Dos años de la matanza de Hamás: así ha pasado Israel de víctima a genocida
El Estado hebreo ha sido castigado con un aislamiento cada vez más evidente a medida que avanzaba la «venganza» de Netanyahu
Cuando Benjamín Netanyahu se subió la pasada semana al estrado de la sala central de la ONU llevaba un código QR clavado en su chaqueta. ... Detrás se escondían imágenes y vídeos de la brutal violencia que Hamás ejerció durante los ataques del 7 de octubre de 2023 –más de 1.200 muertos y 251 secuestrados– en suelo israelí. Rostros desfigurados, cuerpos calcinados, charcos de sangre, filas de cadáveres... Aquellos atentados generaron una marea de solidaridad con el Estado judío que con el paso del tiempo, y las consecuencias de la «venganza» hebrea en Gaza, con más de 67.000 fallecidos, ha derivado en un tsunami político que ha arrinconado a Israel en la escena internacional. Un aislamiento que se visibilizó precisamente en ese discurso del primer ministro ante Naciones Unidas, entre abucheos y con decenas de asientos vacíos, y que ahora dependerá del nuevo escenario que se asoma en el enclave si el plan de paz ideado por Donald Trump echa finalmente raíces.
El 'shock' por el 7 de octubre fue mundial. También la condena, con contadas excepciones como la de Irán. Netanyahu recibió mensajes de la ONU y habló por teléfono con líderes europeos y el presidente de Estados Unidos, entonces Joe Biden, que avalaron su derecho a la defensa tras la agresión perpetrada por los islamistas. «Evidentemente, pero no de cualquier manera», matiza Felipe Gómez, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Deusto, quien considera que «pronto se vio que la respuesta se salía de los parámetros de lo proporcional». Desde Occidente, sin embargo, las voces críticas con la ofensiva se redujeron durante meses a las protestas propalestinas en las calles, que este sábado continuaban en todo el mundo, y a las denuncias de organizaciones humanitarias.
El escritor Adolfo García Ortega, autor de 'Otro Israel posible', publicado en 2024, pone en contexto ese mutismo institucional en los inicios de la guerra. «El Holocausto se ha esgrimido como fantasma histórico para mantener o justificar la matanza en Gaza. Es la idea de que el hecho de haber sido un pueblo víctima en la Historia les permite actuar impunemente contra quienes los vuelven a convertir en víctimas», analiza. Un pasado que explica, según el profesor de Deusto, que Alemania vaya con «el freno de mano echado» en este conflicto aunque su postura –con el embargo parcial de la exportación de armas a Israel, por ejemplo– haya empezado a cambiar. Y esto, advierte, «no es antisemitismo». No obstante, a raíz de los ataques sobre la Franja, los actos contra la comunidad judía se han disparado en países como Francia, que en 2023 registró el cuádruple de delitos de este tipo (1.676) que un año antes.
A cuentagotas
«Israel ha construido durante décadas una narrativa de ser 'la víctima'. Ha ganado apoyos muy fuertes, y eso no se cambia en dos años», ahonda Mariano Aguirre, investigador no residente del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). La pérdida de ese respaldo tras el 7 de octubre se ha producido a cuentagotas –y no por completo– a medida que avanzaba la guerra. Imágenes de civiles sin vida, hospitales colapsados entre escombros y el éxodo dentro del propio enclave. Primer impacto. Una decena de voluntarios de World Central Kitchen, la ONG del chef José Andrés, muertos a manos del ejército hebreo. Crece la preocupación en el exterior. Delegaciones diplomáticas extranjeras en Cisjordania tiroteadas. Más presión sobre Tel Aviv. Y, en agosto, la ONU declara la situación de hambruna en Gaza, donde decenas de palestinos ya habían perdido la vida para entonces por los disparos de soldados israelíes mientras hacían cola para conseguir un pedazo de comida y también por el bloqueo humanitario. Las autoridades locales calculan que más de 450 personas han fallecido por inanición, 150 de ellas menores.
Gómez ubica el «punto de inflexión» de la relación de Israel con el exterior en ese paso dado por Naciones Unidas. «Se había cruzado una línea roja con la hambruna. Esto hizo cambiar de manera importante la reacción de la comunidad internacional», retrata. Pero no alteró los planes de Netanyahu que, apenas unas semanas más tarde, ordenó primero la invasión definitiva de Ciudad de Gaza y después el bombardeo contra la cúpula de Hamás en Doha que se cobró seis vidas y dejó en el aire el papel de los cataríes como mediadores en el conflicto. La ONU ponía hace un par de semanas de nuevo la actuación del Estado hebreo en el foco con una investigación que por primera vez elevaba el tono sobre lo que ocurre en la Franja al definirlo como genocidio.
