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M. Pérez
Martes, 16 de mayo 2023, 13:18
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En la estela de su antiguo jefe, Donald Trump, ahora es el abogado y exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, quien ha sido denunciado por una empleada que le acusa de presunto acoso, agresión sexual e impago de salarios. Noelle Dunphy, quien trabajó en su despacho entre 2019 y 2021, dibuja un perfil del político y jurista demoledor al presentarle como un adicto a la viagra que exigía «satisfacer sus demandas sexuales» como condición para conservar el empleo y le gustaba tener «sexo oral» mientras hablaba por teléfono con sus clientes, incluido Trump. Según la demanda, eso le hacía «sentirse como Bill Clinton».
Al parecer, los requerimientos comenzaron al poco de que Noelle Dunphy comenzara a trabajar para Giuliani como asesora comercial y directora de desarrollo. Según han desvelado CBS News y 'The Hill', medios que han tenido acceso a la denuncia de 70 páginas, el exalcalde se prodigaba en comentarios sexuales y «empezó a exigir a la señora Dunphy que trabajara en su casa y en habitaciones de hotel para que estuviera a su entera disposición». Una semana después de entrar en la firma se produjo la primera agresión en la suite de invitados del apartamento de Giuliani, que habría convocado allí a Dunphy para una jornada de trabajo, según los abogados de la presunta víctima.
La acusación subraya que el político «bebía mañana, tarde y noche, y se emborrachaba con frecuencia, por lo que su comportamiento era siempre impredecible». Precisamente, durante esos «desvaríos alcohólicos», solía realizar comentarios «sexistas, racistas y antisemitas, lo que hizo el lugar de trabajo insoportable». Aparte de sus manoseos y requerimientos de carácter sexual «en cualquier momento», con frases como que le resultaba imposible trabajar mientras «no te ocuparas de 'esto'», Giuliani habría conminado a la asesora a trabajar desnuda, en bikini o vestida con unos pantalones cortos y una bandera estadounidense. La mujer afirma que sintió una «presión extrema» ante el acoso.
Pero la denuncia va más allá. La asesora reclama a Giuliani dos millones de euros que, al parecer, éste se negó a pagarle pese a que en su contrato laboral supuestamente aparecía una nómina de un millón de euros anuales. Según ha informado CBS News, la única condición que habría impuesto el exalcalde es que el pago se realizara de modo indirecto y que el contrato permaneciera en el más absoluto secreto mietras él no concluyera el proceso de separación de su tercera esposa. Dunphy asegura que fue despedida en 2021 y al final solo recibió 12.000 dólares, poco más de 11.000 euros, como pago.
Giuliani, de 78 años, no se ha pronunciado todavía, pero sus representantes legales ya han negado «categóricamente» las imputaciones contenidas en una denuncia «poco seria». Entre esas revelaciones, la exempleada también alude a presuntos apaños del exalcalde consistentes en ofrecer indultos a determinados condenados a cambio de un dinero que luego se repartiría con Donald Trump en su etapa presidencial.
Dunphy dice tener grabaciones de vídeo y audio que sustentarían su demanda. Sin embargo, el círculo próximo al político conservador (y antes demócrata e independiente) cree que se trata de un conjunto de «falsedades» y ha insinuado que la acción judicial busca únicamente una compensación económica de unos 9 millones de euros, que la demandante habría intentado conseguir también con «otras personalidades». «La vida de servicio público del alcalde Giuliani habla por sí misma y él interpondrá todos los recursos y contrademandas disponibles», ha dicho su portavoz, Ted Goodman.
La demanda presentada en un juzgado de Nueva York llega solo unos días después de que Donald Trump fuera condenado judicialmente al pago de una indemnización de cinco millones por cometer abusos sexuales contra la escritora E. Jean Carroll a mediados de los noventa y luego difamarla. Si esta sentencia ha caído como un mazazo en el Partido Republicano, la acusación de un delito sexual sobre quien ha sido escudero legal del magnate, y un referente emblemático al frente de la ciudad de Nueva York en los años 90 y principios de este siglo, amenaza con empeorar seriamente la imagen del conservadurismo. Y sobre todo la oscura etapa del trumpismo político, cuya vertiente social viene ya enfangada hasta el cuello desde el asalto al Capitolio en 2021.
