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La UE encara la batalla por el plan de recuperación

La UE encara la batalla por el plan de recuperación

La grieta es cada vez más pronunciada y se complican las opciones de que Ursula von der Leyen pueda tender un puente que resista los latigazos norte-sur. A escasas horas de que la alemana presente ese plan de reconstrucción postpandemia que lleva semanas de retraso, Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia se desmarcan en lo esencial de la propuesta lanzada por París y Berlín.

Salvador Arroyo / Bruselas

Lunes, 25 de mayo 2020, 18:21

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La grieta es cada vez más pronunciada y se complican las opciones de que Ursula von der Leyen pueda tender un puente que resista los latigazos norte-sur. A escasas horas de que la alemana presente ese plan de reconstrucción postpandemia que lleva semanas de retraso, Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia no solo se desmarcan en lo esencial de la propuesta lanzada por París y Berlín (habilitar 500.000 millones de euros en subsidios para los más golpeados; sin reembolsos ni recortes a cambio), sino que contraatacan con un mensaje opuesto: nada de ayudas, el fondo de emergencia solo debería contemplar préstamos y estos, además, deben acompañarse, de «un fuerte compromiso con las reformas y el marco fiscal» por parte de los receptores. Recortes, cuando toque, pero recortes.

Y nada de mutualización de deuda. «No queremos pasar a una ‘unión de deudas’ por la puerta trasera», ha remarcado uno de los artífices del plan, el canciller austriaco Sebastian Kurz. Lo contrario de lo reflejado en la ‘solución’ franco-alemana de que el fondo de reconstrucción se sustente en una salida al mercado de capitales sin precedentes por envergadura en la historia de la UE, que convertiría a la Comisión Europea en deudora y al presupuesto común 2021-2027, en el aval que garantizará los pagos. Una mutualización con cargo a los Veintisiete, no a las riquezas nacionales, que obligaría en todo caso a dar mayor empaque a ese presupuesto a cinco años.

Pero no. Los ‘frugales’ no están tampoco dispuestos a que se aporte más del 1% de la renta nacional bruta de la UE (en torno a 244 euros por ciudadano) ni renuncian a las compensaciones que perciben por ser contribuyentes netos. «Seguimos solicitando que las contribuciones nacionales sean limitadas y recordamos que la razón de ser de las correcciones sigue siendo válida», subrayan en el documento enviado a Bruselas. Y eso son justo los dos factores que condenaron al fracaso la última cumbre presencial de líderes en Bruselas, en febrero, antes de que el coronavirus estallara en Europa. En definitiva, no a todo sin aportar soluciones en una propuesta que comprimen en apenas dos folios

Italia y España, los más castigados por el patógeno, unidos con otros países a la iniciativa franco-alemana, han ido cediendo, y mucho, en los últimos meses. Y no están dispuestos a seguir haciéndolo. España, en favor de la idea de Merkel y Macron, renuncia a un fondo solidario más ambicioso (1,5 billones de euros) y a la opción de la deuda perpetua, nunca reembolsable. E Italia ha guardado en el cajón su exigencia de coronabonos. Los subsidios son ahora la línea roja de ambos para evitar un mayor endeudamiento y, por extensión, otra nueva crisis de deuda.

Puesto que el plan de reconstrucción (o ‘plan Marshall’ como lo definen algunos líderes) requiere la unanimidad, la colisión de planes actual advierte de un nuevo choque de trenes en la próxima videocumbre de jefes de Estado y de Gobierno. La próxima en el calendario se celebraría el 18 de junio. Choque, aun cuando ese grupo de ‘frugales’ se vea cada vez más aislado, mermado (Finlandia se ha desmarcado) y sin peso específico. El cambio de bando de Alemania es un golpe dañino para La Haya y Viena. «Será una negociación muy difícil en el Consejo de la UE, pero sería bueno encontrar un acuerdo sobre las principales características del Fondo de Recuperación antes del verano para dar garantías a nuestros ciudadanos, empresas y mercados, y aumentar la credibilidad de la respuesta de la UE», ha defendido el presidente del Eurogrupo, Mario Centeno.

La idea de Merkel y Macron aglutina el mayor soporte. El Parlamento Europeo abraza el altruismo que supone otorgar subsidios en lugar de créditos; y el BCE también. Lo ha subrayado su presidenta Christine Lagarde y el pasado fin de semana también uno de los inflexibles’ halcones durante la crisis de deuda en la eurozona de principios de la década, el alemán Wolfgang Schäuble. «Si Europa quiere tener alguna oportunidad, ahora debe ofrecer solidaridad y demostrar que es capaz de actuar. Más préstamos a los Estados miembros serían piedras en lugar de pan, porque varios ya están muy endeudados», aseguraba en el diario ‘Welt am Sonntag’

El ‘papelón’ de la Comisión Europea es intentar atenuar las divergencias; buscar el mayor grado posible de conciliación entre los dos planes. Aunque es seguro que Von der Leyen incluirá la idea del eje germano-francés también se ha matizado desde su Ejecutivo que «tendrá un fuerte vínculo» con el compromiso de que los receptores adopten reformas estructurales en línea con el Plan de Estabilidad y Crecimiento, congelado ahora por el coronavirus. Supervisión y control semestral (como ha sucedido hasta la fecha).

Su fondo de reconstrucción prevé la emisión de deuda para obtener dinero real, está bajo la lupa para no hinchar las cifras con ingeniería contable y necesita, además, un mayor compromiso de los socios en sus aportaciones al presupuesto común (hace un mes circuló un borrador que apuntaba al 2% de la renta nacional bruta de la UE, el doble que ahora). Difícil salida al laberinto.

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