El primer ministro de Israel, sugiere García Ortega, «cometió el error de creer que estaba legitimado para una matanza». «Cualquier político inteligente habría buscado un acuerdo de liberación de rehenes y luego una represalia punitiva», agrega. Con más de dos décadas de trabajo en la cuestión israelí-palestina, el experto del CIDOB aporta otra clave: Netanyahu, con una orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional en su contra, y su gabinete daban por hecho «que habría una fuerte respuesta» extranjera a sus sucesivas operaciones militares en la Franja, pero también contaban con que «no perderían el apoyo diplomático, político y militar de Estados Unidos y de parte de Europa». «Y hasta ahora no se equivocaron», subraya.
155 países miembros
de Naciones Unidas (de los 193 que tienen ese estatus) han reconocido el Estado palestino, una cifra récord impulsada por la guerra en Gaza. Entre los últimos en dar el paso aparecen el Reino Unido, Canadá, Francia o Australia.
Sin embargo, el impacto de las imágenes y las cifras de la barbarie que soportan los gazatíes ha empezado a resquebrajar las relaciones de Israel con el exterior. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con la UE aún dividida sobre las medidas a tomar, inició el curso político con una propuesta de suspensión de los acuerdos comerciales con Tel Aviv, del que es su mayor socio. «Dos años después se están moviendo cosas, pero la Unión tiene diferentes caras y eso genera una respuesta muy tibia», expone el profesor de Derecho Internacional. De hecho, los Gobiernos de los Veintisiete han tomado decisiones individuales: desde el embargo de armas por parte de Países Bajos al veto de las sanciones comunitarias a colonos adoptado por Hungría.
En Washington, en cambio, hay una voz única, la de Trump, quien permanece al lado del primer ministro israelí, convertido en su gran –y poderosísimo– aliado. «No sé si incondicional, pero lo parece», comenta el escritor, quien duda del resultado del plan de paz presentado por el inquilino de la Casa Blanca y al que Hamás se ha mostrado favorable en lo que se refiere a la liberación de los rehenes a la espera de negociar el resto del documento. Un texto que abre la puerta –en su punto 19– a la creación de un Estado palestino, algo que Netanyahu rechaza. El reconocimiento de Palestina como nación es la cuestión que ha evidenciado más que ninguna otra el desgaste internacional hebreo en las últimas semanas. Hasta 155 –una cifra récord– de los 193 países miembros de Naciones Unidas dieron este paso en septiembre: Francia, Canadá, el Reino Unido, Australia... España o Irlanda lo hicieron en 2024.
Otras batallas
«Los gestos son importantísimos, yo no los minimizaría», apunta Gómez. El bloqueo que antes se reducía a movimientos como 'Boicot, desinversión y sanciones' (BDS), que animaba a no consumir marcas con vínculos israelíes, por ejemplo, traspasa hoy lo económico, cultural y deportivo. El plante de varios países a Eurovisión, la carta que circula en Hollywood con más de 4.000 firmas (como las de Javier Bardem y Emma Stone) que piden no trabajar con productoras, festivales y emisoras hebreas o las propuestas para que equipos y deportistas de Israel sean apartados de competiciones internacionales profundizan ese deterioro de su imagen en el exterior.
Algunos analistas sitúan a Israel en su 'momento Sudáfrica', en referencia a la presión que soportó la nación africana en el siglo XX y que contribuyó a que abandonara la política de apartheid. «Con la salvedad de que Israel no tiene un Mandela, ni se le espera», indica el escritor, convencido de que el desgaste hebreo es ya «enorme» pero también de que «la única eficacia surgirá de la acción política de los gobiernos, las sanciones y la capacidad de presión de los más poderosos». El propio Netanyahu asumió que el país encara una «especie de aislamiento» que podría alargarse años, con la duda del efecto que tendrá el plan de paz en su trato con el exterior. Varios antecesores en el cargo, como Ehud Barak y Ehud Olmert, se han mostrado más pesimistas al describir a Israel como un paria internacional.
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