Giuliani tampoco goza de una apacible tercera edad. Nadie lo hubiera predicho en la Navidad de 2001 cuando la revista 'Time' le nombró «el alcalde de América», en pleno apogeo de su mandato. En los años ochenta cobró fama como fiscal por ejercer con mano dura contra el delito, durante su primer mandato municipal su popularidad se acrecentó por limpiar las calles de Nueva York de una larga epidemia de crímenes y los atentados del 11-S terminaron de esculpir su leyenda al tomar el control de una capital destruida y una sociedad amedrentada, estupefacta y sin rumbo.
Fue su asociación posterior con Donald Trump, ya fuera de la política, la que infectó su historial. El entonces presidente de EE UU le contrató como su abogado personal en 2018 para contrarrestar las investigaciones de la trama rusa. El fiscal especial Robert Mueller indagaba en esas fechas una posible conspiración entre el círculo más estrecho de Trump y el Kremlin para propiciar la victoria electoral del magnate en 2016, cuando se impuso a la demócrata Hillary Clinton. Mueller, al final, exoneró al presidente en 2019 de cualquier conjura, pero ambos mantuvieron un duro pulso durante gran parte de la legislatura.
Guliani, según los cronistas políticos, entró en barrena durante esos años en los que disfrutó de un amplio poder a la sombra de Trump y la Casa Blanca, aunque siempre desde la mesa de su bufete pues no desempeñó cargo público alguno. El efecto tóxico de su jefe le impregnó de forma rápida y sorprendente a ojos de la sociedad americana, que le vio envolverse en una investigación federal por sus manejos en Ucrania y las aparentes maniobras para conseguir información sobre los negocios de Hunter Biden –hijo del actual mandatario estadounidense– en la exrepública ahora invadida por Rusia. El FBI allanó incluso su casa dentro de esta prolija investigación en la que se incautó de material informático.
El veterano político, hijo de emigrantes italianos, se enfrenta además a una demanda multimillonaria de una empresa de contabilización del voto electoral por vincularla supuestamente con el famoso y falso fraude denunciado por Trump como justificación de su derrota en las presidenciales de 2020. Un tribunal de Nueva York le ha inhabilitado para ejercer su profesión en todo el Estado tras el cúmulo de declaraciones «falsas y engañosas» sobre la campaña electoral que realizó en calidad de abogado.
Muy pocos cronistas se explican el declive de quien en su día fue hombre del año de 'Time', una figura envidiada por no pocos líderes europeos y uno de los políticos más carismáticos en Estados Unidos, capaz incluso de superponerse a la majestuosidad de la Casa Blanca con un discurso sincero, ciudadano y justiciero. Comenzó a ejercer la abogacía en 1969, catorce años más tarde se encumbró como fiscal del distrito de Manhattan –el mismo puesto que ha colocado en apuros a Trump en el 'caso Stormy Weather'– y luego ocupó el sillón de alcalde de Nueva York en 1994. En medio queda su paso por el Departamento de Justicia durante la presidencia de Ronald Reagan.
Todo ese bagaje y las numerosas portadas acumuladas hacen todavía más triste su caída. La metáfora cruel que mejor revela esta precipitación a los abismos reside posiblemente en aquella rueda de prensa en noviembre de 2020, cuando denunció vehementemente las supuestas irregularidades en las elecciones presidenciales mientras un chorro de tinte para el cabello caía por una de sus mejillas en medio del acalorado discurso.
Pasto de las redes sociales, otro revés a su imagen largamente aireado sucedió en plena campaña electoral de Trump a cuenta de un absurdo fallo de su equipo de asesores. Estos quisieron organizar un mitin en Filadelfia delante del lujoso hotel Four Seasons, pero al final condujeron a Giuliani y a decenas de periodistas a un apestoso aparcamiento situado delante de una tienda de jardinería llamado, casualmente, Four Seasons. Para mayor bochorno, desde el emplazamiento donde habló Giuliani se veía un crematorio y un 'sex shop'.
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