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Mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 29 de noviembre 2022, 21:31
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Con cada ráfaga de explosiones, se apagan las luces. No es un momento, mientras suenan las sirenas y todo el mundo corre a los subterráneos. Las bombas caen directamente sobre los transformadores de las centrales eléctricas y dejan a las ciudades en la más profunda y desangelada oscuridad. Las calefacciones se apagan, los móviles mueren, internet desaparece.
Rusia fue capaz de frenar al poderoso ejército nazi con el brutal invierno de 1941, para el que los alemanes no se habían preparado, seguros de que tomarían el país antes de que acabase el verano. Todo lo que los rusos tenían que hacer era aguantar hasta que llegara el otoño. Y eso es lo que han hecho este año.
El 10 de octubre pasado la guerra estaba de parto, al acercarse a los nueve meses de vida, pero sólo el 5% de las infraestructura eléctrica había resultado dañada. Un mes después, ese porcentaje se había disparado al 25% y solo en la última semana ha alcanzado el 30%. Para los ucranianos, este será el invierno más frío y más oscuro de sus vidas.
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Si las tácticas rusas evolucionan, la respuesta de EE UU también. Hasta ahora mandaban balas, sistemas defensivos y misiles javelin. Desde este martes, fusibles, generadores y transformadores para plantas eléctricas. El giro invernal lo anunció este martes en Rumanía el secretario de Estado, Anthony Blinken, en la reunión del G7 que se celebró en el marco de la cumbre de la OTAN, donde alentó a otros países a imitarle. «Seguiremos identificando apoyo adicional con nuestros socios y aliados para seguir encontrando soluciones de largo plazo con las que restaurar y reparar la red energética de Ucrania», prometió el Departamento de Estado en un comunicado.
La ayuda de alto voltaje por valor de 55 millones de dólares es solo un paquete de emergencia con el que paliar el frío y la oscuridad en las municipalidades más afectadas. En Dnipro, un área relativamente segura que acoge refugiados del Donbás, los voluntarios los reciben con linterna y se acurrucan unos juntos a otros en las reuniones. «¿Cómo podemos ayudarles si ni siquiera podemos encender la luz?», preguntaron a la revista Foreign Policy.
Estados Unidos sabe que el frío quiebra la voluntad más férrea. Lo utilizaba en Guantánamo contra los presos de Al-Qaeda que capturaba en Afganistán, a los que dejaba medio desnudos en habitaciones desoladas ante de prender al máximo el aire acondicionado. Los inmigrantes que cruzan la frontera también conocen el efecto disuasorio de «las hieleras», como llaman a los centros de detención en los que muchos aceptan ser deportados en lugar de esperar el proceso de asilo. «Es un problema, pero nada que no se pueda solucionar», decía Liudmyla Cherkez a la revista, con ese espíritu de resistencia que ha impresionado al mundo.
«Imagínate si tuviéramos en EE UU a 80 millones de personas sin luz con el invierno encima», invitaba a pensar en la cadena MSNBC el almirante James Stavridis, excomandante de la OTAN. «Nosotros sabemos cómo construir redes eléctricas, ¡y rápido!», animó. Sus palabras chirriaban en el corazón de los puertorriqueños, porque en el 51 estado bastardo de la Unión americana pasaron once meses hasta que se restableció el servicio a toda la isla, tras la devastación del huracán 'María' en septiembre de 2017. ¿Era cuestión de voluntad?
Los ucranianos están a punto de comprobar si los discursos políticos se transforman en luz. Desde la invasión rusa de febrero la ayuda de EE UU ha proporcionado 145 millones de dólares para reparar, mantener y fortalecer el sector energético ucraniano, además de ayudar a incorporar el mercado del gas natural a la red europea, mejorar la seguridad de las centrales nucleares y paliar el desabastecimiento energético.
El nuevo paquete incluirá 2.200 generadores que se distribuirán a diferentes comunidades y hospitales en cooperación con las autoridades locales. La compañía eléctrica Kyivteploenergo, que proporciona agua caliente y calefacción a la capital, recibirá equipo para instalar un millar de puntos de emergencia a los que podrán acudir a calentarse quienes pierdan el servicio en sus casas, donde actualmente solo se ha podido restaurar a 22.000 hogares. Y detrás, la promesa de las renovables, la única solución para ganar la guerra a largo plazo, este invierno y los que vengan detrás.
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