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Los escombros de la escuela de Bilohorivka. REUTERS | Vídeo: EP

Un ataque ruso a una escuela usada como refugio en Lugansk causa 2 muertos y 60 desaparecidos

El Gobierno ucraniano califica el bombardeo como un «crimen de guerra» mientras Moscú intensifica los asaltos en esta región

mikel ayestaran

Enviado especial. Járkov

Domingo, 8 de mayo 2022, 17:25

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El Día de la Victoria, fecha que recuerda la victoria sobre la Alemania nazi y que el presidente ruso, Vladímir Putin, tenía subrayada en su calendario desde que ordenó la invasión de Ucrania, llega marcado este lunes por el bombardeo ruso sobre un colegio de Bilohorivka que ha podido causar decenas de muertos. Este pueblo se encuentra en la provincia de Lugansk y en el centro se refugiaban 90 personas, según el gobernador de la región, Serhiy Haida. Las autoridades aseguraron que al menos 30 de ellas lograron salir de los escombros, pero «hay pocas opciones de encontrar a alguien más con vida», en palabras de Haida. Hay dos fallecidos y los equipos de rescate buscaban anoche a sesenta desaparecidos.

El Ministerio de Asuntos Exteriores condenó lo que calificó de «crimen de guerra brutal» y desde Naciones Unidas recordaron a Moscú que «atacar a civiles e infraestructura civil, incluidas escuelas, es una violación del Derecho Internacional humanitario».

Después de más de 70 días de ofensiva, Rusia ha intensificado sus operaciones en el Donbás en vísperas de una fecha emblemática a la que este lunes llega sin poder obtener una gran victoria. Lugansk es el foco de las principales operaciones tras el asalto de los invasores a Severodonetsk, una ciudad industrial en la que vivían 100.000 personas antes de la guerra, y a Popasna, de donde se han retirado las fuerzas ucraninas.

LA CLAVE:

  • Concepto. Según Kiev, en el edificio había 90 civiles antes del bombardeo y solo unos 30 salieron de los escombros

El gobernador explicó que la salida de las tropas se debe a «la necesidad de establecerse posiciones más fuertes que se han ido preparando desde hace tiempo». Lo que sobre todo esperan los ucranianos es el despliegue de las nuevas armas estadounidenses y europeas que, según Haidai, ya han llegado a la zona en conflicto y que «pueden cambiar el rumbo de la guerra», como ya se ha comprobado en otros frentes hasta el momento.

No obstante, el Kremlin informó este domingo de la «eliminación» de una brigada de infantería ucraniana, así como de la destrucción de armas, tres helicópteros y dos aviones de combate movilizados gracias a la ayuda occidental. Las Fuerzas Armadas de Ucrania aseguraron, por su parte, que habían abatido a 400 militares rusos en 24 horas en la región de Novopavlovsk y derribado un helicóptero Mi-8 cerca de la isla de las Serpientes.

Pérdida de terreno en Járkov

Los avances rusos en Lugansk contrastan con la pérdida de terreno en el frente de Járkov, donde las fuerzas ucranianas avanzan. La contraofensiva funciona y la liberación de aldeas y pueblos aleja la amenaza de la artillería que castiga la segunda ciudad más importante del país desde el primer día de guerra.

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Los rusos se van y los civiles vuelven poco a poco a sus casas. Esta es la imagen que se vive en aldeas como Malaya Roha, situada a tan solo 20 kilómetros del centro de Járkov. Conocida por la producción lechera de sus vacas, ahora despierta después de semanas bajo una ocupación cuyo legado son cuerpos de soldados rusos pudriéndose en el campo, tanques reventados y casas saqueadas y destrozadas por los combates.

Olga, de 67 años, no ha dejado su hogar en todo este tiempo y recuerda que «los primeros rusos que llegaron no nos trataron mal, pero cuando se produjo el reemplazo comenzaron los problemas. Vinieron jóvenes muy nerviosos y agresivos, no tenían suministros e iban casa por casa buscando comida y bebida, luego se llevaban lo que les apetecía». Ella también tiene la fecha del 9 de mayo marcada en el calendario y celebrará el día «comiendo la tradicional sopa fría okroshka porque este es un día para recordar en todo el mundo. No es propiedad ni de Rusia, ni mucho menos de Putin».

A pocos metros de su casa, Yevgeni se afana en encontrar restos de cobre y aluminio en un enorme tanque ruso calcinado. «Voy a sudar para poder sacar algo de estos restos quemados, pero la guerra ha disparado los costes y con la pensión ya no alcanza», cuenta desde lo alto del esqueleto del blindado. El reciclaje de la chatarra calcinada rusa es uno de los desafíos que Ucrania también tiene por delante.

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