Irlanda elige a la progresista Catherine Connolly como presidenta
Psicóloga, abogada y veterana parlamentaria, la candidata apoyada por el Sinn Féin gana las elecciones con un discurso crítico con la UE y la OTAN
Ivannia Salazar-Saborío
Londres
Sábado, 25 de octubre 2025
Irlanda se prepara para dar un giro histórico con la elección de Catherine Connolly como su próxima presidenta. Aunque el escrutinio no ha concluido, las ... encuestas, los recuentos preliminares y la felicitación pública de su rival, Heather Humphreys, confirman un desenlace irreversible. «Catherine será una presidenta para todos nosotros y será mi presidenta», declaró este sábado la perdedora de las elecciones ante los periodistas, un gesto de reconocimiento que, además de inusual por su rapidez, selló una victoria que trasciende la contienda presidencial. Se trata de un severo correctivo para el Gobierno de coalición entre Fine Gael y Fianna Fáil, que se enfrenta a un profundo desgaste político tras años de crisis de vivienda, encarecimiento del coste de la vida y desencanto social.
Connolly, de 68 años, es una figura atípica en la vida política irlandesa. Psicóloga clínica, abogada y veterana parlamentaria por Galway West, ha pasado gran parte de su carrera en los márgenes del sistema. Hija de un carpintero y criada en el barrio obrero de Shantalla, perdió a su madre a los 9 años, una experiencia que, según declaraciones a la prensa, marcó su visión sobre la desigualdad y la resiliencia, sobre todo porque su padre tuvo que asumir la crianza en solitario de catorce hijos.
Casada y con dos hijos ya adultos, estudió Psicología en la Universidad de Leeds, Derecho en la Universidad Nacional de Irlanda en Galway y ejerció ambas profesiones antes de incorporarse a la política local a finales de los años noventa. Fue elegida concejala laborista en 1999 y alcaldesa de Galway en 2004, pero abandonó el partido tras desavenencias internas. Desde entonces ha actuado como independiente, elegida diputada en 2016 y posteriormente vicepresidenta del Dáil Éireann, el Parlamento nacional, cargo que ocupó entre 2020 y 2024.
Movimiento de protesta
Su ascenso a la primera línea nacional ha sido fulgurante. Cuando anunció su candidatura presidencial el pasado julio, pocos la consideraban una aspirante viable. Pero el respaldo progresivo de los socialdemócratas, People Before Profit, los laboristas y, finalmente, el Sinn Féin, que renunció a presentar aspirante propio, le dio una base política sólida. La campaña se transformó rápidamente en un movimiento de protesta articulado por la izquierda social, amplificado por el apoyo de artistas y jóvenes votantes.
✅ Catherine Connolly to be elected the 10th Uachtarán na hÉireann.
— Michelle O’Neill (@moneillsf) October 25, 2025
Today marks an era of hope.
In Catherine Connolly, we have a President of Ireland with vision, compassion, and integrity.
Catherine will be a President for the people, a passionate voice for every community… pic.twitter.com/wxmJlScyTa
Connolly capitalizó el hartazgo con los partidos tradicionales y las dificultades cotidianas de amplios sectores del electorado. Su discurso, centrado en la igualdad, la justicia social y la defensa de la neutralidad irlandesa, conectó con una generación marcada por el desempleo juvenil y la emigración. «Queremos una república que no normalice la desigualdad ni la violencia», dijo en un acto multitudinario en Dublín, donde compartió escenario con músicos como Christy Moore y el grupo The Mary Wallopers.
Los recuentos provisionales difundidos por RTÉ, el ente público de radiodifusión nacional del país, le otorgan cerca del 64% de los votos frente al 29% de Humphreys, con un 13% de papeletas nulas, una cifra inusualmente alta que refleja, según los analistas, la frustración ante una oferta política limitada. Connolly ha logrado imponerse incluso en bastiones conservadores del sur de Dublín y en zonas rurales asociadas históricamente a Fine Gael.
Cuando Connolly, de 68 años, anunció su candidatura presidencial el pasado julio, pocos la consideraban una aspirante viable
Sus posiciones internacionales, sin embargo, han generado debate. Ha criticado duramente el aumento del gasto militar en Alemania, comparándolo con el de los años 30, y ha acusado a la OTAN de «belicismo», unas declaraciones que podrían tensar las relaciones con Bruselas y Washington. Además, ha denunciado el «genocidio en Gaza» permitido por las potencias occidentales.
Papel simbólico
Connolly también ha sido una de las voces más críticas con la Unión Europea en el arco parlamentario irlandés. Ha votado en contra de diversos tratados comunitarios y se ha opuesto a los planes de Bruselas para reforzar la cooperación militar, argumentando que tales políticas erosionan la neutralidad histórica del país, y ha advertido de que la UE «avanza hacia una militarización progresiva incompatible con la tradición irlandesa». En debates recogidos por medios como 'The Irish Times' y RTÉ, acusó al bloque de alinearse con Estados Unidos y el Reino Unido en conflictos internacionales, en detrimento de una posición independiente y humanitaria.
El papel de la presidencia en Irlanda es fundamentalmente ceremonial, pero desde Mary Robinson, Mary McAleese y Michael D. Higgins, sus ocupantes han ampliado su influencia simbólica y moral. Connolly ha prometido respetar los límites constitucionales del cargo, aunque su discurso sugiere que no renunciará a expresar convicciones firmes sobre igualdad, vivienda o política exterior.
64% de los votos
ha cosechado Catherine Connolly, según los recuentos provisionales difundidos por RTÉ, el ente público de radiodifusión nacional de Irlanda. Heather Humphreys ha obtenido el 29%.
El ambiente en Galway, su ciudad natal, es de celebración contenida. Desde el centro de recuento, Connolly declaró a RTÉ sentirse «absolutamente encantada» con esos primeros datos y agradeció el apoyo «de todos, incluso de quienes no votaron» por ella. En Dublín, los líderes de los partidos que respaldaron su candidatura han interpretado el resultado como una victoria colectiva del progresismo irlandés. La líder laborista Ivana Bacik afirmó que el desenlace «demuestra que es posible una visión alternativa y un Gobierno de centro-izquierda unido».
Aunque aún resta la confirmación oficial del resultado, el desenlace es, en términos prácticos, definitivo. Connolly, con una diferencia imposible de revertir, se dispone a suceder a Michael D. Higgins como décima presidenta de Irlanda. Su llegada al Áras an Uachtaráin, la residencia oficial, marcará el inicio de una etapa política cargada de expectativas: la de una Irlanda que busca reconciliar su tradición de neutralidad y justicia social con las exigencias de un continente en transformación.
Connolly ha insistido en que quiere ser «una presidenta para todos», consciente de que su mandato dependerá tanto de su moderación institucional como de su capacidad para reflejar la voz de quienes se sienten excluidos del relato nacional. En sus palabras, «el valor de lo que hemos logrado juntos no puede medirse, pero sí puede compartirse». Esa frase, pronunciada entre vítores en Dublín la víspera de las elecciones, resume la mezcla de idealismo y desafío que ha llevado a esta psicóloga de Galway al umbral de la presidencia de Irlanda.
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