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Iñigo Gurruchaga y María Rego
Corresponsal. Londres
Lunes, 5 de agosto 2024, 21:15
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La crisis abierta en el Reino Unido por los disturbios alentados por la ultraderecha que salpican el país desde hace una semana, a raíz del asesinato de tres niñas a manos de un adolescente en la localidad de Southport, cerca de Liverpool, desembocó este lunes en la convocatoria de una reunión de emergencia en el Gobierno británico. El mismo día que Keir Starmer cumplía su primer mes en el número 10 de Downing Street se vio con ministros, funcionarios, agentes, miembros de la Inteligencia y otros altos cargos para buscar la forma de poner freno a la creciente violencia. La solución del primer ministro pasa, por ahora, por dar luz verde a un «ejército permanente de oficiales especialistas» de la Policía que estará «listo para ser desplegado para apoyar a las comunidades» cuando sea necesario.
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En la reunión 'Cobra', como se denomina a estos encuentros del Ejecutivo de Londres en caso de crisis por la sala que los acoge, se acordó también que «se intensifique la Justicia penal» contra los responsables de los altercados. Más de doscientos casos habrían pasado este lunes por los tribunales, donde los jueces advierten a los detenidos que la sentencia de prisión será inevitable pues las penas por la participación en disturbios violentos pueden ser de hasta cuatro años. Un panorama que no ayuda precisamente a aliviar la saturación que soportan las cárceles británicas, un asunto que preocupaba ya al gabinete de Rishi Sunak.
El líder laborista insistió tras la reunión de emergencia que lo que se ha visto en la última semana en las calles del Reino Unido «no es una protesta, es pura violencia y no toleraremos ataques a mezquitas ni a nuestras comunidades musulmanas». La decisión del juez que se hizo cargo del caso de Southport de revelar la identidad del asesino pese a su minoría de edad -en contra de lo establecido por la ley- para atajar los bulos sobre su identidad no parece haber dado frutos. Basta ver lo que ocurrió el pasado fin de semana en Rotherham o Tamworth, cerca de Birmingham, donde grupos de personas asaltaron sendos hoteles que supuestamente albergaban a solicitantes de asilo. «La difusión de desinformación e información falsa, alimentada por el odio y los prejuicios, tiene consecuencias en la vida real y debe abordarse», advirtieron desde la oficina británica del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Mientras el Gobierno encabezado por Starmer trata de devolver la calma al país, los vecinos de Southport riegan los vasos y los jarrones donde se han dejado flores para recordar el crimen más horroroso -tres menores muertas y una decena de personas heridas, entre ellas dos adultos- que se haya dado en la historia de la ciudad costera. El duelo de las familias es privado. Las autoridades esperan a que se sientan fuertes para participar en las conversaciones sobre qué hacer en una comunidad de unos 90.000 habitantes tras la masacre protagonizada por un galés de origen ruandés a punto de cumplir 18 años, Axel Rudakubana. El diputado elegido en julio, por primera vez un laborista, quería impulsar la rehabilitación de grandes viviendas victorianas en la zona, pero tiene ahora otras prioridades.
La actividad política normal ha quedado enterrada por los altercados que en los últimos días han salpicado Liverpool, Mánchester, Bristol, Belfast... En la ciudad de Middlesbrough, por ejemplo, cientos de manifestantes se enfrentaron a policías antidisturbios, a quienes lanzaron ladrillos, latas e incluso ollas. En este complejo contexto, el magnate y propietario de la red social X Elon Musk echó más leña al fuego al vaticinar que el Reino Unido camina hacia un conflicto bélico. «La guerra civil es inevitable», escribió desde su plataforma junto a un vídeo de los altercados.
La mayor dificultad que está encontrando el Gobierno británico para reprimir el actual movimiento violento es la dispersión de los grupos que existían hace diez y veinte años. Al reto de identificar a los pequeños núcleos que se conectan para organizar los disturbios, se añade el número de los participantes. El Reino Unido no había visto un estallido similar por un crimen desde 2011, tras la muerte de un joven mestizo, Mark Duggan, asesinado por la Policía en el norte de Londres.
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