Un salón de baile para Trump en la Casa Blanca
La obra comenzará en septiembre y costará unos 200 millones de dólares que el presidente de EE UU y otros donantes «patriotas» se han comprometido a pagar de sus propios bolsillos
Donald Trump ha demostrado en el medio año que ha transcurrido desde su investidura que no está dispuesto a pasar de puntillas por este segundo ... mandato. Quiere marcar bien su huella, hacer historia. Y no sólo con sus políticas. La muesca que pretende dejar en la Casa Blanca es de enormes proporciones. De 8.400 metros cuadrados, en concreto. Ese es el tamaño que tendrá el salón de baile que el magnate ha proyectado en la residencia presidencial y que, si no hay cambio de planes, comenzará a levantarse en septiembre. El nuevo espacio costará alrededor de 200 millones de dólares (unos 172,5 millones de euros al cambio) y se construirá a imagen y semejanza de las salas de eventos de los clubes privados y otras mansiones del líder republicano.
La idea de crear un salón de baile en la Casa Blanca podría sonar a ocurrencia, pero lo cierto es que Trump lleva con este proyecto en la cabeza como mínimo desde 2010. Fue entonces, con Barack Obama en el poder, cuando el empresario telefoneó a la residencia del presidente de Estados Unidos para proponerle el proyecto. «Iba a costar unos 100 millones», contó el republicano durante su primer mandato (2017-2021). «Me ofrecí a hacerlo y nunca recibí respuesta», aseguró. Pero eso no hizo que se olvidara del asunto. Quince años después tiene los planos del nuevo espacio sobre la mesa del Despacho Oval y también varias recreaciones donde abunda el oro, el cristal y el mármol.
Desde aquella llamada al entonces hogar de los Obama se ha disparado el coste de la obra -ahora sale justo por el doble- aunque el propio Trump y otros donantes «patriotas» se habrían comprometido a rascarse el bolsillo hasta alcanzar los fondos necesarios para hacer realidad el ya bautizado como Salón de Baile de Estado. El recinto se levantará en la actual ala este de la mansión, construida en 1902, donde tradicionalmente se han instalado las oficinas de las primeras damas y cuyo personal se reubicará «temporalmente», explicó la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, que presentó hace unos días el proyecto. El objetivo es que esté concluido «mucho antes» del final de esta legislatura, aunque los expertos en preservación histórica ya han expresado su preocupación por la reforma de la residencia presidencial, ajena a la ley que protege otros edificios centenarios.
Adiós a la «antiestética» carpa
En la Administración Trump, sin embargo, defienden que se trata de una obra «necesaria». Los grandes eventos que acoge la Casa Blanca -como recepciones a líderes mundiales- se organizan ahora en el Salón Este, el más grande, con capacidad para 200 personas sentadas frente a las 650 que podrá albergar la futura sala, o bajo una «antiestética» carpa que se suele colocar a unos ochenta metros de la entrada principal de la mansión. Y eso a Trump, acostumbrado a la opulencia, no le gusta. «El presidente es un constructor de corazón y tiene un ojo extraordinario para los detalles», afirmó su jefa de gabinete, Susie Wiles. En el gabinete republicano han cerrado filas con este proyecto, que el propio magnate ha consultado con el personal que trabaja en la residencia, el Servicio de Parques Nacionales, la Oficina Militar y el Servicio Secreto de EE UU.
El futuro espacio se ha diseñado a imagen y semejanza de las salas de los clubes privados de Trump o de su residencia en Mar-a-Lago
Las imágenes proporcionadas muestran la evidente inspiración del futuro salón de bailes en la sala principal de evento que Trump disfruta en su casa de Mar-a-Lago, en Palm Beach. De estilo Luis XIV, el espacio contará con tres paredes de ventanales con vistas al jardín sur y el oro será el material protagonista, presente en el techo artesonado, las columnas corintias o los candelabros y las lámparas de pie. El suelo será de mármol. La firma McCrery Architects, con sede en Washington, liderará la obra que pretende dejar con la boca abierta a los invitados de Trump y sus futuros sucesores en el poder. «Los presidentes de la era moderna se han enfrentado a dificultades para organizar grandes eventos en la Casa Blanca, ya que ha permanecido intacta desde Harry Truman (1945-1953)», indicó Jim McCrery, director ejecutivo de la compañía, que admitió sentirse «honrado» por haber sido elegido para llevar a cabo un proyecto que pasará a la Historia.
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