Johnson reivindica su sensibilidad ante la tragedia de la Covid

La percepción de su mandato ha quedado teñida por el escándalo del 'partygate', la revelación de que se celebraron fiestas en los edificios del Gobierno que incumplían las normas de distanciamiento que el Ejecutivo había dictado a la población para reducir la expansión del virus. Johnson afirmó que la realidad de Downing Street estaba 'a mil millas' del relato publicado por la prensa.

Pero su reputación de mentiroso es incurable. El abogado Hugo Keith, que dirige los interrogatorios de los testigos en nombre de la juez Heather Hallett, cuestionó a Johnson en la sesión de la mañana sobre el programa «comer fuera y ayudar», que él y el entonces ministro de Hacienda, Rishi Sunak, promovieron en agosto de 2020.

Subvencionaron un 50% del importe de las comidas en restaurantes, hasta un máximo de 12 euros, para proteger a un sector de hostelería que había sufrido un impacto muy negativo durante el confinamiento de la población. Keith le preguntó si consultaron con los asesores científicos para ponderar las consecuencias que podía tener en la pandemia.

En su declaración escrita a la investigación, Johnson había escrito que el Jefe Médico Oficial, Chris Whitty, y el Jefe Científico Oficial, Patrick Vallance «fueron consultados adecuadamente». Keith desnudó la falsedad de esa frase con los documentos y testimonios acumulados por la investigación. Ambos científicos consideraban que el programa ayudaría al virus tanto como a la hostelería.

Críticos de la investigación señalan que el objetivo principal de tal empresa sería la identificación de los errores cometidos y el aprendizaje de las reformas necesarias en el sistema de sanidad y de gobernación para que la próxima pandemia pueda gestionarse de una manera más eficaz. Pero el módulo dedicado a la toma de decisiones en la cima de la gobernación ha degenerado en contiendas y desprestigios inútiles.

Johnson ha tenido en sus comparecencias la inteligencia para no enredarse en reproches públicos a asesores que les han retratado de manera negativa. Justificó los mensajes procaces con la razonable excusa de que eran el producto de gente trabajando con extrema tensión, y frustrados por la conciencia de que estaban desbordados y la gente moría.

Buena parte de la última jornada de Johnson se dedicó a algo que él ya había aireado el miércoles, la deficiente coordinación de Londres con los Gobierno autonómicos. Su testimonio no fue fructífero. Afirmó que evitaba los encuentros con los políticos autonómicos porque temía que se pavoneasen en presencia del primer ministro, para luego afirmar que se llevaba muy bien con ellos y ellas.

Incluso cuando la abogada que representaba a las víctimas de Irlanda del Norte le dijo que era evidente que la región necesitaba decisiones distintas sobre la pandemia, porque está en una isla distinta, Johnson echó de menos una unidad de acción del Reino Unido. No ofreció soluciones.

La última parte del testimonio tuvo una tenue utilidad para el futuro, aunque tenía más fuerza emocional que otros pasajes de la investigación. Abogados que representaban a las asociaciones de víctimas, de minorías éticas, de niños, de sindicatos, de víctimas de violencia doméstica, de discapacitados,... interrogaron brevemente a Johnson.

Expusieron quejas y formularon preguntas en el interrogatorio televisado. Podrían haber sido expuestas con más frialdad y precisión en argumentos escritos.