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Mikel Ayestaran
Corresponsal en Jerusalén
Jueves, 14 de octubre 2021, 17:51
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Beirut volvió a vivir durante dos horas imágenes de la guerra civil que partió la ciudad durante quince años. Al menos seis personas perdieron la vida y decenas resultaron heridas en los intensos choques armados que estallaron en Tayune, plena línea del frente que en los años ochenta dividía un barrio cristiano de uno musulmán chií, y se extendieron a Cheyah y Ain al Remmaneh.
Los disparos comenzaron al paso de una movilización convocada por los movimientos chiíes de Hizbolá y Amal, que se dirigía al Palacio de Justicia para protestar contra el juez Tarek Bitar. Más de un año después de la brutal explosión que mató a más de 200 personas y arrasó media ciudad, la investigación está estancada y los intentos de Bitar de avanzar no han gustado a las fuerzas chiíes, que le acusan de tener posturas «selectivas» y «politizadas», según palabras de Hasan Nasrala, secretario general del partido milicia Hizbolá, principal fuerza en un país donde las armas siempre hablan cuando llega un momento decisivo.
Hizbolá y Amal denunciaron «disparos directos» por parte de «francotiradores» contra los participantes en su «concentración pacífica». Sus seguidores, sin embargo, iban bien pertrechados y no tardaron en responder abriendo fuego con fusiles de asalto, pistolas y lanzacohetes. El Ejército libanés confirmó que «los manifestantes fueron objeto de disparos a su paso por Tayune» y ordenó un fuerte despliegue en la zona para intentar calmar la situación y «arrestar a los responsables de los disparos».
El ministro de Interior, Bassam Mawlawi, reveló que algunos de los fallecidos habían recibido una bala en la cabeza, lo que hace pensar que los disparos fueron obra de «francotiradores». Este es el momento de mayor tensión armada en la capital libanesa desde 2008, cuando Hizbolá sacó a sus milicianos a las calles y se hizo con el control de la capital en apenas 48 horas.
¿Qué pasará ahora con la investigación de la explosión en el puerto? El lunes Nasrala pidió que se relevara al juez Bitar del cargo y un día después el magistrado lanzó una orden de arresto contra el diputado y exministro de Finanzas, Ali Hassan Khalil, miembro de Amal y aliado de Hizbolá. Los partidos chiíes se echaron a la calle en señal de protesta y sufrieron el ataque en Tayune, que ningún grupo ha reivindicado.
Como es habitual en la larga historia negra del Líbano las acusaciones son mutuas y será complicado aclarar el origen. Lo mismo sucede con la brutal explosión del puerto que ha puesto en el disparadero a la clase dirigente por la negligencia que suponía tener almacenadas durante siete años 2.750 toneladas de nitrato de amonio en un lugar así.
Los medios chiíes señalaron como culpables de los disparos contra sus manifestantes a las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, que durante la semana defendió al juez y pidió a los libaneses oponerse a los intentos de Hizbolá de retirarle del caso. El veterano líder cristiano, uno de los «señores de la guerra civil» que siguen al frente de sus partidos milicias, no respondió a las acusaciones, pero condenó los disparos contra la protesta y los atribuyó a «la cantidad de armas sueltas que hay en el país y son una amenaza para la población». En medio de la pelea sectario, el país está sumido en la peor crisis económica de su historia y todo el que puede hace las maletas y emigra.
«La guerra terminó con una amnistía, un acuerdo que era nuestro silencio a cambio de que los señores de la guerra se hicieran con el gobierno. Hemos estado callados durante 30 años en los que han destrozado nuestra ciudad. Se acabo el silencio, hay que apoyar al juez Bitar hasta el final», escribió en su cuenta de Twitter la activista beirutí Carmen Geha.
Desde Human Rights Watch (HRW), su investigadora en Líbano, Aya Majzoub, describió lo sucedido como «una exhibición de fuerza» de Hizbolá y los suyos que dieron a los libaneses «una falsa elección entre tener estabilidad sin justicia o justicia sin estabilidad». En palabras de Majzoub recogidas por Al Jazeera, «estamos ante el último de una serie de intentos de Hizbolá y la élite gobernante de socavar y bloquear la investigación sobre la explosión de Beirut».
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