dichos temores se suma el impacto en la cadena global de suministros por la política de Covid 0, que prometió resolver. Pero ahuyentó toda esperanza de que el régimen abandonara sus restricciones y controles, respaldados por el propio Xi, al afirmar que se sigue librando «una guerra de toda la gente para impedir la propagación del virus».

A su juicio, «el futuro de China es brillante», pero también alertó de que «nos queda mucho camino por delante. Tenemos que tener más cuidado a la hora de afrontar los peligros, estar preparados para tratar con los peores escenarios, con fuertes vientos, aguas turbulentas e incluso tormentas».

En medio del revuelto panorama internacional, Xi Jinping no hizo menciones a la guerra de Ucrania ni a sus cada vez más frecuentes enfrentamientos con Estados Unidos y el resto de Occidente, pero sí dejó clara la importancia de la seguridad nacional, que citó más de 70 veces, y la estabilidad social. En su opinión, ambas son claves para lograr una «China próspera y fuerte» y exigen una coordinación tanto de la seguridad doméstica como internacional, económica, tecnológica y militar. Sin dar detalles, avanzó una «nueva arquitectura de seguridad» que, a la vista de estos diez últimos años, hace temer una mayor represión interna y expansionismo exterior.

Además de enorgullecerse de haber llevado «el orden tras el caos» a Hong Kong, donde ha aplastado las demandas de democracia con una Ley de Seguridad Nacional que criminaliza toda oposición política, hizo un llamamiento a la reunificación con Taiwán, la isla democrática e independiente «de facto» reclamada por Pekín desde el final de la guerra civil en 1949. «Implementaros la política general de nuestro Partido para resolver la cuestión de Taiwán en la nueva era y avanzar en la causa de la reunificación nacional. Siempre hemos mostrado respeto y afecto por nuestros compatriotas de Taiwán y queremos darles beneficios. Seguiremos promoviendo los intercambios económicos y sociales en el Estrecho y que las gentes de ambas orillas trabajen juntas para promocionar la cultura china y unos lazos más estrechos», señaló en tono conciliador.

Pero también dejó claro que «resolver la cuestión de Taiwán es un asunto chino que debemos resolver los chinos». Aunque aseguró que «seguiremos abogando por una reunificación pacífica con la mayor sinceridad y los mayores esfuerzos», también aclaró que «nunca hemos prometido renunciar al uso de la fuerza y nos reservamos la opción de adoptar todas las medidas necesarias». Una amenaza que, según detalló, «va directamente dirigida a la interferencia de las fuerzas extranjeras y las actividades separatistas, no a nuestros compatriotas taiwaneses». Con el argumento poético de que «las ruedas de la Historia giran a favor de la reunificación y el rejuvenecimiento de la nación china», clamó que «la completa reunificación de nuestro país puede y debe alcanzarse, y sin duda se alcanzará», arrancando el mayor aplauso de los delegados.

Lanzándoles un serio aviso, Xi Jinping les advirtió de que «la corrupción es un cáncer para la vitalidad y la capacidad del Partido y luchar contra ella es la mejor manera de evitar riesgos» para su supervivencia. Eludiendo los capítulos más negros de su historia, como el «Gran Salto Adelante» (1958-62) y la «Revolución Cultural» (1966-76), concluyó entre vítores que «el Partido Comunista de China ha conseguido grandes logros durante el último siglo y nuestros nuevos esfuerzos serán todavía más espectaculares». Para conseguirlo, él seguirá al frente.

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