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M. Ayestaran / J. Arrieta
Domingo, 5 de febrero 2023, 22:26
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El día de 2016 en el que embarcó en un vuelo rumbo a Emiratos Árabes Unidos debido a «motivos de salud», Pervez Musharraf prometió regresar a Pakistán, su «amada patria». El ex general y ex presidente de Pakistán entre 2001 y 2008 no podrá cumplir su palabra porque falleció a los 79 años en un hospital de Dubai víctima de la amiloidosis. «Dictador» para sus detractores, «salvador» para sus leales, los ataques del 11S ocurrieron apenas unos meses después de que protagonizara un golpe de Estado y se hiciera con el poder en Islamabad.
Desde el primer momento se posicionó del lado de Estados Unidos y de la «guerra contra el terror» lanzada por George Bush. Pakistán se convirtió en un aliado clave, permitió la apertura de bases aéreas estadounidenses en el país y envió a sus tropas a combatir contra Al Qaeda y los talibanes a lo largo de la frontera.
Musharraf se puso al frente de Pakistán tras liderar un alzamiento contra el entonces presidente Nawaz Sharif y un año más tarde resultó vencedor en un referéndum que le sirvió para aferrarse a un poder que no dejó hasta 2008. Su declive político empezó con el asesinato de Benazir Bhutto y siempre le acompañó la sospecha de no haber proporcionado la seguridad necesaria a la ex primera ministra, que era también su gran rival política.
La creciente amenaza yihadista interna en 2007 le llevó a ordenar la Constitución y declarar el estado de emergencia esgrimiendo motivos de «seguridad nacional» y afirmó que «sería un suicidio para el país no hacerlo». Esta jugada le permitió reformar al completo el Tribunal Supremo y nombrar a un nuevo magistrado jefe en lugar de su opositor, Iftikhar Chaudhry.
El efecto del estado de emergencia le duró apenas un año porque se vio obligado a dimitir bajo la presión de la calle, la justicia y de las fuerzas políticas de la oposición. Tras un autoexilio entre Londres y Dubai de cinco años, regresó en 2013 con el objetivo de participar en las elecciones presidenciales al frente de un partido que bautizó como Liga Musulmana de todo Pakistán, pero las causas pendientes con la Justicia le obligaron a dar marcha atrás en sus planes y se encerró en su mansión de la capital hasta que puso rumbo a Dubai.
Según adelantó el canal Geo, su cuerpo regresará a la «amada patria» donde se le dará el último adiós. El Ejército expresó sus «más sinceras condolencias» a través de un comunicado y también lo hizo el primer ministro, Shehbaz Sharif. Entre las reacciones por la muerte también llegó la de los talibanes paquistaníes, los mismos que la semana pasada asesinaron a más de 100 agentes de Policía en una mezquita de Peshawar, quienes celebraron el fallecimiento de quien llamaron «asesino de miles de musulmanes y exlíder del ejército mercenario de Pakistán«.
Musharraf aspiraba a ser recordado como héroe por su complicidad con Bush, pero analistas como Mosharraf Zaidi, fundador del centro de estudios estratégico Tadablab de Islamabad, opinan que «este país sigue sufriendo por el terrorismo que emana de la forma en que se llevó a cabo la 'Guerra contra el Terror' en este país. Musharraf se convirtió en el favorito de Estados Unidos y lo seguimos pagando», según declaró en una amplia intervención en el canal Al Jazeera.
«Está olvidado, para unos y otros, en el momento en que dejó el uniforme dejó de ser relevante», opina Ana Ballesteros, investigadora asociada del Cidob, quien recuerda que Musharraf pasó de «liderar una guerra perdida de antemano (Kargil 1999), justo después de las pruebas nucleares, a alinearse con EEUU en la guerra contra el terror y acabar siendo objetivo él mismo; a restaurar la democracia (a su pesar) y salir poco airoso del asesinato de la candidata ganadora... Mejor olvidar su legado». Fawad Chaudhry, exayudante cercano de Musharraf y dirigente del partido del ex primer ministro Imran Khan, mantiene sin embargo una opinión diferente. «Se le llama dictador militar, pero nunca ha habido un sistema democrático más fuerte que bajo su mandato», ha asegurado en un mensaje de vídeo en el que señala que «dio a Pakistán unos medios de comunicación libres e hizo hincapié en la diversidad de opiniones. La historia siempre le recordará».
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